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sábado, 10 de noviembre de 2012

Al Final del Camino

Por Eliper F&E Madrid, Noviembre de 2012
Alma eterna, alma querida, Que una mañana saliste en busca de la Luz. Alma que alguna vez te sentiste rendida, Con el peso tosco de una cruz. Largo te ha parecido el sendero; Las distancias en ti se acumularon En el camino Azul que te trazaron. ¡Oh! Alma mía, en la entrada del Templo te espero. En el camino el fuego sagrado te purifica, Abraza los restos impuros de la imperfección, Mientras los pasos te guían hacia el Templo, Donde te llegará, con el Todo, la unificación. Mira a la vera del camino, de la mano de tu guía: Allí están tus deseos y tus penas sacrificadas. Observa tus pasiones y aspiraciones vencidas; Contempla tus apegos y tus tristezas purificadas, Recuerda que por todas ellas lloraste un día. Mira tus miedos quemándose en la llama siempre eterna. Levanta tu mirada hacia el Templo Sagrado, En donde te esperan para darte la bienvenida, En el lugar donde alguna vez has morado Contempla la morada pero no deberás haber entrado, Sin antes perfectamente haberte limpiado. No oses poner tu sucia y gastada piel, Donde solo está permitido el Deber. ¡Oh! Alma cansada que el dolor fustigó, ¡Oh! Alma atormentada que las distancias caminó, Alma errante y vagabunda que la soledad conoció, Alma que el llamado alguna vez escuchó. Una tarde entrará en el Templo Sagrado, Desde donde una mañana partió, En busca de algo que luego olvidó, Y que a fuerza de tesón recordó. Así, escucharte quiero, decir al Padre Creador: ¡Solo ha sido un día largo, mi señor¡ Alma que te bañaste en la luz del sol, Alma que la luna con sus rayos enfrió… Alma pura que de la tristeza, Sus lecciones por fin aprendió.

miércoles, 7 de noviembre de 2012

DEL CUMPLIMIENTO DEL DEBER

Por Eliper F&E Madrid, noviembre de 2012. “[…] Porque la fuerza, cuando carece de la regente ayuda de la sabiduría, Queda vencida por el asombro estúpido que confunde todas las cosas; Y para el propósito de la acción, el intelecto es inútil Cuando carece de la fuerza” El Bhagavad Guita (Comentarios de W. Judge, p.127. Ya hemos avanzado mucho en nuestro análisis acerca de la evolución del Pensador. Hemos establecido algunas de las causas que le generan dolor y sufrimiento y concluido con la propuesta de algunas herramientas que nos ayudarán a eliminar dichas causas y hallar un poco de paz y felicidad en este complicado Kaliyuga que nos ha correspondido trascender. A continuación disertaremos acerca del cumplimiento del deber (Dharma) que cada persona está llamado a realizar durante la presente vida, acordando que existe un propósito claro tanto en la vida del individuo como en la existencia del universo del cual hace parte y, para este análisis partiremos de la división en cuatro castas de la sociedad Brahmánica, pues mediante una simple observación nos podemos dar clara cuenta que es perfectamente aplicable a nuestra sociedad actual, aun cuando los nombres hayan cambiado. Estas cuatro castas, a saber: Brahmanes (Sacerdotes), Kshatriyas (Guerreros), Vaisyas (Agricultores y mercaderes) y Sudras (Servidores o empleados) tenían en la India unos deberes claramente diferenciados y su evolución dependía del recto cumplimiento de los mismos, es mas, la constitución física de sus cuerpos era adecuada para tales labores. En la actualidad esta diferenciación es visible y aplicable al conjunto de la sociedad en cuanto que podemos observar y clasificar las personas en GOBERNANTES (tanto de sí mismos, como de otras personas, pudiéndose incluir en ellos a muchos sacerdotes, gurúes, monjes, pastores, directivos empresariales, etc.); GUERREROS (militares, personal de seguridad, de grupos beligerantes); COMERCIANTES (de todos los tipos) y SERVIDORES (del sector publico o privado, trabajadores de base, etc.). Con un poco de observación directa, estas diferencias se hacen visibles y, más bien, la pregunta que nos corresponde hacer es: ¿A cuál de estos grupos pertenece cada uno de nosotros? Porque, dependiendo de la respuesta que hallemos, podremos establecer una conducta como ideal y, de este modo, hacer corresponder nuestro comportamiento con ella, lo cual evita que cometamos errores y generemos más dolor y sufrimiento, tanto en nuestra actual existencia, como en las futuras. Esta es la esencia de la vida. El Dharma comprende dos elementos: la naturaleza interior en el punto a que ha llegado y la ley que determina su desenvolvimiento en el período que se va a abrir ante ella. El Dharma debe ser proclamado por cada uno. El primer Dharma es el del servicio. Cualquiera que sea el país en que las almas sean nacidas, desde el momento en que han dejado tras ellas los períodos preliminares, su naturaleza interior exige que sean sometidas a la disciplina del servicio y que adquieran, sirviendo, las cualidades necesarias para su crecimiento en el periodo que comienza. Dado que el primer Dharma es el del servicio, en un análisis in crescendo del cumplimiento del deber del ser humano desde el servidor hasta el gobernante y de la mano de la Dra. Annie Bessant, se tiene que: El Deber de un servidor: […] Así, estudiando al salvaje, vemos que la sa¬tisfacción del deseo es la ley de su progreso. Manú ha dicho: "Tratar de librarse de los deseos satisfaciéndolos, es pretender extin¬guir el fuego, con manteca derretida. Es preciso humillar y dominar el deseo. Es preciso sofocar en absoluto el deseo". Esto es realmente verdadero, pero solamente cuando el hombre alcanza un cierto grado de evolución. En las primeras fases la satisfacción de los deseos es la ley de la evolución. Si el hombre no satisface sus deseos, no hay para él progreso posible. Cuando la facultad de iniciación es débil, la razón pobre y poco desenvuelta, el Yo inconsciente de sus altos destinos e influenciado sobre todo por los deseos, cuando él to¬davía tiene que desarrollarse satisfaciendo la mayor parte si no la totalidad de sus deseos, entonces el Dharma de este hombre es servir y solamente por el cumplimiento de este Dhar¬ma puede conformarse a la ley evolutiva que lo llevará a la perfección. Un hombre tal es un Sudra, cualquiera que sea el nombre que se le de en los diferentes países. En nuestros días reina la confusión. ¿Cual es en este periodo la ley de crecimiento? La obediencia, la devoción, la fidelidad. La obediencia, porque el juicio no está desarrollado. El hombre que tiene por Dharma el servicio, debe obedecer ciegamente a quien sirve. No le corresponde discutir las órdenes de su superior, ni examinar si las acciones que de él se exigen son sabias. Ha recibido una orden y su Dharma es obedecer. Tal es para él la única manera de instruirse. Se vacila en admitir esta doctrina, pero es verdadera. Voy a presentar un ejemplo que parecerá claro, el de un ejército y un sim¬ple soldado a las órdenes de su capitán. Si cada soldado sometiese a su juicio personal las órdenes del general y dijera: "Esto no está bien, porque, a mi modo de ver, hay otro lugar donde yo seria más útil", ¿qué vendría a ser el ejér¬cito? El soldado es fusilado cuando desobedece, porque su deber es la obediencia. ¿Vuestro jui¬cio es débil? Estáis dominado por las influencias exteriores? ¿No podéis ser dichosos más que rodeados de ruido, de tumulto? Entonces vues¬tro Dharma es servir, cualquiera que sea el lu¬gar de vuestro nacimiento y seréis afortunados si vuestro Karma os coloca en una posición en que la disciplina pueda formaros. El deber de un comerciante: Tal como el deber de un servidor es “servir” sin parar mientes en si las órdenes que recibe son correctas o no, justas o injustas; así mismo, el deber de un comerciante, en todos los países del mundo, es: Desenvolver en sí mismo el espíritu de justicia, equidad en las relaciones con el otro, el no dejarse desviar de su objeto por simples razones de sentimiento, el desen-volvimiento de cualidades como la astucia y la perspicacia, sabiendo mantener en equilibrio la balanza entre los deberes contradictorios; el há¬bito de pagar lealmente en los asuntos legales, un espíritu penetrante, la frugalidad, la ausen¬cia de despilfarro y de prodigalidad, la regla de exigir a cada servidor el servicio que debe prestar y pagarle su salario justo, pero nada de más; tales son los rasgos más salientes que preparan para un desarrollo más avanzado. Es un mérito en el Vaishya el ser frugal, el rehusar pagar más de lo que debe, el exigir en las tran¬sacciones la rectitud y la exactitud. Todo esto hace nacer las cualidades necesarias que contribuirán a la perfección futura. Al principio estas cualidades son a veces poco simpáticas, pero consideradas desde un punto de vista más elevado, se ve que constituyen el Dharma de este hombre y si este Dharma no se cumple, los puntos débiles subsistirán en su carácter, se manifestarán más tarde y perjudicarán su evo¬lución. La liberalidad es seguramente la ley de su desenvolvimiento ulterior, pero no la libe¬ralidad del hombre negligente o que paga más de lo que debe. Él debe acumular riquezas por la práctica de la frugalidad y de la exactitud y después emplearlas en nobles adquisiciones, o en pensiones a los sabios, o bien consagrarlas a empresas serias y cuidadosamente estudiadas que tengan por objeto el bien público. Acumu¬lar con energía y gastar con cuidado, discerni¬miento y liberalidad, tal es el Dharma de un Vaishya, la manera como se manifiesta su na¬turaleza y la ley de su crecimiento ulterior. El deber de un guerrero: Pero si un servidor, al igual que un comerciante, tiene un deber que cumplir, también es menester que el guerrero desarrolle aquel que le es propio y, en tal sentido, la palabra guerrero hace referencia en la actualidad a las fuerzas militares y similares de un país, así como también a los grupos armados contrarios a las mismas, aun cuando esto parezca a simple vista un despropósito. Tanto el soldado secuestrado como el guerrillero secuestrador, esto es, tanto victima como victimario, comparten un Dharma y un Karma que deben cumplir. Para A. Bessant, el Dharma del guerrero está relacionado con las batallas y las luchas, en que la naturaleza interior es combativa, agre¬siva, batalladora, sabiendo mantenerse en su puesto y pronta a defender a cada uno en el ejercicio de sus derechos. El valor, la intrepidez, la generosidad magnífica, el sacrificio de la vida en la defensa de los débiles y el cumplimiento de los deberes personales tal es el Dharma del Kshatriya. Su deber es proteger lo que le está confiado contra toda agresión exterior. Esto puede costarle la vida, pero poco importa. Debe cumplir con su deber. Su trabajo es proteger, guardar. Su fuerza debe servir de barrera en¬tre el débil y el opresor, entre el ser indefenso y los que quieren pisotearlo. Tiene razón en hacer la guerra y en luchar en las selvas con las bestias feroces. El deber de un gobernante: Finalmente, el alma de un gobernante está llamada a gobernar, a mantener el control en todo su reino. Si ella no hu¬biese atravesado todos estos períodos anteriores y obtenido la sabiduría por la obediencia (Sudras), el es¬fuerzo (Vaysyas) y la lucha (Kshatryas) ¿cómo podría enseñar? El hombre ha llegado a este grado de evolución en que la expansión natural de su naturaleza interior le impulsa a instruir a sus hermanos más ignorantes. Estas cualidades no son artificiales. Son naturales e innatas y se manifiestan donde quiera que existan. Un Brahman no es un Brahman si, por su Dharma, no ha nacido ins-tructor. ¿Ha adquirido conocimiento y un na¬cimiento favorable? Esto es para ser instructor. La ley de su desenvolvimiento es el conocimiento, la piedad, el perdón de las ofensas, la simpatía por toda criatura. ¡Qué Dharma tan diferente! Pero ¿cómo el Brahman podría sen¬tir simpatía por toda criatura si no hubiese aprendido a sacrificar su existencia a la voz del deber? Las mismas batallas han enseñado al Kshatriya a ser más tarde el amigo de toda cria¬tura. ¿Cuál es para el Brahman, la ley de su desarrollo? No debe perder jamás el imperio sobre sí mismo. Jamás debe ser arrastrado. Siempre debe dar prueba de dulzura. De otra manera, falta a su Dharma. Debe ser absolutamente puro. Jamás deberá llevar una vida in¬digna. Debe desprenderse de los objetos terres¬tres si ejercen alguna acción sobre él. Para cerrar este artículo dedicado al deber podríamos decir que de la comprensión, aplicación y sostenimiento del mismo depende, en gran parte, la felicidad, el crecimiento y la evolución tanto del individuo como de su comunidad y del universo en general. Cada uno debe hacer lo que está llamado a realizar, sin dilación, sin temor y con la firme convicción que existe un camino trazado para llevar a cabo su misión pero que recorrerlo depende del valor, el entendimiento y la voluntad de que se disponga porque, entre otras cosas, el de¬ber del superior es manifestar virtudes superio¬res, pero de ningún modo tiene derecho de exigirlas a sus inferiores. Cada individuo debe manifestar lo que le es apropiado, pero el Dharma varía entre uno y otro ser. Esto nos lleva al último elemento que deseo considerar: La tolerancia. Tanto en la familia, como en la escuela y la sociedad en general, es necesario desarrollar la virtud de la tolerancia al momento de exigir el cumplimiento del deber. No sirve de mucho mostrarle a un Sudra la eficacia de actuaciones relacionadas con el buen gobierno, o discutir la importancia de las luchas armadas con personas cuyo deber no está relacionado con la guerra (sea esta de carácter físico, territorial o psicológico). Con todo esto, es bien sabido que al elevarse de un nivel de consciencia a otro, el individuo gana cierto grado de control y el derecho de comprender lo que sucede en el nivel inmediatamente anterior o inferior, con lo cual puede convertirse en un agente de cambio importante al momento de realizar aportes en la resolución de conflictos de toda índole. Esto, además de constituirse en motivo de mejoramiento personal, es también garantía de superación del conjunto de la raza humana. ¡Cumplir el deber!, he ahí su misión en esta vida.