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sábado, 15 de diciembre de 2012

SOBRE LAS RELACIONES HUMANAS

“When the going got rough, José would remind me frequently to: find your own pace and breathe with it. Slow down until you do” No pasa nada, by Wendy Sanchez, pp. 34.
¿Cuál es el fundamento de las relaciones entre las personas? ¿Para que nos relacionamos? ¿Por qué, en ocasiones, se tornan tan difíciles, complicadas y estériles? ¿Cómo hacer para que estas relaciones sean asertivas, agradables y provechosas? Estas y otras preguntas serán objeto de análisis en las siguientes líneas y lo haré desde una perspectiva incluyente y metódica que posibilite el mejoramiento de nuestro entorno social, familiar y personal. Desde el nacimiento mismo y hasta nuestra partida nos vemos envueltos en relaciones de diferentes tipos, ya sean de carácter paternal, maternal, fraternal o filial y, sin embargo, pocas veces nos preguntamos por la importancia que estas asociaciones tienen en nuestras vidas. El camino se inicia con la relación padres-hijo(a), la misma que con sus altibajos, se prolonga durante toda la existencia, posteriormente se añaden otros tipos de relaciones como las fraternales con nuestros hermanos, hermanas, amigos y amigas, para dar paso a las relaciones de carácter conyugal que nos depararán los más grandes desafíos de nuestra vida. Somos seres sociales por naturaleza, vivimos en medio de una sociedad que nos condiciona, nos enseña y nos forma de acuerdo con los parámetros que le son propios. Es en esta interacción en donde entran en juego elementos como las percepciones, las emociones, las sensaciones, los sentimientos y los pensamientos que le imprimen cierta complejidad a la manera en como nos relacionamos. Un simple “buenos días” o un profundo “hasta luego” se ven matizados y condicionados por el estado emocional de los participantes en el dialogo. No podemos sustraernos a estos sentires, pero podemos controlar su manifestación y, por ende, su impacto en nosotros y en el otro. Precisamente, el hecho de no controlar la interacción que existe entre las relaciones y los sentires es lo que le aporta la complejidad a las primeras. ¿En qué momento se complicó tanto esta relación? Esta pregunta seguramente la hemos planteado en cierto momento de alguna de nuestras relaciones, particularmente las de orden filial y conyugal, y no obstante, no hallamos una respuesta satisfactoria. Con nuestros hijos, así como con nuestra pareja somos mas proclives a distorsionar la esencia misma de aquel nexo que un día nos unió, olvidamos que fuimos nosotros mismos los que llamamos, creamos y fortalecimos la relación y, ante todo, no queremos comprender y reconocer que esta relación está ahí para enseñarnos algo que hemos olvidado, algo que una vez supimos pero que, por temor o desidia, no queremos recordar. La relación es de dos vías, y también lo es dar y recibir. La mano que da está por encima de la que recibe, por ello es que en algunos momentos debemos estar preparados para recibir, pero siempre tenemos que estar dispuestos a dar. Aquí está la clave de la complejidad de muchas relaciones: olvidamos que debemos dar antes que recibir y pretendemos que la otra persona sea quien tome la iniciativa, es mas, nos empeñamos en ver nuestros propios errores, faltas y fracasos en los demás, olvidándonos o no enterándonos que somos nosotros los que padecemos ese horrible mal. Esto es lo que hace grande al perdón como etapa previa a la sanación. Perdónese a usted mismo por las faltas del pasado y por su historia, luego perdone a sus parientes y sus faltas para que pueda continuar avanzando en el camino evolutivo. Tenga en cuenta que ese perdón ha de ser sincero, ha de provenir desde el fondo de su corazón e incluir su alma en él, pues de lo contrario se vuelve otra carga más en su pesada mochila. Por otra parte, uno de los componentes mas comunes en el proceso de complejizar una relación es el enfermizo temor a perderla. ¿Ay, y si algún día te pierdo?, ¡Me dolería mucho perderte!...Estas y otras afirmaciones de angustia solemos expresarlas cuando consideramos que una relación es valiosa para nosotros. Nos empeñamos en ver el invierno ad portas cuando apenas está entrando el verano o, como dice A. Cortes: “[…] que manía de invertir cada presente en el mañana”. Nos perdemos de vivir el presente porque estamos constantemente pensando y tratando de vivir el futuro y cuando este llega, ya es pasado, con lo cual hemos perdido el presente, el pasado y el futuro para situarnos en un limbo tan constante como improductivo. No tema perder la relación por pavura racional a los misterios, pues has de saber que nada es para siempre y reconocer que es el movimiento el que crea y renueva la vida. Es en ese ir y venir de las relaciones donde está el verdadero misterio de la vida en relación con su aprendizaje. El flujo y reflujo de las olas renueva la vida en el mar; el constante movimiento del rio trae consigo la vida que alimenta las especies y propicia la vida. Somos parte de una energía creadora que jamás se detiene, porque detenerse es empezar a morir. Las sociedades son entes vivos porque se renuevan constantemente, es decir, fluyen, y en ese movimiento es donde encontramos los condicionantes sociales como parte de las relaciones. Existen nexos que nacen y se refuerzan solo por presión social, situación común, por ejemplo, en los colectivos etarios de jóvenes de todas las épocas. En este caso la complejidad radica en el tipo de condicionante que influye en el carácter como expresión del inconsciente del individuo. Cada uno es proclive a aceptar y reproducir aquellos condicionantes sociales que le son propios y que considera adecuados desde su carácter y su personalidad, con lo cual tenemos sociedades más complejas que otras en términos de las relaciones que las mantienen vivas. A modo de ejemplo de esta disparidad se pueden citar las relaciones sociales entre grupos de personas pertenecientes, por ejemplo, a una religión como el Cristianismo o el Budismo. Tanto los atuendos como los rituales y su significado pueden llegar a ser ininteligibles para un individuo ajeno a dichas religiones, pero ello no significa que no tengan valor, solo se trata de que el observador carece de los elementos de juicio necesario para comprenderlos y valorarlos. Aquí tenemos otra clave más para mejorar nuestras relaciones: aunque no las comprendamos completamente, si podemos aceptarlas, respetarlas y tratar de entenderlas, antes de censurarlas y desecharlas. Pero, ¿Por qué nos relacionamos? Si de antemano sabemos que una relación puede llegar a ser tan compleja y en muchos casos altamente lesiva, ¿por qué nos empeñamos en buscar, propiciar, crear, desarrollar y mantener las relaciones? Aventurarse a dar una respuesta sencilla es una tarea frustrante, no obstante, podemos pensar que desde la concepción social del individuo las relaciones son la única manera de permanecer dentro del grupo, identificarse con él y progresar. Desde la Teosofía, así como desde las grandes religiones vivas se puede aseverar que el individuo solo puede alcanzar la liberación, la iluminación o la salvación mediante la interacción constante, cotidiana y asertiva con los demás. ¿Esto justifica la existencia de relaciones? La respuesta es no. Dado que nos relacionamos por diferentes motivos como temor a la soledad, compatibilidad o afinidad con el otro, inseguridad personal, búsqueda de complementariedad, necesidad de reciprocidad, etc., podemos terminar envueltos en relaciones desastrosas que, a manera de bucle, nos llevan poco a poco a tocar el fondo de la miseria y el dolor. En estos casos la autoestima nos puede ayudar a tomar la decisión de acabar con este tipo de relaciones, romper los lazos que nos atan a estas personas y acercarnos a otros ideales mas elevados, por ejemplo, religiosos, espirituales, humanísticos, filantrópicos, etc. La relación es un proceso de comunicación que incluye todos los elementos de aquella, por tanto hay un emisor, un receptor, un canal, un código y mensaje, con lo cual tenemos otra clave mas para nuestro proceso de optimización de las relaciones: podemos actuar en todos y cada uno de los cinco elementos que conforman la comunicación. Cuando una relación ha perdido su fundamento, esto es, cuando se ha vuelto destructiva y degenerativa, podemos revisar estos cinco elementos y mejorar o revaluar alguno de ellos, todo esto desde un sexto elemento presente en la relación: el objetivo. Podemos empezar preguntándonos: ¿Cuál era el objetivo de esta relación?, es decir, ¿Para qué fue que un día decidimos relacionarnos? Retomar el objetivo inicial nos permite hacer ajustes en todos o alguno de los cinco elementos anteriormente mencionados. Y es que en ocasiones el emisor no es claro, veraz o asertivo en la emisión de la comunicación; otras veces lo es el receptor; pero también el mensaje puede no ser claro, estar sesgado o incompleto o, estar codificado en lenguaje desconocido para el receptor; también solemos usar un canal no adecuado para relacionarnos, por ejemplo cuando nos hacemos una idea de la situación social de un país solamente escuchando y viendo noticias de él, o cuando le pedimos al exnovio de nuestra chica que nos ayude con ella. Para que haya comunicación real y efectiva se requiere la retroalimentación, es decir, tanto la comunicación como la relación deben crear, deben ser fructíferas para las dos partes involucradas en el proceso, de lo contrario se vuelve estéril y tiende a complejizarse y a complicarse demasiado; envuelve al ser en un proceso degradante que implica desordenes físicos, mentales y espirituales. De usted depende el tipo de relación en la que se desea involucrar, las características de la misma, los componentes que entraran en juego, la asertividad y el resultado que se obtenga. No dude en cuanto a que las relaciones son la mejor manera que tenemos de perfeccionar el carácter y dominar la personalidad y de que ellas siempre serán parte de su existencia, por lo tanto, propóngase mejorarlas y transformarlas en herramienta de trabajo idónea para lograr una vida mas productiva, mas sensata y mas feliz. Tal como aconseja un pensador europeo en relación con lo que él define éxito personal: “(Conocimientos + habilidades) x Actitud = Éxito”. Las relaciones son parte de la actitud pero se visualizan en los dos primeros componentes de esta ecuación. Finalmente, le dejo una reflexión que propone la protagonista de una película muy singular: La física de la búsqueda, una fuerza en la naturaleza gobernada por leyes tan reales como las leyes de la gravedad, es algo como esto: si eres lo suficientemente valiente para dejar atrás todo lo cómodo y familiar que puede ser cualquier cosa desde tu casa hasta amargos resentimientos y llevar acabo un viaje en búsqueda de la verdad, sea externa o internamente, y si realmente deseas ver absolutamente todo lo que te pasa en ese viaje como una clave, y si aceptas a todo el que conoces durante el camino como un maestro y, ante todo, si estás preparado para enfrentar y perdonar algunas verdades complejas sobre ti mismo, entonces la verdad no se te ocultará. (Comer, rezar, amar). Eliper F&E 2012

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