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lunes, 27 de septiembre de 2010

UN DIA COMO HOY


Por Wilmer Alexander Zuluaga
En un día como hoy…
Te das cuenta que ver las cosas de otra manera trae nuevos cambios, nuevos retos, nuevas experiencias, logras descubrir que no todo es tan difícil y no es tan malo tropezar, también percibes que estas caídas son un poco o mucho de algo que se debe aprender o que falta por completar. Ver las personas alrededor no es igual, no ves personas malvadas, despiadadas o sin corazón, ves seres como tú, llenos de amor, grandeza y seres ilimitadas con infinidad de potenciales, solo que, con tristes ojos te sorprende que tienen una venda en sus ojos, lo que hace tropezar repetidamente y cometer los mismos errores, y que al querer ayudarles arremeten contra ti en solidas posturas de ignorancia, en este punto es donde notas que no se ha preparado o no está listo para el cambio.
Por otra parte se encuentran escenas diferentes, otra pequeña porción de esos seres,  que son los que aceptan de modo natural lo que se acerca, solo que su postura es diferente, es de un reto o una aventura que ayuda a romper cadenas y ataduras, también aprecias que esas personas te ven no como la mayoría, sino como un ser especial y maravilloso, no algo limitado y sin condiciones, te inducen a tomar riesgos, pero estos conllevan a beneficiar tu evolución.

Todo sucede un día como hoy, descubres que esta escuela tiene buenos y no tan buenos alumnos que se forman para lograr florecer habilidades que sirvan desinteresadamente y amorosamente a la humanidad. 

miércoles, 8 de septiembre de 2010

DE LA IMPORTANCIA DE TENER UN ENEMIGO


Por ELIPER F&E
Septiembre de 2010
Asumiendo que se ha venido a este mundo a trabajar desde la necesidad de evolucionar, cabe preguntarse por las ayudas con las cuales cuenta el ser humano en la realización de dicho proceso. No estamos solos, nunca lo hemos estado ni lo estaremos jamás, por tanto, evolucionamos en la medida en que hacemos parte de un grupo humano, sea esta la familia, el matrimonio, la iglesia, el estado, u otra institución socialmente aceptada. En tal sentido, la interacción con otras personas y el enfrentarse a situaciones disimiles permite que el ser humano vaya moldeando su propia forma, vaya construyendo su propio proceso evolutivo y, por tanto, la cantidad de obstáculos o ayudas que tenga en su evolución dependerá directamente de su propia capacidad de poner en su favor las circunstancias que le rodean. Este post está dedicado a analizar una de esas circunstancias o situaciones que le son propias a la evolución humana y que se presentan porque el mismo ser decidió ponerlas en su camino, bien sea de manera consciente o, por el contrario, de modo totalmente inconsciente, me refiero al “enemigo” y su importancia dentro del proceso de crecimiento del ser humano.  
Contrario a lo que comúnmente se cree, el enemigo hace parte importante en la evolución tanto de las especies en general, como del individuo en particular. El, el enemigo, entra en nuestras vidas sin pedir permiso, se instala en nuestra casa y adecua todas las cosas para su propio beneficio; se sienta en nuestra sala y enciende de manera subrepticia el televisor, escarba en el refrigerador y se hace con nuestras mejores pertenencias. No se anuncia, pero le encanta que sepamos que está allí, acurrucado alrededor de nuestros temores y nuestras esperanzas; susurra a nuestro oído palabras de consuelo y nos invita a sentarnos a su mesa, nuestra mesa, de la cual somos sus inquilinos. Como el mejor artesano, moldea la forma adecuada de su ira, de su rencor y su frialdad; se acomoda en nuestros sueños y desde allí empieza su faena destructora y constructora a la vez.
Pero, ¿Quién es este enemigo?, ¿Cómo llego a nuestras vidas?, ¿Qué papel juega en nuestra necesidad de evolución?...Las respuestas no son fáciles de hallar y menos de comprender y aceptar. Algunas veces el enemigo se disfraza de nuestro mejor amigo, otras se viste con el elegante traje de gala de nuestro jefe y, otras tantas, se pavonea jactancioso con la máscara de algún familiar cercano, pues ante todo, nuestro enemigo es nuestro familiar y aliado. Comprender esta situación nos permite hacer de este enemigo un aliado seguro, si bien,  duro, drástico y audaz. Sin embargo, antes de intentar responder las tres cuestiones anteriores, considero pertinente aclarar que es importante determinar y definir con exactitud a nuestro enemigo, es decir, no podemos declarar al ser equivocado, tanto por exceso como por carencia. Una situación así haría desastroso el proceso de evolución, tornándose seguramente en involución directa hacia la nada. Analice a su posible enemigo, siéntalo, percíbalo como algo digno de observar, como cuando pasa por la calle un ser excepcional en forma, color o tamaño y te exige toda tu atención. Mírelo, cáptelo con los cinco sentidos y descríbalo en detalle; mire su constitución, su apariencia, su caminar, su forma de hablar y de sonreír; detecte sus debilidades e intuya sus fortalezas, después, cree una imagen fiel de este ser magnánimo.  No cualquier persona o ser amerita tanta atención como aquel que será tu enemigo.
Una vea lo hayas introyectado, el paso siguiente es declararlo como beligerante, es decir, darle la condición de enemigo digno, magnánimo y objetivo de lucha y combate. Aquí se pone de manifiesto tu capacidad para detectar con exactitud la grandeza de aquel que será tu enemigo; si te equivocas, podrás perder mucho más que la cabeza. Al elegir un enemigo equivocado –tanto por exceso como por defecto-, estarás enfrentándote a condiciones totalmente adversas, pues además de tener que luchar en contra del enemigo, tendrás que hacerlo en un campo desconocido, con armas que quizás no dominas en su totalidad y con el tiempo vuelto en tu contra. No lo tomes a la ligera: escruta, examina con detenimiento a tu adversario antes de declararlo beligerante; entre otras cosas, porque esta condición permite plantear de manera correcta las especificidades  de la lucha y establecer sus límites y desafíos.
Tenga en cuenta que su enemigo puede ser de carácter público o privado, de conformación  individual o colectiva y, además, puede ser interno o externo. El enemigo público es común a un público o conglomerado humano, ya sea regional, nacional o internacional y las estrategias de defensa y ataque dependerán de esta localización. No es lo mismo atacar de manera conjunta o en conjunto, a hacerlo de forma individual, pues los riesgos son de diferente magnitud. Cuando el contendor es de carácter privado, usualmente cuenta con mejores recursos y mayor capacidad de reacción; en este caso es necesario dedicarle más tiempo al análisis y planteamiento de estrategias de ataque. Relación con la localización del mismo, se tiene que cuando es externo se cuenta con la ayuda de otras personas e instituciones que también luchan contra él, especialmente si se trata de enemigos públicos; no obstante cuando es interno la situación es completamente diferente.
Los enemigos internos, generalmente son detectados después de un largo tiempo de observación detallada, pues están camuflados en pensamientos, tendencias, paradigmas y formas de actuar y de ser. Se requiere la atención continua durante varias fases para su detección y el planteamiento de estrategias, su conducción e implementación están directamente relacionadas con la capacidad de abstracción que el individuo haya desarrollado. Estamos hablando, por supuesto, de cosas como el odio, el rencor, la tristeza, la envidia, el deseo, el pensamiento repetido y  la tendencia, entre otros. Determinar con exactitud la ubicación de esta clase de enemigos requiere de la voluntad, el juicio recto y el discernimiento, pues de lo contrario se puede asumir como enemigo a una de las consecuencias que alguno de estos monstruos pueden engendrar, con lo cual se tendría una estrategia de combate que, si bien, puede ser la correcta, terminaría al final surgiendo el enemigo de entre las cenizas.  Es necesario, en cualquier caso, buscar hasta encontrar su guarida y destruirla sin posibilidad de renacimiento. Un enemigo caído y vuelto a levantar, es un doble enemigo; se crece, se agranda y afila y enfila sus armas de destrucción en contra de nuestro ser.
Ahora bien, acerca de la forma como llegan a nuestras vidas estos enemigos, sean públicos o privados, se puede decir que somos nosotros mismos los que hemos llamado su presencia, los hemos alimentado y cuidado hasta que él –nuestro enemigo-, se independiza y salta a la palestra convertido en nuestro adversario. Esta situación ha sido ampliamente ejemplificada con enemigos públicos de algunas naciones poderosas, al fin y al cabo, el enemigo luchará por independizarse cuando es suficientemente fuerte. A este punto es necesario aceptar que en algunos casos estos enemigos nos acompañan desde vidas anteriores, que fueron creados en procesos que vivimos anteriormente y que en su momento no se les presto la suficiente atención como para entenderlos y combatirlos con la fortaleza y determinación necesarias.
En todo caso, este nuestro enemigo cumple una función en nuestras vidas. Es un punto de comparación y mejoramiento vital en el proceso que hemos elegido de evolucionar; constantemente está recordándonos que no estamos solos y que es necesario realizar un esfuerzo extra para continuar en el camino, pues de lo contrario, seremos expulsados del paraíso. Es necesario combatir al enemigo con la determinación y el coraje suficientes; con la certeza de que cada día tendremos mejores y más herramientas que posibiliten el triunfo final, pues cabe recordad que al eliminar un enemigo, inmediatamente surge otro más fuerte y más sutil. La derrota de una emoción, trae consigo el nacimiento de un deseo; a su vez, la derrota de un deseo posibilita el surgimiento de un pensamiento y, este a su vez, da comienzo a una tendencia en cualquier sentido. Tendencias, pensamientos repetidos, deseos, emociones y pasiones son solo algunos de los enemigos más sutiles y difíciles de derrotar. Luz en el camino  y fortaleza en la lucha; discernimiento en el combate y coraje en la batalla, para ti, amigo del alma.

 Este post está dedicado a Gladys Johanna Arboleda. Mujer, madre, pintora, luchadora de batallas  asistidas y asistente de causas justas. Señora que un día partió al lejano encuentro consigo misma. Artista con enemigos definidos, algunos derrotados, otros ya olvidados. ¡Buen viento y  buena mar, amiga mia!