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jueves, 14 de abril de 2016

El arte de pensar y el dominio de la personalidad

Pensar es un diálogo que el sujeto tiene consigo mismo. Una de las sorpresas constitutivas del pensamiento consiste en que problematiza las situaciones humanas. Con el pensamiento se rompe lo natural y se trasciende la animalidad con preguntas desafiantes y difíciles como: “¿Cuál es la mejor manera de vivir?[1]

Con estas palabras introduce el Dr. Alfonso Paz, académico y filósofo, el tema del pensamiento y su importancia en los procesos de formación y educación del sujeto. El pensamiento nos hace humanos, nos identifica como parte de la especie, supuestamente, más avanzada sobre el planeta y nos desafía a recordar nuestro objetivo de realización personal. 
Cuanto más utilicemos la mente, tanto más la desarrollamos


Pensar no es fácil, requiere de entrenamiento y dedicación, de un proceso sistemático y creciente que se retroalimenta en su mismo accionar.  Entre más se piensa, más desarrollo se logra del mecanismo y, por ende, mejor es la calidad de sus resultados. El pensamiento como proceso vital no conoce los límites de lo bueno y lo malo y, en consecuencia, pensar conlleva también a más preguntas en un ciclo que parece no tener fin.

Por otra parte, no todo lo que aceptamos como procesos de pensamiento lo son realmente. La mayoría de las personas en la etapa actual de desarrollo, aún desconocen el mecanismo del pensamiento, otros lo conocen, pero no lo entienden y unos cuantos, lo comprenden, lo utilizan y con ello, co-creanconstantemente el mundo en el que vivimos. En este tercer grupo tendremos que entrar todos los seres humanos en algún momento de nuestra existencia, es solo cuestión de seguir en el proceso evolutivo.
Cuando se es parte del primer grupo –aquellos que desconocen por completo el proceso del pensamiento– no se piensa realmente. Pensar es mucho más que darle vueltas y vueltas a una misma forma de pensamiento sin llegar a comprenderla, va más allá del hecho de mover un montículo de conocimientos de un lado a otro, o cambiar la forma del mismo. Hay personas que nacieron con las herramientas para horadar profundamente la superficie de la tierra en busca de nuevo conocimiento, pero se contentan con utilizar un montacargas y mover de un lado a otro el montón de conocimiento ya existente. Estas personas en lugar de pensar, son pensadas por alguien más.   

Cuando se dice que, en general, la persona no piensa, sino que es pensada, se corre el riesgo de ser calificado de ignorante, pedante o grosero, pero bastará solo con analizar tres ejemplos fehacientes de dicha situación. Antes de hacerlo, permítanme remitir un hecho curioso. Han pasado más de 65 millones de años desde la extinción violenta y casi instantánea de los dinosaurios que poblaron la tierra, esto es un hecho ampliamente demostrado por la ciencia y reconocido por casi todas las generaciones de individuoS. Aceptamos fácilmente el hecho de que la existencia en este planeta tiene esa antigüedad, y otro tanto hacemos con conceptos abstrusos como la Santísima Trinidad, la existencia de un cielo y un infierno y, no obstante, somos apáticos, incrédulos y hasta violentos cuando se trata de abordar temas más simples como la rencarnación, las vidas anteriores o el dominio que la televisión ejerce sobre nuestras mentes. Cosas de la naturaleza humana, supongo. Pues bien, volviendo los ejemplos propuestos se puede decir lo siguiente:


1. El concepto de “Calidad de Vida”

En este sentido, los medios masivos de comunicación han vendido una idea –casi espeluznante– de lo que significa “calidad de vida, la misma que se ajusta de acuerdo con la moda, el desarrollo tecnológico o los intereses de los grupos de poder.
Durante los primeros siglos de la era cristiana la calidad de vida de las personas estaba mediada por el acceso y disfrute de la posesión de la tierra, el ganado y sus derivados. Las personas sentían que eran parte del estado porque éste las protegía y velaba por ellos a cambio de los tributos que el señor feudal les imponía. La ambición y la desmesura en los deseos se limitaban a unos cuantos señores feudales que hacían la guerra para poseer más extensiones de tierra, ganar más poder y dominar más vasallos. La pobreza y la miseria existían, pero eran consecuencia, entre otros, de la errónea administración de los recursos del feudo por parte de su señor. Algunos feudos eran realmente ricos y tenían buena “calidad de vida”, otros, en cambio, sufrían las inclemencias de la ignorancia de su señor feudal.
El poder se concentraba en pequeños reductos independientes dando lugar a luchas fratricidas que mantenían un movimiento constante en las estructuras de los nacientes estados.

Al avanzar las edades también cambian las ambiciones y los deseos gracias a que la persona evoluciona o involuciona en su devenir. Pero no solo lo hace la persona a nivel individual, sino que el proceso se verifica en los conglomerados tales como las naciones o los grupos sociales. En este avance en el tiempo, durante la Edad Media y en muchos países, la calidad de vida se ve supeditada a las dádivas y la generosidad de la iglesia católica para con sus súbditos. El bienestar dependía de la conciliación que la persona, región o nación tuviera con el clero y, en tal sentido, la miseria y la pobreza se volvieron condición para “entrar en el reino de los cielos”.  En estos estados y dada la situación de “mendicante” que tenía la iglesia católica, sus seguidores se acostumbraron a pedir, a rezar y a esperar por una ayuda que debía llegar a través de los demás o directamente desde las potestades divinas.
Esta condición cambia cuando ocurre la escisión al interior de la misma iglesia y como consecuencia, las corrientes protestantes acceden a una mejor calidad de vida gracias, en parte, a su mentalidad de “dar y agradecer” en lugar de “pedir y esperar”. ¿Se implementó el pensar como un arte? Quizás.

Ya, en los albores de la época moderna se nota una variación en el concepto de calidad de vida medida por el acceso a los artículos de consumo que la industria produce. El poder, entonces, se concentra en reducidos grupos que tienen contacto entre si y que negocian las condiciones de producción, comercialización y distribución de bienes y servicios, relegando al consumidor a un segundo plano en donde la decisión tiene solo dos opciones: comprar este o aquel artículo.
Y es así porque la persona decidió dejar en manos de estos pequeños grupos el proceso de pensar y re-pensar el concepto de calidad de vida y, aprovechando esta circunstancia, estos grupos terminaron imponiendo aquel modelo que estimaron conveniente a sus propios intereses.  La pobreza y miseria en esta época dependen, por un lado, del acceso o no al sistema de intercambio de bienes y servicios, el dinero; y por otro, de la capacidad, disponibilidad e interés que tenga el estado en mejorar estas condiciones de vida. Ahora la persona no es tenida en cuenta más que para consumir. ¿Cómo se puede pensar en esas circunstancias? En este sistema el ser humano se transforma en un “cliente”, cuando no en un código o número: “Que pase el numero treinta y dos, por favor”.

En estos tres momentos se notan algunos aspectos comunes, por ejemplo, subsiste un alto grado de ignorancia –impuesta o no–, de las personas del común, y una ambición y desmesura de los deseos en los grupos de poder. Pero es preciso recordar que el poder, tanto otorgado como impuesto, depende de la valoración del conjunto de toda la sociedad, por eso es bueno tener presente que estamos hablando de “ignorancia” en el sentido amplio y genérico del vocablo.
Otro aspecto común en estos momentos históricos comentados es que la condición o calidad de vida en todos ellos, no depende directamente de la misma persona, sino de la acción de otros. Esto supone una paradoja o al menos un contrasentido brutal que impide la ruptura de un círculo vicioso en donde la pobreza y la miseria son el común denominador y en donde la esperanza de disfrutar de una mejor calidad de vida poco a poco se va perdiendo.  La ruptura de este círculo no depende de alguien más que de la propia persona. Cada ser humano debe emprender esta labor, pensar por sí mismo, decidirse gallardamente a tener una mejor calidad de vida en los términos que lo haya comprendido; propender por satisfacer todas sus necesidades tanto físicas como psicológicas sobre la base del mejoramiento conjunto, progresivo y racional, y para ello, deberá –insisto– cultivarse a sí mismo, mejorarse cada día un poco más hasta sentirse satisfecho con lo que la vida signifique para sí mismo. Con toda certeza, al llegar a este punto habrá una convergencia con todos los demás seres, incluyendo aquellos de especies diferentes.
 El pensamiento hace superar la animalidad

2. El consumismo y la ambición desmesurada

Frente a este panorama en donde la persona pasa a ser un consumidor de bienes y servicios, antes que un ser humano, se podrían plantear varios interrogantes respecto de la forma en cómo este nuevo rol incrementa el dolor y el sufrimiento. El consumo es un placer, al menos hasta cuando se sacia, luego pasa a ser insatisfacción.
Esta es la razón que explica el por qué el consumo no conlleva a la felicidad, solo es un placer, y la felicidad no es la suma de placeres. En este sentido, es conveniente recordar que los países con mayor grado de felicidad no son los más desarrollados o con mejor ingreso per cápita y que, de hecho, el país considerado más feliz del mundo es uno al que internet llegó en el año 2000[2]. Consumir produce satisfacción y placer, el no poder consumir genera infelicidad y sufrimiento. Pensar en esto nos hace ver que cuando se ha alcanzado el grado de satisfacción necesario, el consumir también produce sufrimiento.

Los grupos de poder, dueños de los medios de producción y de comunicación están pensando por nosotros, ellos conocen esta situación, la han estudiado y sacan el mejor partido de ella para prolongar su dominio sobre toda la población.  Esta es la condición vacua del evento. ¿Qué hacer entonces? Consumir sí, pero con consciencia. Es necesario tomarse el tiempo suficiente para elegir aquellos productos o servicios que realmente necesitamos, seleccionar esos que se producen bajo condiciones sociales y ambientales adecuadas.  Esta ampliación de la consciencia es lo que está haciendo surgir grupos específicos de consumidores conscientes a nivel mundial; personas que exigen, entre otros, productos orgánicos, no transgénicos, amigables con el medio ambiente; seres humanos que, después de pensar seriamente sobre estos asunto tan sutiles, se deciden a comprarle solamente a empresas que realmente están ocupándose de cuidar el medio ambiente y que socialmente son responsables al pagar salarios acordes con las ganancias generadas. Todo depende del consumidor, pero no queremos pensar en esto ni darnos cuenta del gran poder que yace en nuestras manos. Podemos cambiar el mundo entero solamente con el hecho de transformar nuestros hábitos de consumo y hacerlo con responsabilidad o, incluso, con negarnos a consumir.  

3. Hogar o tipo de vida familiar

¿Cómo y de qué manera se realiza una persona como ser humano? ¿Cuál es el modelo que lo identifica como tal? ¿Existe un único modelo de realización humana? A través de las distintas sociedades se ha pretendido tener la respuesta a estas y otras preguntas relacionadas con la realización del ser en tanto humano. Los padres y madres, en medio de sus creencias y desde el afecto consanguíneo, guían a sus hijos e hijas hacia lo que ellos consideran que es lo mejor; cosa similar hace el conjunto de la sociedad, y con ello se tiene la repetición de un modelo que termina por causar malestar, insatisfacción, dolor y sufrimiento a la mayoría de los seres humanos.
La infelicidad pareciera ser el común denominador en esta época de inestabilidad y de transición social y cultural. Y es que en ninguna de las dimensiones en que se mueve el ser humano existe una total libertad de elección, y esto incluye –como no– el aspecto familiar o de pareja. A veces por negligencia, placer, falta de visión, de sinceridad o por simple negación compulsiva a pensar, aceptamos por pareja a una persona con la cual no logramos crear un vínculo espiritual o complementario y terminamos atrayendo más cansancio y hastío a nuestro alrededor. Esto sin contar que, contra corriente en algunas culturas orientales persiste la idea del matrimonio concertado, situación solo concebible desde el aspecto cultural. En fin,¿Cuántos hogares infelices conocemos? ¿Cuántas parejas son realmente complementarias y dichosas?

No hay que hacer una encuesta para darse cuenta que la mayoría de ellas no logran un estado admisible de felicidad y que, más bien, se limitan a aceptar con estoicismo su condición de amante o compañero, madre o padre, sobre la base de una segura e indeseable condición de soledad y aislamiento, es decir, de encuentro con su propio ser espiritual. La decisión de casarse se toma sobre bases sentimentales, la de separarse sobre bases racionales. Seguramente la inversión de este proceso aportaría la solución adecuada a la optimización de la institución conocida como “matrimonio”.
Subsiste en nuestros tiempos ese temor al encuentro consigo mismo, a la confrontación con ese lado oscuro que todos tenemos. En la ignorancia de la importancia e inevitabilidad de este encuentro es donde nos negamos a pensar por nosotros mismos, meditar en profundidad sobre nuestra existencia espiritual y tomar las riendas de nuestra propia realidad terrenal. En el fondo de nuestro corazón sabemos que la tarea debe ser realizada, pero intentamos posponer esta batalla hasta que, aguijoneados por las circunstancias, nos vemos impelidos a aceptarla. 

En los tres ejemplos anteriores se puede ver que el ser humano no es libre de tomar sus propias decisiones, está coartado y condicionado por estructuras de poder que, a modo de guía, le impelen por una u otra opción, pero siempre dentro de unos límites discretamente difuminados. Esta discreción, disfrazada de entretenimiento, diversión, etc., es la que impide, en muchos casos, posibles revueltas sociales o virajes inconvenientes para la estructura de poder cualquiera que sea, promueve la vida dentro de la “Caverna” o de la “Matrix” e inhibe descorrer el velo que oculta la verdad[3].
Y no estamos haciendo referencia a la teoría conspiracionista de los llamados “Illuminati” ni a otros grupos similares, solo llamamos la atención sobre la imperiosa necesidad de pensar para asumir la responsabilidad por nuestra evolución tanto a nivel individual como colectivo. 

Las imposiciones se están haciendo desde casi todas las esferas de la sociedad actual: los medios de comunicación, la familia, la sociedad, la religión, la política, la economía, etc. Por todos lados encontramos supuestos “modelos” de vida que terminamos imitando; nos venden la rosa perfumada pero cuando la deshojamos para buscar su perfume, nos hallamos sin rosa y sin perfume, con un poco de nostalgia, algo de sufrimiento y mucha insatisfacción.
La calidad de vida, el consumismo desaforado y el estancamiento dentro de cuatro paredes llamadas hogar hace que el individuo pierda de vista el objetivo de su existencia. La persona se identifica con un rol y no sabe actuar más allá del guion. “¡Como sufres cuando se va tu hijo porque te acostumbraste a pensar que eras solo padre!”, dice F. Cabral. Consideramos que desempeñar un solo papel en esta vida es nuestra realización y, de hecho, podría serlo, sin embargo, el problema surge cuando nos negamos aleer otros guiones, a reconocer otras formas de expresión de la verdad que nos podrían ayudar a mejorar nuestra condición humana.

El ser humano está llamado a expandir los horizontes de la personalidad hasta disolverla por completo, y para ello cuenta con la mente como herramienta que puede transformar las expresiones humanas inferiores a la misma, tales como las pasiones, los deseos, las sensaciones y los sentimientos. Podemos tener dominio total sobre la personalidad, pero en estos momentos son otras personas poderosas quienes la dominan, la moldean y la conducen por senderos adecuados solamente para ellos. Los eventos masivos en donde la pasión y el fulgor son tremendamente exaltados (tales como los partidos de fútbol, los mítines políticos, los realities televisivos, los conciertos musicales, entre otros), son ejemplos de este tipo de control. Es hora de empezar a pensar por nosotros, dominar nuestra propia personalidad para que nos permita hallar el camino que realmente se adecua a nuestras propias necesidades, que lleva a la fuente de todo el potencial que subyace dentro de nosotros y, para ello podemos empezar por la mente.
Originalmente publicado en: http://hermandadblanca.org/arte-pensar-dominio-la-personalidad/ 
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Escríbale al autor:
JossP

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