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martes, 7 de abril de 2015

PINCELADAS SOBRE EL LIENZO DE LA VIDA: LAS OPCIONES SON NUESTRAS


Ayer, mientras caminaba por un pasillo de un concurrido almacén de origen francés localizado en Hangzhou, provincia de Zhejiang, en la República Popular de China, recordé que necesitaba comprar azúcar. Me dirigí a la sección correspondiente y me encontré con la necesidad de tomar una decisión pues había doce posibles opciones para endulzar. ¿Cuál elegir? ¿Qué criterio de selección era el apropiado en este caso? “Solo necesito azúcar para endulzar el café”, pensé. ¿Por qué tantas opciones? ¿Esto dificulta o facilita la existencia? Entonces, pensando en las veces que vi a mi padre hacer la compra en la tienda, momento en que él solo tenía que decir: “Deme cinco kilos de azúcar” para solucionar esta necesidad, se me ocurrió que SIEMPRE TENEMOS OPCIONES y que esas opciones SON NUESTRAS.
No tomes estos camino, crea el tuyo propio

Hay momentos en los cuales la existencia en esta tierra se nos apresta complicada y difícil, o como diría alguien “cuesta arriba”. Nos sentimos como un Sísifo moderno llevando a cuestas una pesada carga hecha con nuestros recuerdos y nuestros sueños; con los sufrimientos y las alegrías; los pesares y los momentos gratos; nuestro temor y nuestro coraje, en fin, toda una gama de sensaciones, emociones, sentimientos y pensamientos que hemos adoptado como parte intrínseca de nuestro propio ser. Es que yo siempre he sido así y no esperes que cambie, con esta frase y otras similares, escuchamos a algunas personas justificar –sin saberlo- la necesidad de arrastrar la pesada piedra cuesta arriba. Y es que no es necesario ser psicólogo, psicoanalista, profesor universitario o sacerdote anglicano para reconocer la carga extra que una persona decide llevar a cuestas, basta con dar un paso al costado y por un momento detenerse a observar con detalle y, si es posible, hacer algunas preguntas retoricas. Este sencillo pero complejo ejercicio nos permitirá ver en los demás aquello que no está de acuerdo con su propia naturaleza, eso que les “sobra”, que les dificulta el caminar, que hace pesada su existencia y lento su andar. Pero esto es solo un primer paso, luego tendremos que aplicar esta fórmula en nosotros mismos, proceso tremendamente  doloroso, confuso y peligroso pero absolutamente imperioso, determinante y fructífero.  

El ser humano es un animal de costumbres, también habremos escuchado esta frase, pero, ¿es realmente cierto? Talvez en una etapa de su desarrollo lo sea, mientras desenvuelve por completo todo su propio mapa existencial. Una vez realizada esta actividad, deberá deshacerse de esas costumbres y empezar a vivir en el sentido exacto y real de la palabra. Acostumbramos a hacer lo mismo cada día, a la misma hora, con los mismos recursos, las mismas personas, lugares y hechos y en esta realización se incluyen tanto aciertos como fracasos. Es tanta la adaptación que terminamos creyendo y aceptando que hasta las situaciones de miseria, dolor y postración  son naturales a nuestro ser, conclusión totalmente sesgada y ridícula. Es que somos una familia pobre, por lo tanto necesitamos ayuda del Estado”, “Es que somos un país pobre, por lo tanto no podemos implementar escaleras eléctricas para los puentes peatonales”, “Es que este ha sido el pensum en esta institución durante cincuenta años y no podemos cambiarlo”.

Pero lo peor no son los mensajes de estos tres ejemplos anteriores –podríamos citar cien mil más-, contenido ya de por si absurdo y ridículo, sino que lo peor es que quienes lo afirman están realmente convencidos de la existencia de un supuesto valor de verdad en cada uno de ellos y, por si esto no fuera suficiente, terminan convenciendo a otras personas que, finalmente, serán quienes padecerán los rigores de su implementación.

Por eso cuando nos paramos a pensar con detenimiento, a desbaratar el entramado de nuestra propia existencia, nos damos cuenta que la mayoría de pensamientos no nos pertenecen, que alguien más está pensando por nosotros.  Caemos en la cuenta que nuestros hábitos, costumbres y rutinas no tienen que ser eternas y, que por el contrario, estamos llamados a ajustarlos, a cambiarlos o eliminarlos, si fuera el caso, para poder avanzar. Y es que todo tiene un valor y un precio, pero solo por un momento de mayor o menor extensión. Nada es para siempre. Una tradición, cualquiera que sea, tiene un valor momentáneo, pero debemos trascenderla si es que queremos llegar a alguna parte. No podemos pretender vivir en el pasado, con las mismas costumbres y pensamientos que hicieron grande a una civilización, aunque tampoco se trata de irse al otro extremo y eliminar o cambiar algo solo por moda, porque nos lo dice nuestro vecino o porque lo imponen los grupos de poder. Es necesario aplicar sabiduría o al menos, algo de discernimiento antes de tomar una opción.

Cada mañana, antes de amarrar la piedra a nuestros pies, limpiémosla, acariciémosla y arranquémosle un pedacito, así llegaremos a la noche un poco menos cansados. Con el paso de los días –quizás años-, notaremos que su tamaño disminuye considerablemente hasta desaparecer por completo. En ese instante nuestra existencia deja de ser “cuesta arriba” para tornarse en un continuo llano donde siempre resplandece el sol con una suave tibieza que invita a caminar y disfrutar de todo cuanto aparece ante nuestra vista. Esto no es simple retórica, es una realidad para muchas personas que un día decidieron dar este primer paso y ahora viven plenamente. La dificultad radica en que mientras usted no se decida cambiar, todo cuanto lea, escuche y vea, será lisa y llanamente teoría, hipótesis fácilmente refutables, sobre todo cuando antepone su propia experiencia de vida, su propio ejemplo.

Decidirnos a cambiar, a limar la piedra, a avanzar, es una opción entre muchas. También podemos volver atrás o quedarnos donde estamos ahora mismo; adelantar hoy y retroceder mañana; desprender un pedacito de la piedra y echarnos a la espalda la mochila de alguien más; renunciar al dolor que nos produce el contacto con el mundo  pero encerrarnos en nuestra propia celda de miseria y sufrimiento; dejar de pelear nuestras propias batallas y luchar en las de los demás… en fin, siempre tendremos opciones iguales o similares, contrarias u opuestas, mejores o mas apropiadas. Todo depende de nosotros mismos, de nuestra capacidad de discernimiento y de la claridad con que veamos el horizonte. Esto me lleva a otra pregunta…   

¿DE QUÉ DEPENDE QUE OPTEMOS POR UNO U OTRO 

CAMINO?

Depende de muchos factores. Pero has de tener en cuenta que aunque son muchas las posibles soluciones para un problema, solamente unas pocas son totalmente adecuadas a las circunstancias o particularidades que estemos viviendo. Y esto no son malas noticias, pues también nos permite aceptar que cualquier solución por la que optemos, nos conducirá a una meta. La diferencia radicará en el grado de sufrimiento o felicidad que tendremos durante la jornada, en el tiempo largo o corto que emplearemos y en la poca o mucha ayuda que recibamos y prestemos.

En todas esas opciones existe algún tipo de avance, todas las azucares que podríamos elegir terminan endulzando nuestro café, pero ciertamente algunas serán más costosas, otras más baratas, otras incluyen más químicos y algunas serán más puras y saludables… todo depende de nosotros. Y, claro, también tenemos la posibilidad de no elegir, y esta es quizás la más costosa. Anquilosarnos frente a la necesidad de tomar una decisión es contravenir el proceso evolutivo en su esencia más pura, pues estamos aquí para andar un camino, actividad que nadie puede hacer por nosotros. Por lo tanto, quedarnos quietos ante la bifurcación significa empezar a morir de la manera más cobarde y brutal. Si hemos llegado a un punto en donde la carretera nos presenta cuatro alternativas para continuar y ninguna de ellas está señalizada, tomar cualquiera de ellas da igual, pues todas ellas te traerán sorpresas que puedes juzgar como buenas o malas, agradables o desagradable y, finalmente, todas ellas te llevarán a algún lugar. 

Y, ¿Qué es lo que hace que optemos por uno u otro camino? Son muchos los factores que condicionan la toma de decisiones, no solo a nivel empresarial o profesional, sino también personal o espiritual. La cantidad y calidad de la información que tengamos, la capacidad de discernimiento que hayamos ganado, la premura que nos azuza y las herramientas externas e internas que tengamos desarrolladas son algunos de estos factores. Un elemento concomitante y quizás presente en todos ellos es la actitud que tengamos frente a la decisión y, en consecuencia, los resultados que prevemos con ella. Dado que atraemos lo que nos es afín, si nuestra actitud frente al desafío es de desgano, desanimo, intolerancia e incredulidad en el resultado, terminaremos optando por la peor solución, aquella que es más costosa en términos de recursos humanos, económicos o físicos. Una actitud positiva y desafiante, decidida y resuelta también tendrá su efecto en los resultados. Todo depende de ti, pero, y…  

¿Y SI ME EQUIVOCO?

Estas aquí y ahora para tomar decisiones, para actuar y lograr resultados, es decir, para cumplir tu propia misión. Hay personas con misiones grandes y complejas, otras traen misiones más sencillas y humildes y entre estos dos extremos podemos encontrar toda una variedad de grados y complejidades imposible de enumerar. Preguntarse por su misión es para muchos, la misión de esta existencia, por eso es que es errado compararse con los demás para establecer puntos de partida o de llegada. Si queremos establecer nuestro propio punto o estado, basta con analizar las condiciones de nuestra propia vida en ese preciso instante en donde estamos parados. Familiares, amigos, compañeros de trabajo, situaciones que nos rodean, conflictos que enfrentamos, actitudes que asumimos, etc. Todo ello nos da una idea general de donde estamos y, a partir de allí, podemos empezar planteándonos ese punto “a donde queremos llegar”. La vida es movimiento y el movimiento es vida, entonces debemos partir ahora mismo. Para “moverse” cualquier camino es bueno, pero ciertamente algunos caminos serán mejores en términos de la economía del universo.

Entonces, no hay equivocación en el movimiento, pues por muchos errores que cometas, por mucho que extravíes el camino, por más que los resultados no sean los que esperabas, al final terminas aprendiendo la lección. El aprendizaje está presente en todas las opciones que se nos presentan, claro está que algunos aprendizajes son más costosos que otros, más dolorosos o espectaculares que otros; más profundos o simples, directos o indirectos. Todo depende de ti, nuevamente. Posiblemente la única equivocación es no seguir ninguna opción y quedarte quieto en el cruce de caminos, sentarte a esperar por el resto de tu vida. Si tú no tomas la decisión, la vida lo hará por ti y ella optará por el camino de mayor economía y más rápido aprendizaje que, casi siempre, es el más directo y corto, pero también el más doloroso y agudo. Pero en términos de resultados, ¿sirve de algo optar por un camino? Veamos…

¿RESULTADOS DE NUESTRAS OPCIONES?

Los resultados siempre aparecerán, y serán los justos y pertinentes para ti y para los demás. Este es otro punto de llegada que se puede tomar también como punto de partida. Es una certeza en la que podemos creer pues nada se pierde en la economía del universo  y, por lo tanto, un esfuerzo en cualquier dirección conduce a un resultado en algún punto del universo. El hecho que no veas, no sientas o no percibas ese resultado, no indica que no existe. Gran error es considerar que por el hecho de que nuestros ojos no capten las consecuencias de nuestros actos, ellas no sean reales o no existan. En ello seguimos fallando y, en consecuencia, continuamos haciendo daño a las especies y al mismo ser humano, amparados en que no vemos los resultados de nuestras acciones. En algún rincón de nuestro corazón la consciencia nos dice que maltratar y martirizar animales está mal, pero nos negamos a escuchar esta voz y continuamos haciéndolo y con ello generamos causas de dolor y sufrimiento propio y ajeno. ¿Cuántas veces nos amparamos en nuestro destino para cometer una y otra vez los mismos errores? Intentamos justificar nuestro sufrimiento en un mal comprendido “libre albedrio” que hace tiempo se volvió perjudicial para el conjunto de la humanidad. “Es mi vida y por ello puedo hacer lo que me dé la gana” y con esta manida frase avanzamos a tientas en medio de una senda perfectamente iluminada, clara y perfecta, pero tropezamos y caemos una y mil veces porque no nos damos cuenta que llevamos una venda en los ojos y, lo que es peor, cuando nos lo hacen saber, justificamos con argumentos estúpidos y anacrónicos la necesidad de llevarla.  Entonces un día nos preguntamos por esta especie de paradoja:

¿LIBRE ALBEDRIO ENTRE CIERTOS LÍMITES?

Si la predestinación o la existencia de una misión personal es real, entonces, ¿existe realmente libre albedrio? Esta pregunta, como tantas otras de gran calibre, se tornan complejas cuando las proponemos e intentamos resolverlas desde un razonamiento lógico o limitado por la existencia dual a la que estamos sometidos en la presente vida. Desde esta posición no es posible obtener respuestas satisfactorias porque somos parte de la misma pregunta. ¿Cómo explicarle a un pez lo que es el agua? Precisamente, esta es una de las razones que convalidan la existencia de los psicólogos y otros profesionales expertos en “aconsejar”, en mostrar las posibles alternativas que tenemos a los problemas cotidianos y de orden existencial. Lo que la psicología hace es “sustraernos” del medio en donde estamos y del que somos parte, para que desde esa nueva posición observemos la situación y, en consecuencia, podamos ver las opciones que nos lleven a tomar una determinación.

En esta condición de gregarismo que actualmente identifica a la mayoría de seres humanos, es muy difícil hacer esta tarea por si mismo. Incluso en las consultas psicológicas se nota que la iteración de las conductas de maltrato físico, por ejemplo, es una constante de una espiral en decadencia en la cual los protagonistas no alcanzan a visualizar las consecuencias de sus actos, aun cuando para quienes los rodean sean tan evidentes. Un fumador empedernido no suele vislumbrar ningún mal con su conducta. En fin, volviendo al tema del libre albedrio podemos decir que sus límites existen pero que son fijados por el mismo sujeto, por la incapacidad mayor o menor de usar las herramientas de desarrollo y evolución de que dispone, por su mayor o menor grado de ignorancia de la leyes que rigen el universo, por sus actitudes y aptitudes frente a la vida y su misión personal, y por la capacidad de discernimiento que haya desarrollado. Una mente poco avanzada fijará unos límites cercanos para sentirse cómoda y segura dentro de ese pequeño campo de acción en donde las opciones son limitadas; por el contrario un ser más desarrollado o evolucionado, fijará estos límites más allá, incluirá más personas, situaciones, culturas, posibilidades, y, con ello, amplía ostensiblemente el número de opciones a la hora de tomar una determinación.  

Así vemos que en sus primeras etapas de desarrollo, la persona se ama a sí misma, vive, siente y percibe solo aquello que le afecta directamente, pero poco a poco y con el paso del tiempo, empieza a percibir a los demás, sus necesidades, afanes, problemas, ambiciones, aspiraciones. Al comienzo lo hará con su familia, luego con el círculo de amigos y afines y finalmente, expresará su amor en el género humano, ya no en las personas. Incluirá en su momento a otras especies por encima y por debajo de la humana, y los animales, las plantas, los minerales; los elementales y los devas harán parte de sus preocupaciones y serán objeto de su ayuda amorosa y desinteresada. En este último caso, el libre albedrio toma una nueva connotación y ya no podemos decir que exista solo entre ciertos límites.      

La posibilidad de expansión es solo una opción frente a la restricción, pues al igual que con las virtudes y miserias, es el ser humano quien por libre decisión opta por una o por otra. Aunque exista una aparente imposición por parte de la vida, de una organización, de un estado, de un superior o similar, finalmente la decisión de tomar un camino es solo suya y de nadie más. Tenemos opciones siempre, solo falta que expandamos un poco más nuestra visión de mundo y de la realidad. Frente a criticar, podemos optar por aceptar y colaborar; para ir al trabajo podemos tomar el autobús o caminar; amar en lugar de golpear; ser ricos en lugar de ser pobres; ver o negar las oportunidades; comprar azúcar blanca o morena, e incluso, endulzar con estevia o no endulzar; ampliar el circulo donde somos conscientes o encogerlo hasta que sea tan pequeño que solo quepamos nosotros mismos; también podemos optar por vivir en lugar de morir. Todo depende de ti.

JossP F&E