Ayer,
mientras caminaba por un pasillo de un concurrido almacén de origen francés
localizado en Hangzhou, provincia de Zhejiang, en la República Popular de
China, recordé que necesitaba comprar azúcar. Me dirigí a la sección
correspondiente y me encontré con la necesidad de tomar una decisión pues había
doce posibles opciones para endulzar. ¿Cuál elegir? ¿Qué criterio de selección era
el apropiado en este caso? “Solo necesito
azúcar para endulzar el café”, pensé. ¿Por qué tantas opciones? ¿Esto
dificulta o facilita la existencia? Entonces, pensando en las veces que vi a mi
padre hacer la compra en la tienda, momento en que él solo tenía que decir: “Deme cinco kilos de azúcar” para
solucionar esta necesidad, se me ocurrió que SIEMPRE TENEMOS OPCIONES y que
esas opciones SON NUESTRAS.
No tomes estos camino, crea el tuyo propio |
Hay
momentos en los cuales la existencia en esta tierra se nos apresta complicada y
difícil, o como diría alguien “cuesta
arriba”. Nos sentimos como un Sísifo
moderno llevando a cuestas una pesada carga hecha con nuestros recuerdos y
nuestros sueños; con los sufrimientos y las alegrías; los pesares y los
momentos gratos; nuestro temor y nuestro coraje, en fin, toda una gama de
sensaciones, emociones, sentimientos y pensamientos que hemos adoptado como
parte intrínseca de nuestro propio ser. “Es
que yo siempre he sido así y no esperes que cambie”, con esta frase y otras
similares, escuchamos a algunas personas justificar –sin saberlo- la necesidad
de arrastrar la pesada piedra cuesta arriba. Y es que no es necesario ser
psicólogo, psicoanalista, profesor universitario o sacerdote anglicano para
reconocer la carga extra que una persona decide llevar a cuestas, basta con dar
un paso al costado y por un momento detenerse a observar con detalle y, si es
posible, hacer algunas preguntas retoricas. Este sencillo pero complejo
ejercicio nos permitirá ver en los demás aquello que no está de acuerdo con su
propia naturaleza, eso que les “sobra”,
que les dificulta el caminar, que hace pesada su existencia y lento su andar.
Pero esto es solo un primer paso, luego tendremos que aplicar esta fórmula en
nosotros mismos, proceso tremendamente doloroso, confuso y peligroso pero
absolutamente imperioso, determinante y fructífero.
“El ser humano es un animal de costumbres”,
también habremos escuchado esta frase, pero, ¿es realmente cierto? Talvez en
una etapa de su desarrollo lo sea, mientras desenvuelve por completo todo su
propio mapa existencial. Una vez realizada esta actividad, deberá deshacerse de
esas costumbres y empezar a vivir en el sentido exacto y real de la palabra.
Acostumbramos a hacer lo mismo cada día, a la misma hora, con los mismos
recursos, las mismas personas, lugares y hechos y en esta realización se
incluyen tanto aciertos como fracasos. Es tanta la adaptación que terminamos
creyendo y aceptando que hasta las situaciones de miseria, dolor y postración son naturales a nuestro ser, conclusión
totalmente sesgada y ridícula. “Es que
somos una familia pobre, por lo tanto necesitamos ayuda del Estado”, “Es que somos un país pobre, por lo tanto no
podemos implementar escaleras eléctricas para los puentes peatonales”, “Es que este ha sido el pensum en esta
institución durante cincuenta años y no podemos cambiarlo”.
Pero
lo peor no son los mensajes de estos tres ejemplos anteriores –podríamos citar
cien mil más-, contenido ya de por si absurdo y ridículo, sino que lo peor es
que quienes lo afirman están realmente convencidos de la existencia de un supuesto
valor de verdad en cada uno de ellos y, por si esto no fuera suficiente,
terminan convenciendo a otras personas que, finalmente, serán quienes padecerán
los rigores de su implementación.
Por eso cuando nos paramos
a pensar con detenimiento, a desbaratar el entramado de nuestra propia
existencia, nos damos cuenta que la mayoría de pensamientos no nos pertenecen,
que alguien más está pensando por nosotros.
Caemos en la cuenta que nuestros hábitos, costumbres y rutinas no tienen
que ser eternas y, que por el contrario, estamos llamados a ajustarlos, a
cambiarlos o eliminarlos, si fuera el caso, para poder avanzar. Y es que todo
tiene un valor y un precio, pero solo por un momento de mayor o menor
extensión. Nada es para siempre. Una tradición, cualquiera que sea, tiene un
valor momentáneo, pero debemos trascenderla si es que queremos llegar a alguna
parte. No podemos pretender vivir en el pasado, con las mismas costumbres y
pensamientos que hicieron grande a una civilización, aunque tampoco se trata de
irse al otro extremo y eliminar o cambiar algo solo por moda, porque nos lo
dice nuestro vecino o porque lo imponen los grupos de poder. Es necesario
aplicar sabiduría o al menos, algo de discernimiento antes de tomar una opción.
Cada
mañana, antes de amarrar la piedra a nuestros pies, limpiémosla, acariciémosla
y arranquémosle un pedacito, así llegaremos a la noche un poco menos cansados.
Con el paso de los días –quizás años-, notaremos que su tamaño disminuye
considerablemente hasta desaparecer por completo. En ese instante nuestra
existencia deja de ser “cuesta arriba”
para tornarse en un continuo llano donde siempre resplandece el sol con una
suave tibieza que invita a caminar y disfrutar de todo cuanto aparece ante
nuestra vista. Esto no es simple retórica, es una realidad para muchas personas
que un día decidieron dar este primer paso y ahora viven plenamente. La
dificultad radica en que mientras usted no se decida cambiar, todo cuanto lea,
escuche y vea, será lisa y llanamente teoría, hipótesis fácilmente refutables,
sobre todo cuando antepone su propia experiencia de vida, su propio ejemplo.
Decidirnos a cambiar, a
limar la piedra, a avanzar, es una opción entre muchas. También podemos volver
atrás o quedarnos donde estamos ahora mismo; adelantar hoy y retroceder mañana;
desprender un pedacito de la piedra y echarnos a la espalda la mochila de
alguien más; renunciar al dolor que nos produce el contacto con el mundo pero encerrarnos en nuestra propia celda de
miseria y sufrimiento; dejar de pelear nuestras propias batallas y luchar en
las de los demás… en fin, siempre tendremos opciones iguales o similares,
contrarias u opuestas, mejores o mas apropiadas. Todo depende de nosotros
mismos, de nuestra capacidad de discernimiento y de la claridad con que veamos
el horizonte. Esto me lleva a otra pregunta…
¿DE QUÉ DEPENDE QUE OPTEMOS POR UNO U
OTRO
CAMINO?
Depende
de muchos factores. Pero has de tener en cuenta que aunque son muchas las
posibles soluciones para un problema, solamente unas pocas son totalmente
adecuadas a las circunstancias o particularidades que estemos viviendo. Y esto
no son malas noticias, pues también nos permite aceptar que cualquier solución
por la que optemos, nos conducirá a una meta. La diferencia radicará en el
grado de sufrimiento o felicidad que tendremos durante la jornada, en el tiempo
largo o corto que emplearemos y en la poca o mucha ayuda que recibamos y prestemos.
En
todas esas opciones existe algún tipo de avance, todas las azucares que podríamos
elegir terminan endulzando nuestro café, pero ciertamente algunas serán más
costosas, otras más baratas, otras incluyen más químicos y algunas serán más
puras y saludables… todo depende de nosotros. Y, claro, también tenemos la
posibilidad de no elegir, y esta es quizás la más costosa. Anquilosarnos frente
a la necesidad de tomar una decisión es contravenir el proceso evolutivo en su
esencia más pura, pues estamos aquí para andar un camino, actividad que nadie
puede hacer por nosotros. Por lo tanto, quedarnos quietos ante la bifurcación
significa empezar a morir de la manera más cobarde y brutal. Si hemos llegado a
un punto en donde la carretera nos presenta cuatro alternativas para continuar
y ninguna de ellas está señalizada, tomar cualquiera de ellas da igual, pues
todas ellas te traerán sorpresas que puedes juzgar como buenas o malas,
agradables o desagradable y, finalmente, todas ellas te llevarán a algún
lugar.
Y,
¿Qué es lo que hace que optemos por uno u otro camino? Son muchos los factores
que condicionan la toma de decisiones, no solo a nivel empresarial o
profesional, sino también personal o espiritual. La cantidad y calidad de la
información que tengamos, la capacidad de discernimiento que hayamos ganado, la
premura que nos azuza y las herramientas externas e internas que tengamos
desarrolladas son algunos de estos factores. Un elemento concomitante y quizás
presente en todos ellos es la actitud que tengamos frente a la decisión y, en
consecuencia, los resultados que prevemos con ella. Dado que atraemos lo que
nos es afín, si nuestra actitud frente al desafío es de desgano, desanimo,
intolerancia e incredulidad en el resultado, terminaremos optando por la peor
solución, aquella que es más costosa en términos de recursos humanos,
económicos o físicos. Una actitud positiva y desafiante, decidida y resuelta
también tendrá su efecto en los resultados. Todo depende de ti, pero, y…
¿Y
SI ME EQUIVOCO?
Estas
aquí y ahora para tomar decisiones, para actuar y lograr resultados, es decir,
para cumplir tu propia misión. Hay personas con misiones grandes y complejas,
otras traen misiones más sencillas y humildes y entre estos dos extremos
podemos encontrar toda una variedad de grados y complejidades imposible de
enumerar. Preguntarse por su misión es para muchos, la misión de esta
existencia, por eso es que es errado compararse con los demás para establecer
puntos de partida o de llegada. Si queremos establecer nuestro propio punto o
estado, basta con analizar las condiciones de nuestra propia vida en ese
preciso instante en donde estamos parados. Familiares, amigos, compañeros de
trabajo, situaciones que nos rodean, conflictos que enfrentamos, actitudes que
asumimos, etc. Todo ello nos da una idea general de donde estamos y, a partir
de allí, podemos empezar planteándonos ese punto “a donde queremos llegar”. La vida es movimiento y el movimiento es
vida, entonces debemos partir ahora mismo. Para “moverse” cualquier camino es bueno, pero ciertamente algunos
caminos serán mejores en términos de la economía del universo.
Entonces,
no hay equivocación en el movimiento, pues por muchos errores que cometas, por
mucho que extravíes el camino, por más que los resultados no sean los que
esperabas, al final terminas aprendiendo la lección. El aprendizaje está
presente en todas las opciones que se nos presentan, claro está que algunos
aprendizajes son más costosos que otros, más dolorosos o espectaculares que otros;
más profundos o simples, directos o indirectos. Todo depende de ti, nuevamente.
Posiblemente la única equivocación es no seguir ninguna opción y quedarte
quieto en el cruce de caminos, sentarte a esperar por el resto de tu vida. Si tú
no tomas la decisión, la vida lo hará por ti y ella optará por el camino de
mayor economía y más rápido aprendizaje que, casi siempre, es el más directo y
corto, pero también el más doloroso y agudo. Pero en términos de resultados,
¿sirve de algo optar por un camino? Veamos…
¿RESULTADOS DE NUESTRAS
OPCIONES?
Los
resultados siempre aparecerán, y serán los justos y pertinentes para ti y para
los demás. Este es otro punto de llegada que se puede tomar también como punto
de partida. Es una certeza en la que podemos creer pues nada se pierde en la
economía del universo y, por lo tanto,
un esfuerzo en cualquier dirección conduce a un resultado en algún punto del
universo. El hecho que no veas, no sientas o no percibas ese resultado, no
indica que no existe. Gran error es considerar que por el hecho de que nuestros
ojos no capten las consecuencias de nuestros actos, ellas no sean reales o no
existan. En ello seguimos fallando y, en consecuencia, continuamos haciendo
daño a las especies y al mismo ser humano, amparados en que no vemos los
resultados de nuestras acciones. En algún rincón de nuestro corazón la
consciencia nos dice que maltratar y martirizar animales está mal, pero nos
negamos a escuchar esta voz y continuamos haciéndolo y con ello generamos
causas de dolor y sufrimiento propio y ajeno. ¿Cuántas veces nos amparamos en
nuestro destino para cometer una y otra vez los mismos errores? Intentamos
justificar nuestro sufrimiento en un mal comprendido “libre albedrio” que hace tiempo se volvió perjudicial para el
conjunto de la humanidad. “Es mi vida y
por ello puedo hacer lo que me dé la gana” y con esta manida frase
avanzamos a tientas en medio de una senda perfectamente iluminada, clara y
perfecta, pero tropezamos y caemos una y mil veces porque no nos damos cuenta
que llevamos una venda en los ojos y, lo que es peor, cuando nos lo hacen
saber, justificamos con argumentos estúpidos y anacrónicos la necesidad de
llevarla. Entonces un día nos
preguntamos por esta especie de paradoja:
¿LIBRE
ALBEDRIO ENTRE CIERTOS LÍMITES?
Si
la predestinación o la existencia de una misión personal es real, entonces,
¿existe realmente libre albedrio? Esta pregunta, como tantas otras de gran
calibre, se tornan complejas cuando las proponemos e intentamos resolverlas
desde un razonamiento lógico o limitado por la existencia dual a la que estamos
sometidos en la presente vida. Desde esta posición no es posible obtener
respuestas satisfactorias porque somos parte de la misma pregunta. ¿Cómo
explicarle a un pez lo que es el agua? Precisamente, esta es una de las razones
que convalidan la existencia de los psicólogos y otros profesionales expertos
en “aconsejar”, en mostrar las
posibles alternativas que tenemos a los problemas cotidianos y de orden
existencial. Lo que la psicología hace es “sustraernos”
del medio en donde estamos y del que somos parte, para que desde esa nueva
posición observemos la situación y, en consecuencia, podamos ver las opciones
que nos lleven a tomar una determinación.
En
esta condición de gregarismo que actualmente identifica a la mayoría de seres
humanos, es muy difícil hacer esta tarea por si mismo. Incluso en las consultas
psicológicas se nota que la iteración de las conductas de maltrato físico, por
ejemplo, es una constante de una espiral en decadencia en la cual los protagonistas
no alcanzan a visualizar las consecuencias de sus actos, aun cuando para
quienes los rodean sean tan evidentes. Un fumador empedernido no suele
vislumbrar ningún mal con su conducta. En fin, volviendo al tema del libre
albedrio podemos decir que sus límites existen pero que son fijados por el
mismo sujeto, por la incapacidad mayor o menor de usar las herramientas de
desarrollo y evolución de que dispone, por su mayor o menor grado de ignorancia
de la leyes que rigen el universo, por sus actitudes y aptitudes frente a la
vida y su misión personal, y por la capacidad de discernimiento que haya
desarrollado. Una mente poco avanzada fijará unos límites cercanos para
sentirse cómoda y segura dentro de ese pequeño campo de acción en donde las
opciones son limitadas; por el contrario un ser más desarrollado o
evolucionado, fijará estos límites más allá, incluirá más personas,
situaciones, culturas, posibilidades, y, con ello, amplía ostensiblemente el
número de opciones a la hora de tomar una determinación.
Así
vemos que en sus primeras etapas de desarrollo, la persona se ama a sí misma,
vive, siente y percibe solo aquello que le afecta directamente, pero poco a
poco y con el paso del tiempo, empieza a percibir a los demás, sus necesidades,
afanes, problemas, ambiciones, aspiraciones. Al comienzo lo hará con su
familia, luego con el círculo de amigos y afines y finalmente, expresará su
amor en el género humano, ya no en las personas. Incluirá en su momento a otras
especies por encima y por debajo de la humana, y los animales, las plantas, los
minerales; los elementales y los devas harán parte de sus preocupaciones y
serán objeto de su ayuda amorosa y desinteresada. En este último caso, el libre
albedrio toma una nueva connotación y ya no podemos decir que exista solo entre
ciertos límites.
La
posibilidad de expansión es solo una opción frente a la restricción, pues al
igual que con las virtudes y miserias, es el ser humano quien por libre
decisión opta por una o por otra. Aunque exista una aparente imposición por
parte de la vida, de una organización, de un estado, de un superior o similar,
finalmente la decisión de tomar un camino es solo suya y de nadie más. Tenemos
opciones siempre, solo falta que expandamos un poco más nuestra visión de mundo
y de la realidad. Frente a criticar, podemos optar por aceptar y colaborar;
para ir al trabajo podemos tomar el autobús o caminar; amar en lugar de
golpear; ser ricos en lugar de ser pobres; ver o negar las oportunidades;
comprar azúcar blanca o morena, e incluso, endulzar con estevia o no endulzar;
ampliar el circulo donde somos conscientes o encogerlo hasta que sea tan
pequeño que solo quepamos nosotros mismos; también podemos optar por vivir en
lugar de morir. Todo depende de ti.
JossP F&E
No hay comentarios:
Publicar un comentario