Por
diferentes medios y con diverso vocabulario se ha venido pregonando desde hace
algunos años la inminencia de un cambio (o mejor dicho, de un GRAN CAMBIO) que
obligará a la persona a asumir responsablemente y con decisión, su condición de
ser humano (y esto implica una transformación de fondo, tal como veremos).
Mucho se comenta desde la Filosofía vanguardista, la Religión modernista, la Física
cuántica, la Teosofía, la Metafísica y los sistemas de meditación en todas sus
vertientes acerca de cambios en la frecuencia vibratoria del ser humano,
incluso se dice que el planeta tierra elevará su propia frecuencia una octava
más allá de la actual. ¿Qué tanto de
cierto hay en todo ello y cual sería nuestro papel en la transformación y la
asimilación de ese posible nuevo
paradigma de vibración y de vida? En las siguientes líneas haremos una
aproximación a esta realidad, pero eso sí, sin la pretensión de convencer a
nadie de algo y tampoco queriendo negar nada, pues dos de las más grandes
condiciones de ignorancia se expresan al tratar de convencer al otro de algo y
al negar rotundamente eso de lo cual no tenemos ni pizca de idea.
El Arbol de la Vida: Vibracion |
Una forma
efectiva de aproximarse a los llamados “futuribles”
(futuros posibles en cualquier campo) es partir del punto más elevado de
certeza disponible, esto nos ahorra recursos que de otra manera serian
desperdiciados. El primer punto cierto
que podemos aceptar es el de la innegable condición evolutiva de la especie
humana, proceso que se remonta más allá de lo que Darwin pudo concebir pero
que, ciertamente, no es ilimitado. Tuvo un comienzo y, por ende, tendrá un fin
(como especie o raza humana). Un segundo
punto de partida lo podemos establecer en relación con las limitaciones (y
por lo tanto, potencialidades) actuales: el ser humano en todas sus
manifestaciones se encuentra limitado
por barreras de tipo físico o supra físico que le impiden considerar en toda su
magnitud su propia esencia y sus potencialidades. Solo por citar un ejemplo
diríamos que el ojo humano percibe únicamente la luz que vibra en cierto rango
del espectro (entre el rojo y el violeta), pero no es consciente por sí mismo
del espectro infrarrojo y del ultravioleta. Otro tanto sucede con muchas de las
manifestaciones humanas o dimensiones en donde pervive, bastaría solamente con
detenernos a examinar cuidadosamente y veríamos este hecho manifestado en casi
cada actuación del ser humano.
Aceptando
estos dos elementos como puntos de partida, nos podemos internar en este
análisis que, tentativamente, debería llevarnos a dos conclusiones: por un
lado, nuestro planeta se está renovando cada día y este proceso se está
acelerando, pero por otra parte, si somos un elemento esencial de este planeta,
existe una responsabilidad directa sobre dicha renovación; podemos ser parte de
ella y actuar de modo congruente y asertivo para que este proceso sea lo menos
doloroso y lesivo, o podemos sentarnos y esperar que el universo, por su propia
cuenta, realice los ajustes que considere necesarios.
La única
manera posible y concebible de que el planeta (y también cada individuo) se
renueve es desde dentro del planeta mismo. Esperar que una entidad superior
como un Dios, un Maestro Ascendido, una Civilización Mayor, etc., actúe para reparar
el planeta e impulsar la humanidad hacia ese escalón superior de evolución, no
es más que una locura y un desacierto concebible solo en una mente errática y
poco desarrollada. Únicamente el mismo organismo es capaz de curarse a sí
mismo, pues aunque la medicina apropiada sea ingerida, es el organismo quien la
transforma, descompone, apropia y hace las correcciones necesarias. Las fuerzas
externas que están llegando no son más que impulsos, sugerencias, propuestas y
luz que se puede aprovechar para realizar este impulso. De la humanidad depende
que así sea. Esto no es nada nuevo, no es algo que ya no sepamos o algo de lo
que no estemos convencidos, lo que sucede es que nos hemos negado (y seguimos
negándonos) a aceptar que solo desde dentro de nosotros mismos podemos mejorar
las condiciones actuales del planeta. Un colectivo (llámese país, nación,
región, ciudad, etc.,) no puede evolucionar a menos que todos y cada uno de sus
miembros realicen ese avance por separado, de manera personal, congruente y
efectiva. Esta es la única forma concebible de lograr un cambio sustentable en
el tiempo.
Las
limitaciones que tenemos ahora mismo como civilización no son diferentes de las
que cada persona encara en su día a día. Escasez de visión, visión errada,
sesgada; objetivos individuales que van en contra del bien común; ideales expresados
solo en posesión material; falta de interés en causas humanas; arraigo de la
tradición y la cultura que impiden aceptar la obligatoriedad y la importancia
del cambio, entre otros, son solo elementos que debemos combatir desde nuestras
realidades personales. En otras palabras, luchar decididamente contra nuestras
propias miserias (no solo las materiales, sino también las espirituales,
teniendo presente que la “espiritualidad”
no tiene nada que ver con la religión). Cuando una miseria personal (como la
obstinación, los celos o la ignorancia, por ejemplo) es derrotada, toda la
humanidad aprovecha el resultado de esta batalla ganada, y estos cambios son
visibles para quien tiene la capacidad de verlos, sentirlos y vivirlos. Estas
batallas y estas apropiaciones se están dando continuamente en todo el planeta
y van mucho más allá de nuestra escasa comprensión de la realidad única.
Aquí se abren dos elementos más: por un lado la necesidad de creer y
valorar (aunque no los veamos) esos cambios, y por otra parte, y gracias a
ello, podemos atestiguar la veracidad de ese Gran Cambio del que hablamos a comienzo de esta charla. Recogiendo
un poco lo dicho, se puede afirmar que los cambios vibratorios que muchas
personas estamos percibiendo en el mundo entero (esta percepción se está
haciendo visible tanto en el cuerpo físico como en el plano emocional,
sentimental y energético) están siendo producidos por nuestro propio modo de
concebir ahora mismo la existencia y de reafirmar nuestra condición humana,
pero también, y como consecuencia de ello, está entrando renovada corriente
energética proveniente del mismo sol y de sistemas superiores que hace que las
estructuras arcaicas (sean de cultura, de poder, de pensamiento, de intercambio
de bienes, social, etc.,) se estremezcan, se preocupen, reaccionen
violentamente, se transformen, sean aniquiladas o escapen hacia otros mundos,
dependiendo de su fuerza y de su papel en el desarrollo de la raza humana.
También el mal desempeña un papel creativo e importante en un mundo concebido
para el bien y por tanto, basado en la dualidad. Y esto debe ser claro: ante un
impulso decidido del bien, tenemos que esperar una arremetida del mal, pues uno
no puede vivir sin el otro en un mundo –insisto- dual como el nuestro.
Mal humor
inesperado, reacción violenta ante hechos triviales, endurecimiento de las
políticas migratorias, despidos colectivos en las empresas y desafíos a las
estructuras jerarquizadas como la iglesia, la policía, el gobierno son solo
algunas de las manifestaciones de la proximidad de ese cambio vibratorio del
planeta y de la elevación de la condición significativa del ser humano. Pero no
hay que caer en alarmismos y reacción panfletista, pues del lado del bien
también hay reacciones igualmente fuertes y efectivas. No en vano la aparición
constante de nuevos grupos o colectivos entregados a causas profundamente
humanitarias, la ampliación del campo de acción de la consciencia expresado en
la valoración de los aportes a la humanidad realizados por otras especies
coexistentes (plantas, animales, etc.,), la aceptación abierta o callada de la
existencia de seres más avanzados, las canalizaciones de mensajes provenientes
de esferas superiores; la exquisitez a la hora de seleccionar lecturas, comidas
o amistades, la aceptación de la Astrología, la Cábala o el Tarot como parte
importante de nuestra existencia y la exploración de nuestro destino individual
y colectivo son solo algunos de los hechos más destacados que nos llevan a
establecer un tercer punto de certeza
del cual debemos partir para un futuro posible análisis de la condición humana
y sus potencialidades.
Mientras
tanto, tenemos mucho por hacer. En primera instancia, apagar el “Automático” de nuestras vidas y vivir en
manual, siendo conscientes en cada instante del “qué”, el “cómo” y el “para que” de todas nuestras actuaciones.
Posteriormente, proponernos a explorar “otras
posibilidades” aun cuando esta actitud nos lleve a confrontar “creencias”, “organizaciones estatales”, “valores
sociales o morales”, “tradiciones”
o “paradigmas de vida”. Para este
segundo movimiento requerimos valentía, coraje y arrojo, que solo se consiguen
con la actuación. Al cabo de unos días
de práctica, notará algunas cosas curiosas tales como:
-
Sus amigos y conocidos se irán alejando de usted, se irá quedando cada
vez más solo(a).
-
Su capacidad de apreciación (del mundo, de las circunstancias, etc.,) se
verá tremendamente ampliada.
-
Empezará a notar que usted es parte de todo y que todo es parte de usted
mismo(a).
-
Con cada miseria que elimine de su vida, una virtud ocupará ese lugar,
con lo cual será un(a) virtuoso(a), y eso hará que brille entre la multitud.
-
Percibirá que ahora tiene una misión clara en esta existencia y que no
debe desviarse de su logro.
-
Comprenderá que todas las misiones personales no son más que expresiones
de una Gran Misión para la humanidad.
-
Ya no aceptará en su intimidad nada que no se identifique con ese ideal
elevado que ha fijado.
¿Todo
esto vale la pena?... No lo sé. Inténtelo y me cuenta.
Escríbale al autor
(o mejor no le escriba)
2262287343@qq.com
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