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viernes, 23 de abril de 2010

DEL CAMINO Y EL FIN


Por ELIPER F&E
Noviembre de 2009

Imagínese por un momento que va en un bus camino de regreso a su hogar, después de un largo día de labores en la empresa, en  el trabajo o en la universidad. Mientras el vehículo recorre el camino, usted empieza a pensar en aquello que hará al llegar a su casa: sentarse en la silla preferida y ver la televisión, estudiar para ese examen que tendrá en la universidad la próxima semana, o simplemente cerrar los ojos y descansar media hora. No importa que suceda al final, pero sabe que cuando entre por la puerta del hogar, será feliz.
En estas elucubraciones va usted mientras el conductor hace su trabajo. Ahora bien, ese es su caso, pero al pensar en otras personas, se da cuenta que también ellas van inmersos en situaciones y vivencias que tendrán al entrar por la puerta de cada uno de sus hogares. Por algun motivo, el bus se tarda más de lo usual en hacer el recorrido y, en consecuencia, usted tiene más tiempo para pensar. Decide entonces que su mente se ocupará también de los problemas por  los cuales está pasando en ese momento. Trae a su memoria el día en que tomó tal o cual decisión y las circunstancias que lo llevaron a hacerlo, y se recrimina el rumbo que tomaron los acontecimientos. Mira por la ventana del bus y recuerda que algunos años atrás, cuando era solo un(a) chico(a), solía disfrutar del viento golpeando su rostro… pero esos tiempos están lejanos. Sonríe, pero  un hueco  en la vía hace saltar el vehículo y lo trae de vuelta a la realidad, mientras el conductor insulta de forma airada a un pasajero que quería saltarse la registradora. La realidad es tan dura como la verdad.
Ese brusco movimiento despertó el hambre, el estomago le recuerda que hace mas de cinco horas que no lo alimenta. Busca entre el caos que supone a esta hora su maletín o su bolso y solo encuentra un caramelo que le regaló hace dos días una amiga muy querida cuando terminaban de almorzar. A propósito –piensa usted-, no le di ni las gracias y menos le devolví  aquella sonrisa de aprecio que es usual en ella. ¿Qué hará ahora mismo?, ¿Acaso también ira camino a su casa?...creo que me cae súper bien, ¡pero está un poco gorda! ¿Por qué las mujeres se dejan engordar tan fácilmente? –piensa y sonríe. Mira el reloj y el tiempo sigue su camino inexorable. El tiempo es inminente e intransigente, no tiene compasión y poco a poco le queda menos tiempo para descansar en su silla preferida. No cabe duda que las cosas han cambiado.
Buenas tardes señoras y señores, el día de hoy vengo ofreciéndoles este rico y delicioso maxcombis por doscientos pesitos; para mayor economía, lleve los tres por quinientos. Gracias por apoyar mi trabajo”. –El mismo discurso de siempre, -piensa usted, mientras estira un poco los pies en medio del poco espacio que estos buses dejan para el usuario. Agradece al Creador que al menos cuenta con un trabajo digno que le permite llevar la comida a su casa o pagar sus estudios de Administración de empresas en la universidad. Decide colaborarle al niño trabajador y le compra la promoción. Una sonrisa del chico le recuerda que algún día también usted debió vender dulces para comprar comida, pero lo hacía en la escuela donde cursaba el tercer grado de primaria. La vida es dura y para algunas personas parece doblemente dura, piensa y se recuesta en la silla un poco más, mientras su mirada atraviesa suavemente el cristal de la ventanilla.
Todo sucede tan rápido. Lo segundos empujan a los minutos y éstos, a las horas. El ritmo del tiempo parece no tener fin. Vuelve de sus pensamientos gracias a un grito de una señora que la llevaron una cuadra más de lo que esperaba. La señora increpa duramente al conductor, preguntándole si es que piensa llevarla a su casa. El conductor, curtido en las lides de las calles de la ciudad, se limita a mirar por el retrovisor y cerrar la puerta. Al tenor del freno intempestivo, otra  señora que va de pie a su lado, termina arrinconándolo contra la persona que va sentada a su lado. Un “disculpe” callado, le hace pensar en lo duro del trabajo de algunas personas. –Permítame le llevo ese paquete-, señora. ¡Cuántas cosas suceden en un minuto!. Si uno pudiera  observar las cosas que suceden en un minuto en, por ejemplo, cien personas, tendría material para analizar toda una vida. ¡¡Cuántas cosas pueden suceder en un minuto!! Suspira y mira de nuevo por la ventanilla, mientras se come uno de los maxcombies.  
Por fin el bus se aproxima a la parada donde usted debe descender. Le devuelve el paquete a la señora y le cede su silla. Con pies cansados y ojos extenuados, alcanza el timbre y comienza su descenso. Camina y llega a la puerta de su casa. Abre, entra y se sienta en su silla predilecta. Piensa: ¡por fin en casa! Después de descansar un poco, inicia las rutinas diarias de acomodar, limpiar, estudiar, ver la tele, etc., hasta bien entrada la noche cuando el sueño le recuerda que debe entrar en las sabanas. Mañana será otro día. Siempre será así.
Ya en cama y antes de dormir, en medio de los pensamientos recurrentes del día, se da cuenta que durante estas últimas horas NO fue feliz. ¿Qué pasó con el deseo de ser feliz justo cuando llegara a su casa?, ¿A caso no había dicho que el motivo de felicidad era entrar en su casa y sentarse en su silla favorita?
Durante el recorrido del bus, ocurrieron varios sucesos; de hecho, cada minuto sucedía algo y usted pudo captar algunos de estos eventos. El ser humano solo observa una pequeña parte de las cosas que pasan a su lado y de ese porcentaje, no se vivencia el total.
 No pierda el tiempo siendo infeliz, disfrute cada momento como si fuera el último, ya que, de hecho, puede serlo. No tema sonreír o parecer ridículo ante la gente, no deje pasar un instante sin decir una palabra de aprecio y sin regalar una mirada de comprensión; mañana, tal vez mañana, usted no esté.
Eliper F&E
Este Post esta dedicado a CLAUDIA LISETTE JIMENEZ, buscadora de la verdad, trabajadora incansable del plano fisico pero intelectual e investigadora de planos interiores... una persona de la Otra Orilla. Con respeto y cariño.   

jueves, 15 de abril de 2010

LAS AVENTURAS DE KRETUSH Y KITAMBO

Como un homenaje a la estudiante Nilyi Velasques (con su autorización y sin edición previa), se publica el cuento titulado: Las aventuras de Kretush y Kitambo. Este cuento es una muestra de la calidad académica e intelectual de una de las estudiantes del programa de Comercio Exterior de la FCECEP. Sin mas, ahí esta para su consideración:


En LÜbeck(Alemania) había una vez una señora que se empezó a encoger. Cada mañana amanecía más y más pequeña hasta que un día los vecinos decidieron meterla en una botella y la colgaron en la puerta de la iglesia. Pasaron 5 días después de que esta fue exhibida en la iglesia marienkirsche para que se divulgara los rumores donde se afirmaba que la causa de que la señora kretush dhan estuviera pequeña fue por un gran hechizo elaborado por timbo coloso quien guardaba un gran rencor hacia ella. De un momento a otro la noticia no se hizo esperar en los diferentes lugares del mundo; a la cuidad de lÜbeck empezaron a llegar cantidad de personas procedentes de Portugal, república checa, Bélgica, en fin cantidad de naciones que se mostraban muy interesadas en conocer a dicha abominación.
Una noche el párroco de la iglesia aprovechando que todo mundo se encontraba descansando y muy desesperado por los tan inesperados curiosos que no cesaban de visitar la grandiosa cuidad, decidió dejar en libertad a la desdichada kretush que se encontraba muy irritada por el encierro, hambruna que esta vivía diariamente. La pequeña mujer estaba muy agradecida, tan pronto como toco suelo se escabullo entre la grandiosa y gigantesca cuidad. Caminó, caminó hasta que fue a dar al rio wakenitzes sin imaginar que se iba a chocar con el unicornio berkelio, este era un poco mas grande que  kretush, en el cual le ofreció viajar por los cielos hasta encontrar al gran hechicero que los había convertido de esa manera, emprendieron viaje buscaron, buscaron y buscaron pero por ningún lado apareció timbo coloso. La desesperación los agobiaba día tras día puesto que cada vez se hacían más pequeños, hasta que en un amanecer welserio apareció, era una araña muy grande en el cual les aconsejo que volaran hacia el pantano jinkala donde se hallaba el cocodrilo kitambo quien poseía descomunales poderes capaces de romper cualquier hechizo existente, pero tanta dicha no podría ser cierta, para que estos volvieran a la normalidad tenían que cumplir con una riesgosa misión, tenia que destruir a caramelo tuerto que vivía en lo mas profundo del pantano, caramelo tuerto era un gigante de un ojo que mataba a todo ser viviente solo por placer, pero solo se podía encontrar atravesando el árbol de los desaparecidos, este temeroso árbol dentro de el tenia grandiosos pasadizos secretos y todo aquel que entrara en él desaparecía.
Berkelio y kretush emprendieron camino directamente al misterioso árbol de los desaparecidos, aquel árbol era enorme y tenebroso, tan pronto como llegaron entraron en él recorriendo los grandes pasadizos que contenían numerosos y espantosos monstruos. La pequeña mujer y el unicornio lograron vencer los tan inesperados monstruos logrando así atravesar el enorme árbol. Caramelo tuerto estaba ahí muy cerca del árbol, este se encontraba comiendo frutas y al darse cuenta de la presencia de los visitantes se escandalizo y empezó a perseguirlos por todo el lugar, después de tan ardua persecución, berkelio y kretush lograron agotar a caramelo, aprovecharon la situación matando así al descomunal y horrendo monstruo. Emprendieron viaje de regreso hacia la zona del cocodrilo kitambo, este muy impresionado por la maravillosa Azaña decidió volver a la normalidad a los pequeños compañeros. kretush quedo sobresaltada ya que su compañero de aventuras se convirtió en el hombre que era antes. De un momento a otro kretush despertó en medio de unos hongos con características alucinógenas que se alojaban alrededor de los arboles de su hogar. 
FIN

viernes, 9 de abril de 2010

DIATRIBA CONTRA UN HOMBRE SENTADO AL BORDE DE UN PRECIPICIO (3 Parte y Final)



Rápidamente se levantó y empezó a correr hacia su casa. Daba un paso, dos, tres, pero sentía que retrocedía cinco. Se esforzaba en recorrer distancia, pero al mirar atrás, se veía nuevamente parado al borde del precipicio. Las mariposas amarillas seguían a su lado, pero la blanca ya no estaba. Seguía corriendo con tanta velocidad que sus pies parecían desfallecer; su frente completamente mojada en sudor y su camisa medio abierta, le daban un aspecto grotesco y triste. Por fin, cayó rendido al piso.
-¿A dónde vas?-, preguntó suavemente  la voz.   Esta es mi segunda pregunta, amigo mío. ¿Quieres responderme?, por favor, le dijo en tono fraternal.
-Pero… ¿Qué he hecho para merecer esto?, ¿Por qué a mí?. Increpó desesperado Karl, al borde de las lagrimas.
-Veo que has estado muy ocupado en tratar de  huir. No deberías insistir en lo que no se puede hacer. Tú estás exactamente  donde debes estar y, tienes justo lo que debes tener, así como  lo que en rigor te mereces. No pierdas tiempo en tratar de huir de tu realidad ni de  tu mundo, tú me creaste para esto y para esto, estoy aquí. Aprovecha el poco tiempo que resta y respóndeme la pregunta, antes que pierda la paciencia.
-Trataba de llegar a mi casa, mi mujer y mis hijas me estarán esperando…-, argumentó Karl, un tanto apesadumbrado. Dejando escapar gruesas lágrimas, le suplicó al Pensador  que le dejara marchar, pero éste se mostró indolente ante las suplicas. La vida es indolente ante los sufrimientos de los mortales y con ella no se puede tranzar, pues no hay nada que le interese, ella lo es todo.
-¡Te irás solo cuando estés listo para partir, no antes ni después!-, gritó la voz. Tienes que resolver las tres preguntas y luego serás una persona libre. Cuanto antes acabes, será mejor para ti, pues el tiempo no es tu aliado.
-Ya te he dicho que trataba de llegar a mi casa, con mi mujer y…
-No estás escuchando, tu cerebro sigue perturbado-, interrumpió la voz. Nadie se va sin terminar su labor; el campesino no asiste a cenar sino hasta que acaba su trabajo; el caminante no come hasta que ha alcanzado su meta; el estudiante no se gradúa hasta tanto no termina sus estudios…tú no te irás hasta que hayas respondido mis tres preguntas de forma satisfactoria. Recuerda que la rata Grenouille solo fue apresada al terminar su ardua labor.
De cara al piso, Karl se asombró de recordar al pie de la letra los pasajes de El Perfume relacionados con lo que la voz comentaba. Así: “Cuando él creía que tenía todo en su poder y había por fin arrebatado de la última chica la fragancia más exquisita y la cual era la culminación de su labor, fue arrestado por los asesinatos de las jóvenes y, cuando le hicieron declarar, no dijo nada en concreto, sólo que las necesitaba.
Por ello fue condenado a ser puesto boca arriba y atado a una cruz de madera para después recibir doce golpes con una vara de hierro que le descoyuntarían las articulaciones tras lo cual lo levantarían y esperarían su muerte la cual podría durar horas incluso días”.
Cada uno obtiene el final aquello que ha merecido. Nadie gana más ni menos que lo que en justo rigor se ha hecho merecedor. Si esto era cierto, ¿cómo es que se encontraba al borde de un abismo y a punto de caer?, ¿Su vida había sido tan miserable para merecer morir de esta manera?...
Con la mano izquierda colgando en el abismo, y la mano derecha asida a una rama que amenazaba con desgarrarse, producto de un resbalón inusitado  causado por su debilidad,  Karl se esforzó en mantenerse lucido, en entender la pregunta y tratar de dar una respuesta satisfactoria, pues cuando se está a punto de perder la vida, es precisamente cuando más se la valora. ¿A dónde vas?, una pregunta tan sencilla pero cuya respuesta parecía desvanecerse en la noche de los tiempos. -¿A dónde vas?, si alguien va, es porque viene de algún lado-, pensó. Si vengo de algún lado, debo ir a otro, eso es lógico y correcto. En estas divagaciones estaba, sin atreverse a soltarse ni a incorporarse, por temor a que el mínimo resbalón lo lanzara al vacio.
Por su cabeza pasó el diario de su vida, desde que tenía recuerdos, hasta la fecha en que tomó la decisión de incorporarse a la empresa; cuando nacieron sus hijas y cuando  se cambió de casa. Su infancia y su juventud; sus cambios de pensamientos y de mirada; sus primeras canas y las tristezas y desconciertos que la vida le había deparado. -Todo llega justo cuando debe llegar, no antes, no después-, pensó.
-¿Y si me soltara y acabara con esto ya?, dijo en voz callada. Si me dejo llevar podría salirme del mundo que me aprisiona, seria por fin libre. Caer libremente por este abismo hasta encontrar el final. Se dio cuenta que aunque vivía en la misma casa desde hace quince años, nunca se había preguntado que habría al final del abismo, cuantos metros habría hasta el fondo…en fin, no sabía nada del abismo que tenia al lado de su casa.
-Tanto las cosas que se nos aprestan buenas como aquellas no tan buenas, nos son completamente desconocidas, -pensó-. –Si salgo de esta situación, trataré de conocer todo lo que me rodea, seguramente eso haría…si saliera de esta situación.
-¿A dónde voy?...no lo sé. Pero si voy es porque vengo de algún lado y, si vengo es porque un día inicie algo y, si inicie algo es porque también lo terminaré. – ¡Esto es un juego de palabras sin sentido!, todo es un gran sinsentido, hasta esta rama que me sostiene sobre el abismo carece de sentido. Cerró los ojos y se dejó llevar por sus pensamientos; sin darse cuenta, exclamó la respuesta que la vida estaba esperando:
-No sé a dónde voy porque no sé quién soy y, no sé quien soy porque no sé  de dónde vengo, por tanto, no se a donde voy… ¡creo que estoy perdido!, de hecho, ¡llevo perdido en el mundo más de cuarenta años¡.
En este instante, la rama de la cual estaba asido Karl, empezó a crecer. De su tallo brotaron otras ramas más gruesas y fuertes, algunas le tomaron por los pies, otras por la mano izquierda hasta colocarlo completamente sobre tierra firme. El árbol continuó creciendo hasta tornarse en un esplendoroso ejemplar con diez frutos olorosos y de distintos colores; el fruto más alto era de un limpio color blanco brillante, en tanto que el fruto más bajo presentaba el color amarillo del oro. Tirado en el piso, Karl observó con detalle que los frutos restantes eran, en su orden, azul, rojo, morado, naranja, rosado, magenta, purpura, añil, hasta llegar al  amarillo. Esta visión suponía un panorama completamente nuevo para él, quien no acababa de comprender cómo podía haberse salvado de morir en el precipicio. Algunas cosas parecen no tener sentido alguno, -pensaba sin salir del asombro. – ¡Un árbol con frutos de distintos colores!, eso no es posible; además todos sus frutos eran perfectamente redondos y de igual tamaño…eso si que no me lo creo, pensaba y se repetía.
Nuevamente El Pensador lo sacó de sus elucubraciones para decirle algo que terminó por colmar la paciencia de Karl.
-Te asombras de cosas tan simples, cuando has pasado toda tu vida haciendo cosas más simples que no notabas… ¡Ay, así son los seres humanos, hacen y hacen y no tienen tiempo de ser!, musitó la voz socarronamente. ¡Algún día tendrán que aprender a ser seres humanos¡

En estos momentos Süskind había dejado de existir, la consola y el trabajo carecían de valor y el tiempo era solo una metáfora de la existencia para Karl, quien, sentado al borde del precipicio, trataba de alcanzar uno de los frutos del árbol de la vida, pues su estómago así lo exigía. Ante su mirada estaba dispuesto el fruto rosado, sin dudarlo un instante estiró su mano y lo alcanzó; lo llevó a su boca y al morderlo se escuchó un fuerte estruendo en el fondo del abismo.
-Has hecho una buena elección, amigo mío-,  exclamó la voz, congraciándose con él.
En tanto Karl apuraba hasta la última gota de néctar que emanaba del fruto, la voz continuaba  hablando acerca de la belleza, el sacrificio y la causalidad, situación que apenas comprendía Karl. El fruto se terminó, dejándolo completamente adormecido y tendido sobre el piso en posición fetal. Por fin el héroe tenía un descanso en medio de una tormenta que parecía no tener fin. A veces la vida se transforma en  un fuerte vendaval que arrasa con todo lo que hemos construido durante años de duro sacrificio y la vida se torna en un día que parece no tener fin.
Ahora la belleza inundaba todo el paisaje, Karl parecía un niño recién nacido, vuelto a la vida por el deseo y la voluntad. Soñaba que sus hijas crecían y se casaban en medio de sendas bodas a las que acudía todo el pueblo; que su esposa sonreía y era feliz, que había dejado de reprocharle tantas horas de ausencia y de silencios conyugales. En el sueño todo estaba bien, todos sonreían, sin embargo por más que trataba no lograba verse a el mismo  en tales  escenas. Simplemente él no era parte de ese futuro, si es que era un futuro.
 En medio de estos sueños estaba cuando de repente, y haciendo uso de su poca voluntad, súbitamente se despertó con una pregunta que empezó a rondar peligrosamente su cabeza. Se incorporó furiosamente e increpó a la vida:
-¿Por qué estoy aquí?, grito estruendosamente. A pesar de varios intentos, cada vez más sórdidos y más tenaces, nadie parecía escucharle. Se frotó los ojos con ambas manos y se percató que el árbol de frutos de colores ya no estaba. Todo había desaparecido, la rata Grenouille, el café, las mariposas y sus preocupaciones…todo se había ido. Acudía a su cabeza solamente la penetrante inquietud acerca del motivo para estar allí. Ahora era libre de irse, pero no deseaba hacerlo hasta tanto la vida no le respondiera su pregunta.
-¿Acaso la voz no había dicho que tenía tres preguntas?... pues bien, apenas llevaba dos resueltas. -¿Cuál sería la tercera? Mientras miraba fijamente el abismo, como queriendo descubrir su fin, se preguntaba una y otra vez acerca del motivo para estar allí.
-¿Y si me lanzo al vacio?, pensaba Karl. ¿Qué sucedería con la vida si me lanzo al vacio?
Retrocedió unos pasos, dispuesto a lanzarse al fondo del abismo, tomó impulso y cuando estaba listo a empezar su final carrera, se escuchó nuevamente la voz que le decía:
-Espera, espera, no lo hagas, ¡no debes hacerlo!.
-¿Por qué?, acaso morirías conmigo? gritó irónicamente Karl. -¿Tienes miedo de perderte en las paredes de este abismo? O,  ¿es porque falta una pregunta por resolver? Pues la pregunta te la hare yo:
-¿Por qué estoy aquí?, ¡Vamos, responde de una buena vez! ¿Era esa la pregunta que tenias que hacerme?, ¡ pues ahora te la hago yo a ti!.
El silencio pareció eterno, ni Karl, ni El Pensador se atrevían a pronunciar vocablo alguno. Minutos más tarde, mientras Karl rodaba por el precipicio en una caída que parecía no tener fin, en las paredes de roca resonaba el mismo eco:
-¡No, no, no!… ¿Por qué nos has matado?, al suicidarte has acabado también conmigo, ¡cobarde, cobarde!
Cuando los equipos de rescate llegaron hasta el fondo del abismo, solo encontraron el cuerpo sin vida  de Karl, casi destrozado por los golpes pero con una extraña sonrisa desdibujada en su rostro. En su mano izquierda sostenía con sus dedos ensangrentados, una hoja de papel casi ininteligible que decía:
 “Todo el mundo pensaba que de esa forma terminaría la vida de Grenouille, pero  lo aún más inesperado estaba a punto de pasar.
El día en el que iba a ser ejecutado y cuyo día toda la población esperaba, utilizó la grandiosa obra construida con las fragancias de las chicas, lo cual provocó una reacción inesperada por la población y ansiada por él.
De repente, todos mostraron una cierta compasión y a la vez se desencadenó una serie de sentimientos desenfrenados que llevó a una orgía y una veneración, incluso, el padre de la chica, a partir de la cual se creó todo, le tomó en los brazos como si de su hija se tratase. Lo deseado por Grenouille se hizo pero provocó en él una repugnancia absoluta.
Tan pronto como pudo huyó de ese lugar y se fue al sitio más alejado posible en un primer lugar, evitando a la gente hasta que llegada la noche se hospedó en un sitio rodeado de vagabundos, borrachos... los cuales no notaron su presencia, pero poco a poco fue suscitando expectación hasta que todos desearon estar cerca de él y poseer algo suyo, aún se notaba en él el olor la perfume creado, hasta que ese deseo de hizo mayor y sin saber cómo acabaron comiéndoselo”.

Al levantar los restos de Karl, y en medio del llanto desesperado de sus hijas, la esposa creyó escuchar una voz que le decía:
-¿Ya sabes porque estás aquí?
FIN 

lunes, 5 de abril de 2010

DIATRIBA CONTRA UN HOMBRE SENTADO AL BORDE DE UN PRECIPICIO (2 Parte)

Karl trató de calmarse e intentó comprender la situación. En circunstancias cotidianas, cuando se sentía amenazado por la situación, siempre acudía a la razón para interiorizar los hechos, confrontarlos con los pensamientos y así comprender lo que sucedía. Esta lógica le había permitido vivir en medio de tanta mediocridad y tanto sinsentido.
Se dijo para sí mismo que si el mundo le hablaba era porque tenía algo que contarle y, al fin y al cabo, ya nadie tenía nada para contarle. ¿Por qué no esperar y escuchar? En medio de la desconfianza y el temor, se sentó nuevamente al borde del precipicio, pero esta vez con los pies listos para salir corriendo si la ocasión de presentara.
-Escúchame bien, amigo mío, -dijo El Pensador-. Yo soy tu propio mundo y estoy aquí para hacerte tres preguntas,  de las respuestas que proporciones,  dependerá tu destino,  luego me iré y no volverás a saber de mí. ¿Quieres escucharlas?
-¿Tengo, acaso, alternativa?
-No, la verdad es que no la tienes, así que seré tan breve como me sea  posible. ¿Quién eres?
-Soy… ¿acaso no eres mi mundo?, pues siendo así, tu sabes quién soy…soy Karl. ¡Qué pregunta más tonta!
-No te he preguntado por tu nombre, nombre que además no es el tuyo. Piensa y no digas sandeces; piensa antes de responder.
-Eh, pues…pues soy…soy operario de consola en una empresa, sí, eso es, soy operario y trabajo todo el día para poder comer y vivir.
-Disculpa, pero no he preguntado por tu oficio ni por la razón para ejercerlo.
-Pues déjame en paz y vete, que me molestas y me irritas, -argumentó Karl bastante enojado. Volteó de inmediato hacia el abismo y trató de ponerse en pie, pero al dar un paso en falso, por poco rueda hasta el fondo. Aun mas irritado, trató de incorporarse y  alejarse del precipicio, pero un fuerte pinchazo en su frente le detuvo.
-¡Déjame ir!-, gritó bruscamente, pero su mundo le respondió:
-No te puedes ir sin responder las tres preguntas que te plantearé, a menos que…-, la voz calló.
-¿A menos que?, termina la condenada frase de una vez. ¿A menos que qué?
Responde la pregunta!-, enfatizó la voz, un tanto contrariada.
-Soy…soy el hijo de don Pablo, el que solía robar manzanas del huerto de doña Inés. Ese soy yo, creo.
-Muy bien, muy bien; vamos mejorando. Ahora por fin has empezado a usar un poco de tu cerebro…
-¡Pero!..., ¿qué idioteces son esas? Insinúas acaso que…
-No insinúo, ¡estoy afirmando!. Nunca has usado ni la más pequeña parte de tu cerebro. Has pasado la vida utilizando los pensamientos de otras personas, sintiendo los sentidos de otras personas y malgastando tu tiempo en cosas vanas. Toda tu vida ha sido miserable, aunque he de abonarte que has tenido algunos aciertos en momentos cruciales, que te han permitido el placer de tener esta conversación conmigo.
-Insinúas…quiero decir… ¿acaso estás afirmando que hablar contigo es un placer o un regalo? ¡Tú sí que has perdido la razón! ¿Quién va a querer escucharte decir esas cosas?
-En eso tienes razón: a nadie le gusta que le recuerden sus miserias, sus faltas ni sus errores. Esa es una de las condiciones que los hacen humanos. ¿Acaso no quieres  recordar cuando le escondías los zapatos a tu abuela y como llorabas de risa, mientras ella se tropezaba con los muebles en busca de sus queridos zapatos? ¿Las veces que a hurtadillas hacías trampas en los exámenes en el colegio y las excusas que siempre tenias para salirte con la tuya?
-¿Cómo es que sabes esas cosas?-, musitó calladamente Karl.
-Nada hay oculto en el mundo. Las causas generan efectos que el ser humano no alcanza a percibir o no quiere conocer. Toda tu vida está escrita en el  libro del Akasha, pero eso no deseas saberlo. Recuerda que una de las verdades más grandes del universo es que, precisamente la verdad no la quieres conocer. Pero basta de charlas, respóndeme la pregunta que te hice, que el tiempo se agota.
-Pues, ya te he dicho que soy hijo de…
-Cállate, cállate. No he preguntado por tu ascendencia, ni por el oficio de tu progenitor. Me estás obligando a… ¡tú te lo estas buscando, eh!. Dijo airadamente El Pensador.
-En ese caso, quédate en tu propio mundo, porque yo me voy-. Karl intentó nuevamente salir corriendo, pero sus pies no respondieron. Un hormigueo recorrió toda su columna y las manos no las sentía. De repente su voz se fue apagando y ahora solo pronunciaba frases sin sentido. Cayó al piso estruendosamente. En ese instante deseó lanzarse al vacio sin más, dejar que todo pasara y sencillamente darle la razón a su mundo. Nuevamente sintió un punzón en su espalda que lo empujaba irremediablemente al abismo. Asiéndose de una rama que sobresalía al borde, se contuvo en medio del terror que sentía de lazarse al espacio. Con las fuerzas y la voz recobrada, le inquirió a la voz:
-¿Por qué me tratas así?, ¿Qué te he hecho  yo?, ¿Por qué no me dejas en paz de una buena vez?
-Cálmate amigo mío, recuerda que yo no existo. Solo soy tu mundo, aquel que tu  creaste, y por tanto, solo vivo si tu vives. Levántate  y siéntate, no debes temer.
Karl se sentó y trató de calmarse, hinchó sus pulmones de un aire que ahora se tornaba más liviano e impregnado de olores sobrecogedores. Miró el horizonte y contempló el abismo; todo parecía ahora distinto. En su mente empezaba a creer que algunas cosas tenían sentido; que el trabajar tantos años para una compañía había sido importante, pero que no había cumplido con algo, algo que no sabía exactamente qué era, pero que le causaba un dolor interno, una cierta desazón o quizás, un descontento que le ocuparía el resto de su vida. La voz parecía haber desaparecido, pero ahora era él quien no quería abandonar el lugar, no sabía a dónde ir, que hacer o contar a su mujer y a sus dos hijas que estarían esperándolo para cenar, pues ya era la hora habitual. ¿Qué habría hecho Grenouille en este caso?, musito para sí. ¿Cuál será la respuesta correcta a la pregunta?... Ocupado en estas elucubraciones estuvo un largo tiempo; a su lado revoloteaban algunas mariposas amarillas y una sola de color blanca.
-Es extraño, como las personas no observan estas diferencias y similitudes en su vida cotidiana-, pensó. Se sentía más tranquilo, pero a la vez, con muchas preguntas. Había estado al borde del abismo y deseando lanzarse al vacío, había tocado casi el límite de su paciencia y, sin embargo no lograba comprender la razón de su existencia. ¿Quién soy…quien soy…quién soy?, se repetía una y otra vez, mientras fijaba su mirada en la nada. Ahora el abismo no le parecía tan fatal, quizás lanzarse sería la solución. Su cuerpo caería como una piedra lanzada al agua, se elevaría por los aires y, ciertamente, encontraría el piso, haciéndose añicos contra las rocas salientes del abismo. Seguramente pasaría mucho tiempo hasta que alguien, atraído por los gallinazos que revolotearan, encontrara solo sus huesos inertes y despedazados. De Karl no quedaría nada, nada, solo un recuerdo.
-Así es la vida-, pensó. De lo que soy, no quedará más que recuerdos. Seguramente moriría tres veces sin darme cuenta: Cuando este cuerpo empiece a rodar y chocar con las salientes rocas, cuando deje de respirar y cuando muera también el último que guarde un recuerdo de mí…triste destino para un hombre que ha trabajado tantos años en una empresa.
  Se levantó e inclinó hacia adelante, a punto de saltar estaba cuando acudió a su mente la respuesta que El Pensador parecía querer escuchar. Súbitamente se volteó y gritó fuertemente:
-¡No soy nadie…no soy nadie…nadie!. ¿Me escuchas?... no soy nada… solo soy yo. Acto seguido se escapó de sus entrañas  una fuerte carcajada que retumbó en el vacío. La voz tenía razón, -pensó-,  no sé quién soy, solo sé que no soy quien creía que era. Eso deja un gran hueco en mi interior. Me siento lleno, pero vacio. Buscó su anhelada taza de café, pero recordó que ya no existía, ahora sabía que podía vivir sin ella y, ¿sin Süskind?  Terrible destino el del libro, chocar contra las rocas, destrozado por las fuerzas de lo invisible en una lucha, por demás, perdida.
Después de esta aparente calma, y como era de esperarse, Karl se sintió más apesadumbrado que antes. Miles de recuerdos acudían a su cabeza, queriendo ser escuchados todos a la vez: los amores fallidos, aquellos en los que fue traicionado y los otros donde el traicionó; las veces que mintió para lograr que una situación se volviera en su favor y los desaires y tristezas que a su mujer le propinó. Las tantas veces que levantó la voz para hacerse escuchar, particularmente aquella en donde no tenía razón, y las noches que apostó más de la cuenta en las que todo  perdió. Los recuerdos danzaban en su mente como mínimas aves migratorias. Por más que intentaba calmarlas, las voces en su mente no se iban, por el contrario, parecían multiplicarse cada vez. Trató de no pensar, como tantas veces su médico le recetó.
-¡Pensar!... ¿acaso El Pensador no ha dicho que no usaba mi cerebro? ¿Cómo es que ahora tengo tantos pensamientos en mi cabeza? (Esta historia continuara)