Traductor/Translate

domingo, 24 de abril de 2016

Ocho Libros para la Vida


Libro de descarga gratuita solicitandolo a: 2262287343@qq.com

TRANSCENDENCIA PRÁCTICA DE LA EXPERIENCIA PARANORMAL 


El radio de acción de la consciencia humana, tanto a nivel individual como colectivo, se expande cada día mas gracias a las acciones profundamente humanas que realiza un grupo de personas cada vez más creciente. Con esta expansión sobrevienen algunas responsabilidades entre ellas la de transmitir lo que he dado en llamar “Certezas de Vida”. En tal sentido, en este libro se hayan consignadas trece experiencias, algunas de ellas del tipo ECM (Experiencias Cercanas a la Muerte), posteriormente se ha incluido al menos una posible explicación, así como su aplicación práctica en nuestras vidas. Este no es un libro para hallar respuestas ni proponer soluciones; no se pretende convencer a nadie de nada, como tampoco se expone ninguna “verdad revelada”. 

Con todo ello y partiendo del trabajo constante, eficaz y virtuoso sobre el presente, se pretende realizar una aproximación al continuo proceso de expansión del universo como el ser vivo que realmente es, ejemplificando el surgimiento de algunas consecuencias sobre la comprensión de sus causas y tomando como punto de partida un viejo precepto Hermético:

“Como es arriba, es abajo”. 


El objetivo se habrá cumplido si:
• Se ha sembrado la semilla que dará como fruto una profundización en la investigación acerca de la constitución septenaria del ser humano.
• Se puso de manifiesto la intervención de entidades no físicas en los designios del ser humano.
• Ha quedado claro que el merecimiento es una realidad indiscutible y que las acciones generan reacciones cuyos resultados se verán, incluso, más allá del plano físico.
• Se manifestó que la vida se expresa a través de nosotros y todos los seres –diez mil en total, según dicen algunos– y que, en tal sentido, el ser humano no es el único que evoluciona en este Sistema Solar.
• Se dijo que la “palabra” crea o destruye y que, en consecuencia, debemos ser responsables con el uso de la misma.
• Se aclaró que todos los pares de opuestos no son más que dualidades que debemos aprender a rastrear hasta su origen común.





jueves, 21 de abril de 2016

Libro de descarga gratuita, solicitandolo al:  2262287343@qq.com

UN SOL DE MEDIANOCHE

En el viaje que es la vida misma, así como en este sencillo escrito, les propongo que hagamos un trabajo simultáneo en dos frentes: interno, a nivel espiritual; y externo, a nivel físico y emocional. Esta es una labor en la que necesitamos hacer buen uso de esa hacha de doble filo que mientras labora en la materia física, también moldea el alma, logrando un desarrollo seguro, equilibrado y trascendente.


Para quienes hemos experimentado en algún grado el despertar espiritual, este trabajo de mejoramiento personal se vuelve el propósito de la existencia y, en adelante, todo esfuerzo se encamina en esa dirección, bajo una única premisa: colaborar con el desarrollo de los demás seres y con ello, cumplir el propósito del universo.

domingo, 17 de abril de 2016

INICIÁNDOSE EN EL CAMINO


Muchas cosas sucedieron durante aquellos treinta y tres días, sucesos sin importancia más que para el protagonista, cosas que cambiaron la forma en cómo vivía mi vida y la forma en que experimentaba la realidad, situaciones  que me abrieron la consciencia hacia un mundo del cual no tenía la menor idea. Fue como un camino iniciático que me llevó más allá de todo cuanto había podido imaginar. Me he propuesto dejar escritos estos acontecimientos como una forma de agradecer a la vida por la paciencia y dedicación que ha tenido para conmigo, pues ahora me doy cuenta que desperdicié muchos años de mi vida, inmerso en problemas que yo mismo había creado, con una excusa inconsciente de sentirme ocupado. ¿Te has sentido así alguna vez?
Libro de descarga gratuita, solicitandolo a: 2262287343@qq.com


Si esta no es razón suficiente para consignar estas memorias, tengo la esperanza que el posible lector se animará a emprender su propio Camino de Santiago y con él, se sentirá inspirado a cavar decididamente en su propio corazón buscando la esencia del ser de luz que allí mora. Si ninguno de estos propósitos se cumple, abrigo la ilusión de que otros caminantes –de Santiago y más allá- se sientan inspirados a escribir y compartir sus propios descubrimientos, eso que he dado en denominar “Certezas de vida” y que no son más que puntos de inicio y llegada de las etapas discretas por las que pasa nuestra existencia en este planeta. ¿Has llegado a alguna certeza de vida en tu caminar?     
  

Estas líneas pretenden, de forma sencilla y humilde, pero sincera y honesta, honrar el paso de todos los seres humanos por este planeta, especialmente aquellas almas antiguas que llevan varias existencias y que, aunque no lo recuerden o acepten, con su esfuerzo sostenido –cual Sísifos modernos- han allanado el camino para las almas que por primera vez pisan esta bella esfera azul verdosa. Hemos de reconocer que no  es fácil asistir a un amanecer y un atardecer durante casi cien años continuos y luego repetirlo por varios eones. ¿Te ha pasado alguna vez que sientes como si ya hubieras estado en esta tierra en una ocasión anterior?  


La existencia es como un viejo camino que es nuevamente empedrado con cada paso que damos. Si observamos bien, nos daríamos cuenta que no es realmente el mismo camino, que las piedras que ahora lo soportan lo han renovado y que el caminante siente en sus cansados pies el influjo de imperecederas energías. Es que el camino existe porque alguien lo camina, si no hay caminante no hay camino, por lo tanto, el camino es siempre nuevo, pero es también el mismo. ¿Me comprendes?
De otro modo, es esta una invitación sublime a reconocernos a nosotros mismos en el camino que hayamos elegido seguir. No importa dónde hayamos empezado ni dónde nos encontramos ahora, carece de importancia el avance mayor o menor que hayamos logrado, las vicisitudes o alegrías que nos ha deparado y los pocos o muchos éxitos alcanzados. Todos somos peregrinos en una senda que, aunque discurra por diferentes lugares, tiene un fin común. Estamos aquí para cumplir una misión.  ¿Te has preguntado alguna vez por tu misión de vida?


De cómo fue escrito este libro, de su importancia en la vida de los demás seres y de su relevancia en el descubrimiento y seguimiento de un despertar espiritual, poco o nada se puede decir. No hay que perder el tiempo en academicismos, ni en volverse un erudito en el arte de vivir, la vida no se hizo para entenderla, analizarla, corregirla o arrinconarla; ella está aquí para ser vivida y su propósito –si es que tiene uno- es que cada caminante le otorgue el que considere adecuado. No se trata de una Guía del Camino de Santiago (ya existen muchas y algunas son realmente fabulosas), tampoco es un libro sobre espiritualidad y auto-ayuda (también existen muchos de estos, algunos sorprendentemente hermosos, otros tendenciosos). Entonces, ¿de qué se trata?
Se trata de una invitación a vivir de forma consciente (bueno, ¡pero también de eso hay muchos libros!). Si, lo sé, aun así quiero contar esta historia con la esperanza de leer la tuya algún día.
    

¿Por qué se camina y por qué se vive? –Primera parte.

Caminar es una forma de vivir y viceversa. Un ex-peregrino, anhelante de contar su historia, cuando es abordado por primera vez por alguien que no ha recorrido este Camino y que tampoco se ha preguntado por el objeto de su vida, escucha casi siempre la misma pregunta: ¿Por qué caminar casi mil kilómetros? ¿Cuál es el fundamento de esto? Las respuestas que se suelen ofrecer nunca son suficientemente satisfactorias para el interlocutor, pues por más interesado que se halle en el tema abordado, se trata de lo que sintió, percibió y vivió otra persona. Es imposible describir y transmitir por completo y con exactitud, la sensación que se tiene, tanto al subir una montaña, como al despertarse de un lindo sueño o, incluso al ser feliz. ¿Se camina para hallar la felicidad? ¿Se camina para vivir de verdad?


La búsqueda de la felicidad está directamente relacionada con el arte de saber vivir y el acto de buscar no siempre conlleva a encontrar. No obstante, parte de los motivos del Camino tienen que ver con la felicidad, ya sea porque se desea buscarla, encontrarla o des-cubrirla. Algo similar hacemos con nuestro paso por esta tierra, ya que desde el nacimiento estamos des-cubriendo, es decir, quitando cosas que tapan, que velan y encierran los propósitos reales que hemos traído al nacer. La felicidad no es un punto al cual se llega, sino que es un estado que ya está aquí y ahora, pero cubierta de cosas como el orgullo, la vanidad, la tristeza, la melancolía, la depresión, el apego, la violencia, el odio y muchas otras emociones aflictivas. ¿Qué hacer entonces?


Pues mediante un ejercicio de “presencia” constante en cada uno de nuestros actos cotidianos, empezar a eliminar todo aquello que la cubre y, una vez realizado esto, empezar con las dependencias sentimentales y los apegos materiales. ¡Atención!: siempre podemos trabajar en los tres campos de manera simultánea. Precisamente, recorrer el Camino de Santiago ofrece esa posibilidad de presencialidad constante en nuestros propios actos. ¿Dónde estás ahora mismo?   


Si estamos suficientemente presentes en nuestra vida, al momento de estar realizando alguna actividad, como comer, ir al trabajo, estudiar o caminar, y detectamos que una “tristeza” se hace presente, lo que debemos hacer es detenernos y analizarla. Saludarla, entenderla, comprender sus motivos y preguntarle ¿Qué haces aquí? Cuando hacemos este ejercicio, notaremos que esas emociones aflictivas no soportan un análisis de este tipo y en consecuencia se retiran, se alejan. Este mismo proceso se puede aplicar con los celos, el odio, el rencor, la envidia, la vanidad, el orgullo. Posiblemente las dos principales dificultades en este proceso es que, por un lado nos hemos identificado tanto con estas emociones aflictivas que hemos terminado creyendo que “somos” esas aflicciones, o que no tenemos salida, o que ellas son importantes porque reafirman nuestra personalidad (orgullo y vanidad, especialmente). Pero por otro lado, está el problema que esas emociones aflictivas están dentro nuestro, han sido parte de nosotros por muchos años y, en consecuencia, no es fácil detectarlas para aislarlas y por eso, airados, encolerizados, respondemos: ¿Celoso yo?... ¡para nada!


Este trabajo de eliminar emociones aflictivas no es algo que se pueda hacer de un día para otro, siempre lo que es valioso toma tiempo, pero empezar ahora mismo es el paso más grande que podemos dar. De hecho, un buen momento para empezar es cuando das el primer paso en el peregrinaje hacia Santiago de Compostela, en ese momento quizás puedas plantearte trabajar sobre una emoción aflictiva diferente cada día, al fin y al cabo, estás aquí para realizar esta labor sobre ti mismo. Cuando mostramos coraje y valentía, el universo confabula en nuestro favor, de esto puedo dar amplio testimonio.


El segundo elemento afín con el des-cubrimiento de la felicidad está relacionado con los apegos sentimentales o dependencias emocionales, aquella situación en que decimos o escuchamos: “Me moriría sin ti”, “Mi vida no tendría sentido sin ti” y un largo etcétera que llenaría toda esta página y del cual dan buena cuenta la mayoría de baladas románticas latinas. Debemos amar, amar sin límites ni condiciones porque esa es precisamente la razón de nuestra existencia, pero hay que amar con inteligencia, o dicho de otra manera, el corazón y el cerebro deben marchar juntos si queremos hacer algo verdaderamente significativo en este camino que es la vida. (Continúa al final del libro en el capítulo: ¿Por qué se camina y por qué se vive? –Segunda parte).


jueves, 14 de abril de 2016

El arte de pensar y el dominio de la personalidad

Pensar es un diálogo que el sujeto tiene consigo mismo. Una de las sorpresas constitutivas del pensamiento consiste en que problematiza las situaciones humanas. Con el pensamiento se rompe lo natural y se trasciende la animalidad con preguntas desafiantes y difíciles como: “¿Cuál es la mejor manera de vivir?[1]

Con estas palabras introduce el Dr. Alfonso Paz, académico y filósofo, el tema del pensamiento y su importancia en los procesos de formación y educación del sujeto. El pensamiento nos hace humanos, nos identifica como parte de la especie, supuestamente, más avanzada sobre el planeta y nos desafía a recordar nuestro objetivo de realización personal. 
Cuanto más utilicemos la mente, tanto más la desarrollamos


Pensar no es fácil, requiere de entrenamiento y dedicación, de un proceso sistemático y creciente que se retroalimenta en su mismo accionar.  Entre más se piensa, más desarrollo se logra del mecanismo y, por ende, mejor es la calidad de sus resultados. El pensamiento como proceso vital no conoce los límites de lo bueno y lo malo y, en consecuencia, pensar conlleva también a más preguntas en un ciclo que parece no tener fin.

Por otra parte, no todo lo que aceptamos como procesos de pensamiento lo son realmente. La mayoría de las personas en la etapa actual de desarrollo, aún desconocen el mecanismo del pensamiento, otros lo conocen, pero no lo entienden y unos cuantos, lo comprenden, lo utilizan y con ello, co-creanconstantemente el mundo en el que vivimos. En este tercer grupo tendremos que entrar todos los seres humanos en algún momento de nuestra existencia, es solo cuestión de seguir en el proceso evolutivo.
Cuando se es parte del primer grupo –aquellos que desconocen por completo el proceso del pensamiento– no se piensa realmente. Pensar es mucho más que darle vueltas y vueltas a una misma forma de pensamiento sin llegar a comprenderla, va más allá del hecho de mover un montículo de conocimientos de un lado a otro, o cambiar la forma del mismo. Hay personas que nacieron con las herramientas para horadar profundamente la superficie de la tierra en busca de nuevo conocimiento, pero se contentan con utilizar un montacargas y mover de un lado a otro el montón de conocimiento ya existente. Estas personas en lugar de pensar, son pensadas por alguien más.   

Cuando se dice que, en general, la persona no piensa, sino que es pensada, se corre el riesgo de ser calificado de ignorante, pedante o grosero, pero bastará solo con analizar tres ejemplos fehacientes de dicha situación. Antes de hacerlo, permítanme remitir un hecho curioso. Han pasado más de 65 millones de años desde la extinción violenta y casi instantánea de los dinosaurios que poblaron la tierra, esto es un hecho ampliamente demostrado por la ciencia y reconocido por casi todas las generaciones de individuoS. Aceptamos fácilmente el hecho de que la existencia en este planeta tiene esa antigüedad, y otro tanto hacemos con conceptos abstrusos como la Santísima Trinidad, la existencia de un cielo y un infierno y, no obstante, somos apáticos, incrédulos y hasta violentos cuando se trata de abordar temas más simples como la rencarnación, las vidas anteriores o el dominio que la televisión ejerce sobre nuestras mentes. Cosas de la naturaleza humana, supongo. Pues bien, volviendo los ejemplos propuestos se puede decir lo siguiente:


1. El concepto de “Calidad de Vida”

En este sentido, los medios masivos de comunicación han vendido una idea –casi espeluznante– de lo que significa “calidad de vida, la misma que se ajusta de acuerdo con la moda, el desarrollo tecnológico o los intereses de los grupos de poder.
Durante los primeros siglos de la era cristiana la calidad de vida de las personas estaba mediada por el acceso y disfrute de la posesión de la tierra, el ganado y sus derivados. Las personas sentían que eran parte del estado porque éste las protegía y velaba por ellos a cambio de los tributos que el señor feudal les imponía. La ambición y la desmesura en los deseos se limitaban a unos cuantos señores feudales que hacían la guerra para poseer más extensiones de tierra, ganar más poder y dominar más vasallos. La pobreza y la miseria existían, pero eran consecuencia, entre otros, de la errónea administración de los recursos del feudo por parte de su señor. Algunos feudos eran realmente ricos y tenían buena “calidad de vida”, otros, en cambio, sufrían las inclemencias de la ignorancia de su señor feudal.
El poder se concentraba en pequeños reductos independientes dando lugar a luchas fratricidas que mantenían un movimiento constante en las estructuras de los nacientes estados.

Al avanzar las edades también cambian las ambiciones y los deseos gracias a que la persona evoluciona o involuciona en su devenir. Pero no solo lo hace la persona a nivel individual, sino que el proceso se verifica en los conglomerados tales como las naciones o los grupos sociales. En este avance en el tiempo, durante la Edad Media y en muchos países, la calidad de vida se ve supeditada a las dádivas y la generosidad de la iglesia católica para con sus súbditos. El bienestar dependía de la conciliación que la persona, región o nación tuviera con el clero y, en tal sentido, la miseria y la pobreza se volvieron condición para “entrar en el reino de los cielos”.  En estos estados y dada la situación de “mendicante” que tenía la iglesia católica, sus seguidores se acostumbraron a pedir, a rezar y a esperar por una ayuda que debía llegar a través de los demás o directamente desde las potestades divinas.
Esta condición cambia cuando ocurre la escisión al interior de la misma iglesia y como consecuencia, las corrientes protestantes acceden a una mejor calidad de vida gracias, en parte, a su mentalidad de “dar y agradecer” en lugar de “pedir y esperar”. ¿Se implementó el pensar como un arte? Quizás.

Ya, en los albores de la época moderna se nota una variación en el concepto de calidad de vida medida por el acceso a los artículos de consumo que la industria produce. El poder, entonces, se concentra en reducidos grupos que tienen contacto entre si y que negocian las condiciones de producción, comercialización y distribución de bienes y servicios, relegando al consumidor a un segundo plano en donde la decisión tiene solo dos opciones: comprar este o aquel artículo.
Y es así porque la persona decidió dejar en manos de estos pequeños grupos el proceso de pensar y re-pensar el concepto de calidad de vida y, aprovechando esta circunstancia, estos grupos terminaron imponiendo aquel modelo que estimaron conveniente a sus propios intereses.  La pobreza y miseria en esta época dependen, por un lado, del acceso o no al sistema de intercambio de bienes y servicios, el dinero; y por otro, de la capacidad, disponibilidad e interés que tenga el estado en mejorar estas condiciones de vida. Ahora la persona no es tenida en cuenta más que para consumir. ¿Cómo se puede pensar en esas circunstancias? En este sistema el ser humano se transforma en un “cliente”, cuando no en un código o número: “Que pase el numero treinta y dos, por favor”.

En estos tres momentos se notan algunos aspectos comunes, por ejemplo, subsiste un alto grado de ignorancia –impuesta o no–, de las personas del común, y una ambición y desmesura de los deseos en los grupos de poder. Pero es preciso recordar que el poder, tanto otorgado como impuesto, depende de la valoración del conjunto de toda la sociedad, por eso es bueno tener presente que estamos hablando de “ignorancia” en el sentido amplio y genérico del vocablo.
Otro aspecto común en estos momentos históricos comentados es que la condición o calidad de vida en todos ellos, no depende directamente de la misma persona, sino de la acción de otros. Esto supone una paradoja o al menos un contrasentido brutal que impide la ruptura de un círculo vicioso en donde la pobreza y la miseria son el común denominador y en donde la esperanza de disfrutar de una mejor calidad de vida poco a poco se va perdiendo.  La ruptura de este círculo no depende de alguien más que de la propia persona. Cada ser humano debe emprender esta labor, pensar por sí mismo, decidirse gallardamente a tener una mejor calidad de vida en los términos que lo haya comprendido; propender por satisfacer todas sus necesidades tanto físicas como psicológicas sobre la base del mejoramiento conjunto, progresivo y racional, y para ello, deberá –insisto– cultivarse a sí mismo, mejorarse cada día un poco más hasta sentirse satisfecho con lo que la vida signifique para sí mismo. Con toda certeza, al llegar a este punto habrá una convergencia con todos los demás seres, incluyendo aquellos de especies diferentes.
 El pensamiento hace superar la animalidad

2. El consumismo y la ambición desmesurada

Frente a este panorama en donde la persona pasa a ser un consumidor de bienes y servicios, antes que un ser humano, se podrían plantear varios interrogantes respecto de la forma en cómo este nuevo rol incrementa el dolor y el sufrimiento. El consumo es un placer, al menos hasta cuando se sacia, luego pasa a ser insatisfacción.
Esta es la razón que explica el por qué el consumo no conlleva a la felicidad, solo es un placer, y la felicidad no es la suma de placeres. En este sentido, es conveniente recordar que los países con mayor grado de felicidad no son los más desarrollados o con mejor ingreso per cápita y que, de hecho, el país considerado más feliz del mundo es uno al que internet llegó en el año 2000[2]. Consumir produce satisfacción y placer, el no poder consumir genera infelicidad y sufrimiento. Pensar en esto nos hace ver que cuando se ha alcanzado el grado de satisfacción necesario, el consumir también produce sufrimiento.

Los grupos de poder, dueños de los medios de producción y de comunicación están pensando por nosotros, ellos conocen esta situación, la han estudiado y sacan el mejor partido de ella para prolongar su dominio sobre toda la población.  Esta es la condición vacua del evento. ¿Qué hacer entonces? Consumir sí, pero con consciencia. Es necesario tomarse el tiempo suficiente para elegir aquellos productos o servicios que realmente necesitamos, seleccionar esos que se producen bajo condiciones sociales y ambientales adecuadas.  Esta ampliación de la consciencia es lo que está haciendo surgir grupos específicos de consumidores conscientes a nivel mundial; personas que exigen, entre otros, productos orgánicos, no transgénicos, amigables con el medio ambiente; seres humanos que, después de pensar seriamente sobre estos asunto tan sutiles, se deciden a comprarle solamente a empresas que realmente están ocupándose de cuidar el medio ambiente y que socialmente son responsables al pagar salarios acordes con las ganancias generadas. Todo depende del consumidor, pero no queremos pensar en esto ni darnos cuenta del gran poder que yace en nuestras manos. Podemos cambiar el mundo entero solamente con el hecho de transformar nuestros hábitos de consumo y hacerlo con responsabilidad o, incluso, con negarnos a consumir.  

3. Hogar o tipo de vida familiar

¿Cómo y de qué manera se realiza una persona como ser humano? ¿Cuál es el modelo que lo identifica como tal? ¿Existe un único modelo de realización humana? A través de las distintas sociedades se ha pretendido tener la respuesta a estas y otras preguntas relacionadas con la realización del ser en tanto humano. Los padres y madres, en medio de sus creencias y desde el afecto consanguíneo, guían a sus hijos e hijas hacia lo que ellos consideran que es lo mejor; cosa similar hace el conjunto de la sociedad, y con ello se tiene la repetición de un modelo que termina por causar malestar, insatisfacción, dolor y sufrimiento a la mayoría de los seres humanos.
La infelicidad pareciera ser el común denominador en esta época de inestabilidad y de transición social y cultural. Y es que en ninguna de las dimensiones en que se mueve el ser humano existe una total libertad de elección, y esto incluye –como no– el aspecto familiar o de pareja. A veces por negligencia, placer, falta de visión, de sinceridad o por simple negación compulsiva a pensar, aceptamos por pareja a una persona con la cual no logramos crear un vínculo espiritual o complementario y terminamos atrayendo más cansancio y hastío a nuestro alrededor. Esto sin contar que, contra corriente en algunas culturas orientales persiste la idea del matrimonio concertado, situación solo concebible desde el aspecto cultural. En fin,¿Cuántos hogares infelices conocemos? ¿Cuántas parejas son realmente complementarias y dichosas?

No hay que hacer una encuesta para darse cuenta que la mayoría de ellas no logran un estado admisible de felicidad y que, más bien, se limitan a aceptar con estoicismo su condición de amante o compañero, madre o padre, sobre la base de una segura e indeseable condición de soledad y aislamiento, es decir, de encuentro con su propio ser espiritual. La decisión de casarse se toma sobre bases sentimentales, la de separarse sobre bases racionales. Seguramente la inversión de este proceso aportaría la solución adecuada a la optimización de la institución conocida como “matrimonio”.
Subsiste en nuestros tiempos ese temor al encuentro consigo mismo, a la confrontación con ese lado oscuro que todos tenemos. En la ignorancia de la importancia e inevitabilidad de este encuentro es donde nos negamos a pensar por nosotros mismos, meditar en profundidad sobre nuestra existencia espiritual y tomar las riendas de nuestra propia realidad terrenal. En el fondo de nuestro corazón sabemos que la tarea debe ser realizada, pero intentamos posponer esta batalla hasta que, aguijoneados por las circunstancias, nos vemos impelidos a aceptarla. 

En los tres ejemplos anteriores se puede ver que el ser humano no es libre de tomar sus propias decisiones, está coartado y condicionado por estructuras de poder que, a modo de guía, le impelen por una u otra opción, pero siempre dentro de unos límites discretamente difuminados. Esta discreción, disfrazada de entretenimiento, diversión, etc., es la que impide, en muchos casos, posibles revueltas sociales o virajes inconvenientes para la estructura de poder cualquiera que sea, promueve la vida dentro de la “Caverna” o de la “Matrix” e inhibe descorrer el velo que oculta la verdad[3].
Y no estamos haciendo referencia a la teoría conspiracionista de los llamados “Illuminati” ni a otros grupos similares, solo llamamos la atención sobre la imperiosa necesidad de pensar para asumir la responsabilidad por nuestra evolución tanto a nivel individual como colectivo. 

Las imposiciones se están haciendo desde casi todas las esferas de la sociedad actual: los medios de comunicación, la familia, la sociedad, la religión, la política, la economía, etc. Por todos lados encontramos supuestos “modelos” de vida que terminamos imitando; nos venden la rosa perfumada pero cuando la deshojamos para buscar su perfume, nos hallamos sin rosa y sin perfume, con un poco de nostalgia, algo de sufrimiento y mucha insatisfacción.
La calidad de vida, el consumismo desaforado y el estancamiento dentro de cuatro paredes llamadas hogar hace que el individuo pierda de vista el objetivo de su existencia. La persona se identifica con un rol y no sabe actuar más allá del guion. “¡Como sufres cuando se va tu hijo porque te acostumbraste a pensar que eras solo padre!”, dice F. Cabral. Consideramos que desempeñar un solo papel en esta vida es nuestra realización y, de hecho, podría serlo, sin embargo, el problema surge cuando nos negamos aleer otros guiones, a reconocer otras formas de expresión de la verdad que nos podrían ayudar a mejorar nuestra condición humana.

El ser humano está llamado a expandir los horizontes de la personalidad hasta disolverla por completo, y para ello cuenta con la mente como herramienta que puede transformar las expresiones humanas inferiores a la misma, tales como las pasiones, los deseos, las sensaciones y los sentimientos. Podemos tener dominio total sobre la personalidad, pero en estos momentos son otras personas poderosas quienes la dominan, la moldean y la conducen por senderos adecuados solamente para ellos. Los eventos masivos en donde la pasión y el fulgor son tremendamente exaltados (tales como los partidos de fútbol, los mítines políticos, los realities televisivos, los conciertos musicales, entre otros), son ejemplos de este tipo de control. Es hora de empezar a pensar por nosotros, dominar nuestra propia personalidad para que nos permita hallar el camino que realmente se adecua a nuestras propias necesidades, que lleva a la fuente de todo el potencial que subyace dentro de nosotros y, para ello podemos empezar por la mente.
Originalmente publicado en: http://hermandadblanca.org/arte-pensar-dominio-la-personalidad/ 
_________________________________
Escríbale al autor:
JossP

domingo, 10 de abril de 2016

Apegos malsanos y falsa identidad como causas del sufrimiento

“Mi Dharma es el grado de evolución alcanzado por mi naturaleza
En el desenvolvimiento de la semilla divina que está en mi misma,
Más la ley de vida que determina la manera de que yo debo
Elevarme al grado siguiente”
Definición de Dharma propuesta por Annie Bessant

Continuando con el propósito de analizar brevemente y de forma práctica, cinco de las causas más comunes de sufrimiento  y dolor, en este post abordaremos las dos siguientes: los apegos malsanos y la falsa identidad, restando únicamente conceptualizar dos fuentes: las causas anteriores y la ignorancia expresada de forma general.
Entrando en materia, en el anterior post decíamos que el acto de desear trae consigo la posesión de cosas, sean estas materiales o no. Así nos hacemos dueños de objetos que facilitan o entorpecen nuestra vida y que ayudan o ralentizan nuestra propia evolución, todo depende de la forma en cómo usemos dichos objetos y si lo hacemos en pro de nuestro propio bienestar o, si incluimos al conjunto de la humanidad.  Carencia o exceso de objetos, personas y relaciones, uso inadecuado o excesivo  de los mismos, dan como resultado insatisfacción y desilusión.

 LOS APEGOS MALSANOS

Las personas tenemos esa tendencia, natural o no, a llenar nuestra casa y nuestra vida con cosas materiales, a sentirnos apegados a ellas y a creer que somos felices gracias a su presencia. Casi podríamos decir que es natural que lleguemos a ser tan íntimos con la vida material que un coche, una mesa, una silla, el teléfono móvil o la computadora asumen el mismo valor que nuestra mano, nuestros ojos o nuestra piel. Todo ello nos permite un cierto estado de felicidad, no obstante, seguimos sufriendo. ¿Qué ha sucedido entonces? Los apegos tienen algo de positivo: permiten valorar el objeto, pero debemos hacer esta valoración desde la verdadera necesidad que tengamos de ello y del servicio que pueda prestar a los demás, y no desde el solo deseo de enaltecer nuestro egoísmo y vanidad, tampoco por la imperiosa exigencia que nos hace la sociedad.

Los apegos generan sufrimiento en dos vías: cuando nos vemos desprovistos del objeto de deseo y cuando poseemos el objeto inadecuado o le damos un uso equivocado. Es como cuando alguien contrae matrimonio con la persona incorrecta, o cuando, por ignorancia, temor o vergüenza se acepta una situación, una relación o un objeto no apropiado tal como un empleo, un visitante, una invitación, una casa o un vehículo en mal estado. La muerte del ser querido es quizás el ejemplo más directo de este tipo de sufrimiento. En ese momento el dolor surge porque estábamos apegados ese ser amado que ahora ha trascendido al “más allá”.  Sufrimos por ignorancia, por apego e incapacidad de soltarel ser amado.

Seguramente si supiéramos con exactitud la condición que espera a nuestro ser querido una vez que ha partido de este planeta, estaríamos libres del sufrimiento que nos causa su ausencia. Tengamos en cuenta que no se trata de no amar, querer o desear a esa persona, sino de hacerlo de la manera adecuada y con la certeza de su temporalidad. Todo es pasajero, todo es mutablesolo el alma es eterna. El cambio constante y permanente es la principal condición de la evolución, no solamente de la especie humana, sino de todas aquellas que pueblan este y otros mundos.

Cuando el apego culmina en delusión, en dolor y en sufrimiento tanto físico como mental, el error estuvo en darle al objeto o al ser un valor que no tenía, es decir, que cuando confundimos el valor de las cosas, generamos una imagen errónea de las mismas y le aportamos nuestra energía y cuidados, solo para darnos cuenta después que estábamos equivocados. Un maestro y cantautor argentino aconsejaba: “No te engañes, y entonces, nadie te engañará”.

El ser humano se engaña a sí mismo por diferentes motivos; bien sea porque le teme a la verdad, porque la desconoce, o porque la ilusión es tan moldeable que le permite ver cumplidas todas sus fantasías. Todo esto continúa hasta que la realidad única e indivisible le derrumba sus castillos de cera y le obliga a encarar su propia existencia.

Nos apegamos a ese coche, a aquella casa, a nuestra ciudad, a la nación, a los amigos, a los sentimientos, a la razón, al intelecto. Tratamos de poseer todo cuanto nos llega, incluso por el simple hecho de ostentar, sin tener en cuenta muchas veces que, realmente, no necesitamos de esas cosas, personas o relaciones.Intentamos llenar el vacío de nuestras existencias con la posesión de elementos materiales y la apropiación de personas, olvidando que en lo más profundo de nuestro ser existen lugares que solamente pueden ser llenados con luz, con comprensión y con amor, es decir, con sabiduría. A modo de ejemplo se puede citar el relato del maestro que pregunta a su discípulo si ese recipiente con piedras está realmente lleno, demostrando luego que, aunque así lo parezca, la verdad es que puede ser acabado de llenar con arena, luego con agua, y así sucesivamente. Si dudas de estas afirmaciones, te reto a que empieces a empacar en cajas de mudanza, todas tus cosas materiales y te darás cuenta que has acumulado demasiados bienes, la mayoría inútiles para la única tarea que realmente debemos cumplir:nuestro desarrollo espiritual.

Eventualmente y con el paso del tiempo, nos damos cuenta que nuestro interior debe ser llenado cada vez con elementos más sutiles, más sublimes y eternos. Esta expansión de la percepción  es prueba indiscutible de evolución. A medida que avanzamos en el proceso de crecimiento espiritual, vamos dejando de lado los apegos a cosas materiales, comportamientos groseros, personas inadecuadas o “toxicas” y creencias erróneas. El camino se va haciendo más claro, y tanto las noches como los días, se vuelven un continuo momento de existencia real, pero es necesario irse desapegando de todos los lastres que nos impiden avanzar. Existen personas que cargan cruces demasiado pesadas, con muchos nudos, a veces cuadradas, quizás llenas de cadenas y con piedras atadas a su base.

Hablando de cruces, recuerdo una anécdota que a modo de chiste solía contar un familiar y que considero ejemplar para este tipo de comportamientos. Decía él, que cierto individuo llegó donde San Pedro y le pidió que le cambiara la cruz que llevaba a cuestas pues la sentía muy pesada y llena de nudos que le hacían sufrir. Con su misericordia, el santo le dijo que la tirara en un rincón junto con otras cruces que allí había y escogiera otra. Después de probarse muchas cruces, el susodicho hombre encontró y se llevó una que le parecía liviana, agradable y cómoda.  Minutos más tarde, San Pedro se tornó hacia Dios y le dijo: “Mira que si hay justicia, el hombre se llevó la misma cruz que traía”.

Trate de alivianar el peso de su mochila de vida mediante la eliminación de todo aquello que no es correcto, que es ajeno a la naturaleza divina que es tu verdadera naturaleza. De vez en cuando deténgase a pensar en esos comportamientos y tendencias que le impiden ser feliz y decídase a eliminarlos de su existencia. En dicho examen es posible que encuentres cosas como resentimientos hacia otras personas, odios antiguos, rencores remanentes y celos persistentes que se esconden en el fondo de tu corazón; carencias afectivas y desilusiones que alguna vez llenaron tus días pero que ahora debes eliminar. Esta no es una tarea fácil, pero es necesario hacerla. Perdonarse por el pasado y abrazar, desde su temporalidad y con cariño, este presente que es lo único de lo que somos dueños, esto es muestra inequívoca de dignidad. No se identifique con su pasado, ni lo juzgue, tampoco trate de controlar un futuro que nunca llegará. Solo tienes un presente que se vive en cada instante. Elimine la añoranza por el pasado y la expectativa ferviente por el futuro, hazlo de la misma manera que arrojas una camisa vieja que ya no usas, sin temor y sin duda pues no eres ni tu ropa, ni tus pensamientos, ni tu posición social o la casa en que vives; no eres ni tu nombre o profesión, ni siquiera eres tu cuerpo físico.

Los apegos malsanos como una causa de sufrimento, son muy comunes en nuestro medio
Retorna a los valores que iluminan a toda la humanidad, tales como la misericordia, la solidaridad o la compasión; pero recuerda que algunos valores como la generosidad, cuando no van acompañados de sabiduría, pueden ser tan lesivos como la ignorancia. Un antiguo adagio aconsejaba: Antes de ser generoso, procure ser justo. Antes de ser justo, procure ser sabio”, porque la condición de sabiduría ilumina el camino que debemos seguir, mostrándonos simultáneamente la vida en los tres tiempos: pasado, presente y futuro. Recordando el objetivo de la presente existencia –o al menos, interrogándonos por él– y teniendo presente la temporalidad de las cosas y situaciones, incluso de estos valores, tendremos más posibilidades de éxito integral en la vida y evitaremos generar apegos dolorosos que nos causarán sufrimiento en los presentes por venir. Evita estas falsas identidades porque son solo expresiones temporales de un ser maravilloso que mora dentro de estas apariencias.

LA FALSA IDENTIDAD

La anterior causa de sufrimiento, los apegos, se funde con esta tercera: la falsa identidad. Erróneamente nos identificamos con las cosas, las situaciones y el cuerpo físico. Creemos que somos un cuerpo con un alma, cuando en realidad somos un alma que tiene un cuerpo físico. En ese engaño, vivimos nuestras vidas, pero cuando alguien, por enfermedad o guerra, pierde –por ejemplo– sus manos o piernas, vemos que sigue siendo, en esencia, el ser que era antes; por lo tanto, no somos un cuerpo físico, no somos nuestras emociones o sensaciones… somos mucho más que eso. Todos son elementos pasajeros que utilizamos para unos fines más complejos que apenas empezamos a comprender.

No debemos identificarnos con cosas pasajeras, como el vestido, la comida, la profesión, la posición social, el partido político, la vivienda, la ciudad, el país, el planeta… todo eso es temporal, circunstancial y tarde o temprano desaparecerá dejándonos solo su recuerdo que, en muchos casos es fuente de dolor y sufrimiento. “Yo soy nosotros”, escribió Marcos Constandse. “Yo soy el que soy”, dice la filosofía oriental. “Yo soy un ser de Luzsoy energía en movimiento, soy el principio y el fin. No te identifiques ni con tu nombre ni con tu profesión, no eres nada de eso. Estás llamado a encontrarte a ti mismo, esa es con mucho, la tarea más encomiable, difícil e importante que tienes ante ti. Es lo que te dignifica como ser único e irrepetible sobre este planeta.  

A estos elementos temporales con que solemos identificarnos se les denomina en oriente “Skandhas”, palabra sánscrita que el Budismo Mahayana utiliza para explicar el concepto de la “vacuidad” y cuyos sinónimos pueden ser “cúmulos” o “agregados”.  

Los cinco skandhas, a saber: forma, sensación, discernimiento, factores de composición[1] y consciencia tienen como naturaleza o esencia esta vacuidad, dicho de otra forma, carecen de existencia real, “dependen de” algo más para su existencia, y en tal sentido, identificarnos con ellos traería al final un incremento del dolor y del sufrimiento que, por causas pasadas, ya tenemos destinado afrontar. Uniendo este elemento –la falsa identidad– con la cuarta causa del sufrimiento que estaremos considerando en el siguiente post, las causas anteriores (el karma del Hinduismo), podemos afirmar con toda seguridad que es uno de los componentes esenciales que debemos identificar en nosotros mismos, analizar, comprender y eliminar a la hora de buscar la felicidad y la liberación.
Lo que percibimos casi nunca coincide con la realidad ultima


Al final, ¿Quién soy? No soy mi ropa, ni mi profesión o mi nombre, tampoco alguno de los cinco agregados ni todos ellos. No soy “mis apegos” ni “mis identidades“. Posiblemente, la respuesta más adecuada a esta pregunta esté relacionada con la identidad hacia la divinidad, aun cuando en la actualidad esto puede sonar como un despropósito, dada la profunda identificación que se tiene con la materia física.  Ya lo habíamos dicho, pero es valioso recordarlo: “Yo soy el que soy” es una buena aproximación a la definición del ser en tanto existencia separada y consciente, definición que se puede complementar con “Soy un ser de luz”, “Energía en evolución”, “Esencia Divina en Movimiento”. Porque, al final, si te quitas la ropa, te despojas de tu nombre, de tu profesión, de tu status social y de tu cuerpo físico… ¿qué queda?¿Qué es un General del Estado Mayor sin su uniforme, desnudo? ¿Cuál es la diferencia entre un cadáver tirado en el piso y una persona viva que lo observa? La vida que corre por nuestro cuerpo da la pauta para la existencia y nos invita a un despojo, a una eliminación sistemática de todo cuanto no tiene existencia real.

En el proceso de despojarse de los apegos y las falsas identidades se corre el riesgo de caer en elnihilismo o en su opuesto, la credulidad vana y ciega. Una posición ecléctica es muy importante en esta fase del desarrollo del ser humano. Existen diversas escuelas de pensamiento filosófico, espiritual o religioso que proponen, en términos generales, un proceso bastante sencillo, claro y lógico basado en una simple premisa: “cree mientras lo compruebas por ti mismo”. Cuando el Pensador ha descubierto la luz, cuando ha probado del manjar de la inmortalidad no admite algo inferior, por eso es que debemos considerar de vital importancia el hecho de que una religión, una filosofía o una creencia, cualquiera que sea, permita acceder a un método, a una práctica real que posibilite la posterior comprobación de los hechos consignados en sus doctrinas. Esto es fundamental. 

El estado de desarrollo actual del verdadero ser humano no admite soporte sobre la fe ciega que anquilosó el mundo durante la Edad Media. Conceptos tan complejos como la “Santísima Trinidad”, “El Árbol de la Vida” “La Constitución Septenaria del Hombre” o el origen del universo basado en el “Big Bang” están ahora disponibles para ser comprobados o negados por la mente inquisidora que se atreva a buscar la verdad despojándose de todas las falsas identidades, de los dogmatismos tan antiguos como antagónicos y de aquellos prejuicios sociales y culturales que clasifican, encasillan y encarcelan al verdadero ser humano.Inquirir por el método de análisis nos permite allanar el camino hacia nuestra propia identidad.
Buscando nuestra identidad


Respecto de estas falsas identidades hay mucho por decir, pero podemos destacar la forma en cómo nuestra actual sociedad pugna por mantenernos identificados con ideas y creencias que tienen un fin tan discreto como detestable. La televisión vista de modo acrítico y, en general, los medios de comunicación, incitan y “obligan” al individuo a mantenerse en una completa insatisfacción para que el deseo de poseer se mantenga vivo y la persona se transforme en un “consumidor” analizable y, por tanto, predecible. Si deseas ser “alguien importante” debes estudiar tal carrera profesional, debes comprar tal teléfono móvil o debes pertenecer y mantenerte activo en una red social.
Nos sentimos impelidos a una constante insatisfacción que en sí misma no es el problema, pues la verdadera situación conflictiva radica en la creencia que dichos objetos, relaciones o situaciones nos harán seres plenos, felices y realizados. Pero cuando sale al mercado el siguiente modelo de teléfono móvil, nuestro gusto y el deseo de identidad nos lleva a comprarlo. Entramos en una cadena interminable desatisfacción-desilusión que solamente hace felices a los que se enriquecen con el comercio. Recuerdo que en una película francesa, la directora proponía una solución bastante sencilla, sabia y, por ende, poco creíble (cuando la verdad es simple y llana, nos parece poco creíble, menos digna) para evitar esta situación. Se trata de “negarse a comprar”.

Nadie te obliga a comprar ni a consumir, por tanto la respuesta idónea ante una multinacional que está causando problemas sociales como contaminación del aire, del agua, de la tierra; que se niega a asumir su responsabilidad social y optimizar los procesos de producción o que está empobreciendo a la población mediante un sistema salarial de miseria, es bastante simple: no compremos sus productos[2]. Como ejemplo de este tipo de comportamientos se podrían citar a los japoneses. Normalmente, cuando un japonés promedio se siente mal atendido en un restaurante o considera que su comida no es agradable, no suele quejarse y, simplemente, no vuelve allí. No existe ni existirá por ahora una ley que prohíba “No comprar”.

Debemos hallar nuestra propia identidad, pero no quedarnos en expresiones como el nacionalismo, la cultura o las modas. Estas no son más que formas de división, control y alienación del verdadero ser que mora en nosotros. Encontrar nuestra identidad pasa por un reconocimiento de aquello que como seres humanos nos hace únicos, especiales y eternos. Al respecto, sir B. Shaw decía: “¿Buscar qué? Todo está dentro de ti”. Y, al observar en tu interior, descubrirás pequeños detalles, comportamientos, creencias, sentimientos, pensamientos, dolores o alegrías que traes contigo desde hace varios años, quizás vidas. Son causas que has puesto en movimiento y que están allí esperando que las atiendas y las resuelvas para tu bien. Todos estos elementos son parte de tu existencia actual, pero recuerda que ellos no son tú, son solo componentes que debes resolver.  
__________________________
[1] Todo lo que no esté dentro de los otros cuatro elementos, corresponde a los factores de composición. El dolor, el sufrimiento, la pereza, la avaricia, el orgullo, etc. Nota del autor.
[2] Se trata de la película francesa La belle verte (El planeta libre) -1996-, dirigida por Coline Serreau.
_____________________
Contacto con el autor: 
JossP: 2262287343@qq.com
Más información : http://lagentedelaotraorilla.blogspot.jp/