¡Amiga, nunca cambies!...
¡Espero que nunca cambies!
En algún momento de
nuestras vidas habremos utilizado estas frases y otras más que invitan a esa
persona que amamos a que permanezca en un estado que, aparentemente, es
agradable para nosotros. Y esto es curioso por dos motivos: en primera
instancia, porque esa persona tan querida tuvo que hacer algún cambio en su
vida antes de parecernos tan cercana y agradable y, en segundo lugar, porque de
la cuna a la tumba tenemos una certeza: la del cambio.
Continuando con las
pinceladas que dibujan nuestra existencia en este planeta, hoy haremos
referencia al “cambio” desde dos
dimensiones: como una condición inherente al ser humano y como la posibilidad
de explotar todo nuestro mejor potencial.
Todas las direcciones son potencialidades del ser humano |
Desde la certeza según la
cual “todo rio que se estanca, se
transforma en lago y todo lago que deja de fluir, se malogra y muere” nos
acercaremos al ser humano como una entidad que tiene por condición y compromiso
esencial el de mantenerse en movimiento so
pena de perecer en el olvido. Entre las muchas similitudes,
complementariedades y nexos generales que se pueden hallar entre las diferentes
escuelas de pensamiento, teosóficas, nueva era y demás, quedémonos hoy con la
del movimiento como causa y
mantenimiento de la vida. Ya el filósofo Platón proponía que las almas antes de
nacer en la tierra se encontraban en un estado latente arriba de la vida
manifestada en el planeta y con ello, dejaba claro que aunque hubiese en los “cielos” (o como se lo desee llamar), una
aparente quietud, la verdad era que el movimiento era continuo y tenía una
dirección y un sentido perfectamente definidos.
Y si miramos a la tierra
vemos igualmente un desplazamiento constante en todo cuanto observamos, incluso
las plantas y los minerales, dirán algunas escuelas esotéricas, están en
constante movimiento. Los límites del barrio cambian, lo hacen también los países
y continentes, y este movimiento se verifica a nivel del planeta y del sistema
solar; el universo mismo está en constante fluir, y sin embargo, queremos que
nuestro mejor amigo permanezca quieto y estancado.
Somos seres gregarios por
naturaleza, por eso la salida del redil se suele pagar muy caro. Nadie desde
dentro perdona a quien se atreve a pensar, hablar y obrar libremente, sin las
ataduras que directa o sigilosamente impone un sistema social como el actual. De
esto también habló Platón en su “Mito de
la Caverna”, y hoy en día, más de dos mil años después, solo unos pocos lo
comprenden y aplican. En fin, como seres gregarios necesitamos seguir a un
líder que dicte las pautas de acción (y las normas) pues consideramos que así
es más fácil vivir “hemos creado límites
para todo, incluso para la libertad y para la vida”, también para el miedo
y la vergüenza. Nos sentimos bien en esa pequeña zona donde nos aislamos.
Quedarnos quietos en
nuestra “zona de confort”, allí donde
nos pide nuestra amiga o amigo que permanezcamos, es bueno, agradable,
sencillo. Hemos alcanzado ese estado hace poco o mucho tiempo, y como sea, aquí
nos sentimos bien porque es una zona que conocemos al dedillo. Allí percibimos
seguridad porque sabemos que pocas o nulas sorpresas se nos deparan. Allí somos
sociales y nos rodean comodidades y personas similares. La zona de confort es
segura, claro que los milagros suceden fuera de esa zona, y es por ello que la
Astrología propone que nos movamos de ese Nodo
Sur, como lo denomina, porque corresponde a todo lo logrado en el pasado,
las habilidades y destrezas que alcanzamos en algún momento de nuestro paso por
esta y otras muchas vidas, y con ello deja claro que el trabajo realmente
importante, -el único importante-, es irse al Nodo Norte, es decir, moverse, salir de la zona de confort. Y es
que las cosas están perfectamente diseñadas para que usted se mueva, cambie y
evolucione. De hecho, si usted no lo hace por su cuenta, la vida lo obligará a
hacerlo en el momento preciso:
…eliminan
tu puesto de trabajo, tu novia te deja por otro, tu esposo se va de casa con
otra; tu mascota más querida fallece; el banco expropia tu casa, acontece un
terremoto que devasta la zona donde vives; te ascienden en tu empresa a un
cargo mejor, te aumentan el salario, abres tu propia empresa; conoces a la
mujer o al hombre de tu vida, te vas a vivir a otro país, te ganas la lotería…
…en fin, tantos y tantos
sucesos que sueles calificar de buenos o malos van aconteciendo en tu vida para
moverte a los cambios.
Y es que si miras detenidamente,
¿Qué es lo único que NO ha cambiado en tu vida desde que tenías cinco años? Tu
cuerpo físico ha cambiado, tus pensamientos han cambiado, tu actitud hacia los
demás ha cambiado, tus gustos y deseos han cambiado… Quizás respondas: “¡El nombre!”, si, es posible, y eso
que en algunos ha cambiado y en casi todos ha habido un pequeño ajuste
relacionado con el apodo y el apelativo que usábamos entonces o que hemos
asumido ahora. Tienes el mismo corazón, pero ahora es mayor en tamaño y
capacidad; el mismo cerebro, pero ahora es más grande y más activo; los mismos pulmones
pero ahora tienen una capacidad superior y quizás están más contaminados…
Cambiar no solo es un
imperativo y una condición imparable en el ser humano, es también la forma de
verificar la evolución, porque… ¿en qué
aspectos eres mejor ahora que antes? El cambio te permite compararte con ese “ser” que eras a los siete, catorce o más
años y definir cuánto de bueno, de bello, de eterno has logrado. ¡El mundo es
mejor que hace cincuenta años!, decía airosamente alguien, pero… ¿mejor en qué
sentido? Y si tú has cambiado, también lo ha hecho el mundo, otro tanto habrá
sucedido con el universo en su totalidad. Pero los cambios no siempre son
sencillos, fáciles o positivos; hay transformaciones que terminan por remover
toda la estructura de pensamiento, de palabra o de acción que nos sostenía, por
ejemplo como cuando emigras a otro país y te tienes que enfrentar a una cultura
diferente, una posición social inferior y unos alimentos que jamás habías
considerado incluir en tu dieta.
Si la vida nos conmina o
si por nuestra propia cuenta nos atrevemos a “movernos”, debemos ser conscientes que existe un precio que debemos
pagar por esa osadía. Nada es gratis en esta existencia dual y una causa genera
una o varias consecuencias que se manifiestan a lo largo de nuestra vida.
Entonces, ¿Por qué moverse? La única respuesta plausible a esta pregunta se
relaciona con la evolución del ser en todas sus posibles manifestaciones, con
esa expresa necesidad que tiene la vida de manifestarse para avanzar desde un
punto hacia otro ubicado más allá del tiempo y la distancia.
Siendo la evolución la
condición esencial de la vida, la negación o renuncia a la misma corresponde a
una violación del destino que tarde o temprano deberá ser corregida. El libre
albedrio parece estar direccionado hacia un mismo origen y si por temor o
indiferencia nos rehusamos ir al Nodo
Norte hoy, solo estaremos retardando un proceso que deberemos iniciar y
culminar algún día. Entonces… ¡empecemos ya!
Acaso me dirás: “¿Empezar por dónde?” Te responderé: “Pues por el principio, por la base que es
desde donde todo debe empezar”. Nunca comenzamos de cero, pues siempre
tenemos algunas bases que podemos utilizar. Una forma de reencauzar el destino
es enfrentando y derrotando los miedos, principalmente el miedo a cambiar, a
dejar aquella zona donde nos sentimos cómodos. Y es que tantos años en la misma
posición, con los mismos amigos, comiendo las mismas comidas, yendo a los
mismos lugares; albergando los mismos pensamientos, acariciando los mismos
rencores y pesares, terminan por hacernos creer que lo que nos rodea es todo
cuanto existe en este vasto universo. A esto le podemos sumar la presión de la
sociedad para que eternicemos las mismas estructuras o instituciones que ella
nos ha impuesto con el exclusivo objetivo de impedirnos ver un posible futuro
fuera de ellas. La familia, la policía, el barrio, el colegio, la empresa, la
iglesia, el hospital, el gobierno, etc., comienzan como el núcleo donde podemos
ser nosotros mismos pero terminan esclavizándonos e impidiendo nuestro
verdadero avance en campos como el espiritual o el humano. Estas instituciones tienen una
importancia medida por la incapacidad que tengamos de asumir nuestro propio
desarrollo en nuestras manos. Una vez iniciado este proceso, sentimos la
imperiosa necesidad de tomar cierta distancia de ellas. Un individuo que
expresa lo mejor de la condición humana no necesita policías, religiones, hospitales,
escuelas, gobiernos, etc. Es como cuando el pez crece más allá de los límites
fijos de su pecera y precisa ser reubicado en un lugar más amplio. ¿Cómo se sentirá
un pez cuando lo cambias de pecera?
Ahora bien, no se trata de
“salirse” de estos grupos e irse a la
montaña a meditar como un asceta medieval, pues tal como lo propone un gran
amigo filósofo y antropólogo, “terminaríamos
enamorados, apegados y dependiendo de la caverna donde meditamos”. Debemos
continuar con nuestras cotidianidades, el deber debe ser hecho aunque sea solo
una actividad sencilla que a primera vista no cambie el curso de la existencia,
pero que juntas terminaran por encauzar este mundo y hacer que se cumpla el
destino tanto del ser humano como del universo mismo.
Por ser el cambio parte
del destino humano, pedir que no se lleve a cabo, es pretender quebrantar el
destino mismo. ¿Quién tendría la osadía de hacerlo? Ahora, ¿Te has preguntado
alguna vez cual es la razón por la cual le pedimos a nuestro amigo o amiga que
nunca cambie? Los motivos, aunque aparentemente únicos y personales, se pueden
resumir en pocas palabras. En primera instancia, se trata de un tipo de egoísmo
por nuestra parte, pues el estado actual de la relación es cómodo para nosotros
mismos, y un cambio traería modificaciones también en nosotros. Esto nos lleva
a la segunda razón: tenemos miedo de nuestro propio cambio y para evitarlo,
impedimos el del otro. Finalmente, en tercera instancia se puede apreciar una
especie de envidia hacia quien ha cambiado, un cierto recelo por aquella
persona que se ha movido de su zona de confort y, en consecuencia, ha logrado
ascender un escalón más en su proceso de perfeccionamiento. Y es que si te veo
subir, mejorar, avanzar, crecer y enriquecerte en todos los sentidos, me
sentiré seguramente frustrado, incapaz, desmejorado y empequeñecido por ti.
Esto me recuerda una situación en una película en la que la protagonista
decide, después de mucha dilación, dejar su actual vida e irse a vivir seis
meses a Italia, otros seis más en India, para culminar otro tanto en Bali.
Cuando está a punto de partir de su ciudad natal, su mejor amiga la conmina a que
se quede y lo hace mostrándole todos los problemas e inconvenientes que
seguramente hallará en su nueva vida, así como señalándole las razones por las
cuales debe quedarse y resignarse. Finalmente, al verla con sus maletas en la
calle y a la espera de un taxi para ir al aeropuerto, le confiesa que su
insistencia es solo porque siente envidia ya que ella misma no puede hacer un
viaje pues está atada al trabajo, la casa, la familia y a las cosas materiales
y comodidades que le rodean.
Cambiar no es fácil, nunca
lo es, el primer paso siempre será el más difícil. ¿Has notado como el bebé
tarda y se le complica mucho ese “primer
paso”? Pero luego, todo se hace más fácil. Una forma de comenzar es no
hacerle caso a nuestro amigo o amiga cuando nos desee quietud y estabilidad y,
de parte nuestra, desear muchos cambios positivos y constantes a esa persona
que amamos. Enviarle con el pensamiento mucha energía positiva, amor y luz para
que en su camino evolutivo continúe hallando las respuestas a las preguntas de
la vida. Para que su corazón y su mente se abran y expandan hasta abarcar las
otras manifestaciones de la vida real que la obcecación, la comodidad y la
pasividad impiden vislumbrar.
Aunque no podamos ver la
fuerza y el impacto de esta actitud mental de ayuda y sanación, ella es una
realidad tan cierta como la evolución misma. La presencia física no es
requisito indispensable para la efectividad de esta ayuda que estamos llamados
a prestar, basta con pensar clara y firmemente en esa persona que deseamos
ayudar, con imaginarla sana, feliz y creciendo en todos los sentidos posibles.
La luz le llegará, no tenga duda de esto y lo hará porque nadie está aislado en
este mundo, porque todos estamos conectados y sincronizados con el universo. Sabiamente
lo expresó el personaje de Sonmi 451
en la película Cloud Atlas:
“Nuestra
vida no nos pertenece. Del vientre a la tumba estamos unidos a otros, en el
pasado y en el presente, y por cada crimen y cada bondad, concebimos nuestro
futuro. Las consecuencias de la vida de un individuo hacen eco para toda la
eternidad”.
Con estas palabras
cerramos este post dedicado al cambio, es decir, al destino humano, a la
evolución y a la vida misma. Entonces, la próxima vez que veamos a nuestro
mejor amigo o amiga, deseémosle muchos, positivos y constantes cambios, y
además, enviémosle toda la energía, el amor y la luz que podamos concebir para
ayudarle en ese proceso. Te deseo todo esto y mucho más, querido amigo, querida
amiga.
JossP F&E
2015
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