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viernes, 23 de enero de 2015

NO PIENSE MÁS, NO HABLE MÁS…. ¡HAGA!





Con profundo respeto y gran honor, para AMM
Hacer un alto en el camino, parar, detenerse por un momento a comprender lo que se está viviendo. Esta parece ser una de las invitaciones que la vida nos hace en momentos en que todo lo bello, lo importante, lo eterno, lo arquetípico, lo real parece haberse esfumado sin posibilidad de retorno. Especialmente ahora, cuando tenemos la vida llena de tantas cosas materiales y cuando vivimos rodeados de todo tipo se emociones y sensaciones que absorben toda nuestra energía, ahora es cuando debemos escuchar ese llamado a la quietud, a la paz interna que nos permita luego avanzar decididamente y en la dirección correcta.

Y es que a pesar de los adelantos tecnológicos de los últimos sesenta años, a pesar de todos los equipos electrónicos que nos rodean y que de manera directa o subrepticia se han amoldado a nuestras existencias, a pesar de todo ello, vemos que algunas cosas no han cambiado ostensiblemente. Tenemos vehículos más veloces, una banda ancha para navegar y un rango más amplio de decisiones en casi todos los campos del saber humano y, no obstante, no somos necesariamente más felices. Claro que ese campo (la felicidad) lo dejaremos para otra ocasión. Él, en sí mismo, amerita todo un tratado. Por ahora, volvamos a los cuestionamientos.

Nuestras casas al igual que nuestras cabezas, se han llenado de tantas cosas materiales, las unas, y de tantas opiniones, las otras, que hemos tenido que sacar, erradicar de nosotros nuestra verdadera esencia, nuestra realidad. Ya no tenemos ni tan siquiera una rendija por donde entre un rayo de entendimiento y de comprensión. El salto al costado es urgente, así podremos analizar detenidamente y con profundidad todas las dimensiones de aquello que llena nuestras horas de vigilia y alumbra las noches de insomnio. Mientras damos vueltas en la cama, debemos convencernos que muy dentro nuestro está la verdad; allí, al lado de las preguntas que nos agobian como perros hambrientos. Cuestiones de todo tipo: acerca del dinero, del empleo, la casa; la familia, los amigos; las creencias, los dogmas, la espiritualidad, Dios, etc. Todos tenemos preguntas e inquietudes que en algún momento afloran y que, una vez en la superficie, no se contentan con menos que la verdad.

Cuando estas preguntas enturbian la superficie calmada de nuestro mar existencial, es cuando  empieza el oleaje que hace surgir también nuestros miedos, nuestros temores y nuestras dudas. ¿Miedo a que? ¿Dudas acerca de qué? A veces y durante años enteros, logramos convencernos que todo está bien, que aquello no es más que suposiciones que nuestra inquieta mente nos presenta sin ningún soporte real. Procedemos como debe ser en estos casos: las encerramos en la caja de los recuerdos. Por eso es que la mayoría de recuerdos son tan dolorosos, porque corresponden a circunstancias o momentos que no se resolvieron a cabalidad en su momento.

Nuestro actuar puede ser diferente aún bajo las mismas anteriores circunstancias: quizás optemos por tomarlas en serio pero lo hagamos desde una perspectiva totalmente equivocada. Suponiendo actuaciones, creando pseudo-realidades imaginarias en donde todo se resuelve o, quizás, endilgando a los demás toda la responsabilidad, cuando no la culpa, de los malos resultados y fracasos obtenidos. Impelemos a la mente que crea esa realidad que ella misma nos presenta e insistimos en que todo está bien. Nos repetimos que el próximo año haremos ese cambio que la vida nos exige; nos mentimos diciendo que ya estamos cambiando aun cuando nuestras rutinas son exactamente las mismas cada día y, finalmente, lo que hemos hecho es escabullirnos por un meandro que rodea esa aldea en la cual somos esclavos cuando debíamos haber sido reyes.

¿Qué hacemos entonces? Convocamos a nuestros amigos, pedimos consejos, solicitamos ayuda porque nos sentimos en el fondo de un profundo foso contemplando el cielo. Nuestro cielo es solo una pequeña circunferencia con unas cuantas estrellas que no alcanzan a alumbrar nuestras noches de lobreguez. De nuestro día, mejor no hablar. Afortunadamente, la mente sigue allí, siempre dispuesta a sacarnos de un paraíso falso para entrarnos en otro igualmente irreal y miserable aun cuando se presenta plagado de hermosas flores. Bajo cada flor reposa enroscada una enorme serpiente dispuesta a atacar y morder. Si en esa pausa que hemos realizado para re-pensar, re-vivir y re-hacer nuestra existencia, nos paramos frente a la flor para oler su sutil perfume, corremos el riesgo de ser mordidos. Todo depende de nosotros, siempre ha sido así y así será.
Pero si en lugar de perder el tiempo oliendo la rosa y queriendo comprender la razón de su olor, simplemente la aceptamos como parte importante de nuestro propio proceso de despertar de la conciencia, entonces estaremos avanzando, aun cuando nuestros pies no se muevan del mismo sitio. Si, en lugar de quejarnos de nuestro empleo, nuestras amistades, nuestros fallos; la sociedad, la lluvia, el calor, los vemos como oportunidades irrepetibles de despertar y crecer mediante la pregunta: ¿Qué es lo que debo aprender de esta circunstancia?, entonces habremos dado un gran paso al frente. Estaremos listos para re-comenzar.  

Esto es todo un trabajo, claro que sí, pero tenga en cuenta que cualquier trabajo realmente significativo tiene que tener dos componentes: uno interno y otro externo, o dicho de otra manera, el hacha debe romper el tronco pero al regreso debe horadar nuestro propio corazón o nuestra mente (cuando éste se halla endurecido por tanto dolor e incomprensión, o cuando aquella se halle turbia y perdida en el mar de la lógica y la razón).

Veamos la flor, comprendamos su papel en la existencia del universo; sintamos su cálido olor, regalémosle un poco de nuestra propia agua de vida y sigamos caminando hacia el siguiente objetivo. No nos preguntemos la razón de su forma, de su color y de su olor; no la arranquemos para llevarla a casa en donde debería estar mejor. Cada ser (incluido el ser humano) esta exactamente dónde y cómo debe estar. Si comprendemos esto para la rosa, lo haremos también para la humanidad.  En este actuar no hay apego, no hay dolor, solamente comprensión. Porque no basta con querer ayudar, hay que hacerlo; y no es suficiente con ayudar, hay que hacerlo de la manera correcta y bajo las circunstancias adecuadas. Y es que la ayuda en circunstancias equivocadas puede ser tan lesiva como la apatía.   

Si tenemos dudas acerca del tipo de flor que estamos viendo, de la clasificación del tipo de olor (dulce, cálido, etc.); del origen de la misma, de las diferentes especies que existen en la región, del descubridor originario de cada tipo; de la manera en como debe ser sembrada, abonada y cosechada; de la forma adecuada de empacarla para ser exportada y del precio a ser vendida, entonces y solo entonces, tendremos claridad de los dos caminos que ante nuestros ojos se abren: responder a todas estas dudas o, aceptar que la rosa es la rosa por naturaleza y que no somos quienes debemos crear un tratado enciclopédico  acerca de estas plantas.

Esto último nos pone frente a otro elemento que debemos sopesar en aras de alcanzar el estado ideal. Seamos realistas: hay batallas que no son nuestras, que no nos corresponden librar. Muchas personas se empeñan en pelear en batallas ajenas, cuando no irreales. En estos casos empezamos una lucha que de antemano sabemos perdida, pero que por esa actitud de duda irrefrenable que traemos, se nos presentan como propias y dignas. La vida se vuelve una constante guerra en dos frentes: uno contra la permanente duda y otro con todas las consecuencias de la misma. ¡Basta de pelear en campo ajeno! Deponga sus armas y sálgase de allí, así tendrá ocasión de reconocer su propio Kurutshetra (campo de batalla) y hacer lo correspondiente por usted mismo.  ¿Le asaltarán dudas? ¿Se sentirá inmovilizado por el temor? Seguramente que sí, pero morir peleando su propia batalla en su propio campo es más satisfactorio y meritorio que alcanzar la gloria en un campo ajeno, gloria y éxito que no serán suyos, sino de alguien más.

Confíe, crea más en usted mismo. Siempre hay una salida, una solución. Para acabar con las dudas y los temores y los miedos, deberá hallar certezas mediante la creencia férrea en usted mismo y en el componente de verdad y de la realidad presente en las dudas y las preguntas. Tome la pregunta en serio, reformúlela y halle la respuesta, esto le permite tener la certeza y, una vez allí, será capaz de vivirla, sentirla, animarla, hacerse uno con ella y lanzarse a por la próxima. Vivir en certezas es la única posibilidad de avanzar. La duda es tan lesiva como la apatía. Detenerse a dudar, es la forma más segura de fracasar. ¿Necesita ejemplos de esto?... revise su propia existencia y los hallará.  

Deje de hablar. ¡Haga! Basta de soñar. ¡Construya! ¿Qué?... pues aquello de lo que tanto me has hablado. Ahora, a partir de hoy, cuando llame o escriba a sus amigos, ya no describa ese lugar paradisiaco donde desea estar; ya no comente ese empleo soñado que le permitirá ser feliz; ya no anhele vivir en una sociedad donde el honor, la equidad y la lealtad sean condiciones inherentes del ser; ya no espere nada de nada ni de nadie….

Esa próxima vez, cuando contacte a sus amigos o enemigos, que sea para describirles el lugar, el empleo, la sociedad en la cual está viviendo hace tiempo y de la cual disfruta sin restricciones. ¿Es eso posible? Tiene que serlo, porque usted lo ha imaginado y las cosas reales están en la imaginación y es desde allí donde descienden a este valle de lágrimas. Traerlas a este mundo es su trabajo y nadie lo hará por usted. ¿Que necesita para hacerlo? Dejar de hablar, y actuar. ¿Alguien le garantiza el éxito en esa gestión? No, nadie lo puede hacer. Si acude a sus amigos y enemigos en busca de las certezas y las garantías de éxito, siempre fallará. Intente por usted mismo y se dará cuenta de lo que sucede al final, pero, por favor, camine hasta el final del puente para saber lo que allí está aguardando por usted.
JossP F&E





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