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viernes, 9 de abril de 2010

DIATRIBA CONTRA UN HOMBRE SENTADO AL BORDE DE UN PRECIPICIO (3 Parte y Final)



Rápidamente se levantó y empezó a correr hacia su casa. Daba un paso, dos, tres, pero sentía que retrocedía cinco. Se esforzaba en recorrer distancia, pero al mirar atrás, se veía nuevamente parado al borde del precipicio. Las mariposas amarillas seguían a su lado, pero la blanca ya no estaba. Seguía corriendo con tanta velocidad que sus pies parecían desfallecer; su frente completamente mojada en sudor y su camisa medio abierta, le daban un aspecto grotesco y triste. Por fin, cayó rendido al piso.
-¿A dónde vas?-, preguntó suavemente  la voz.   Esta es mi segunda pregunta, amigo mío. ¿Quieres responderme?, por favor, le dijo en tono fraternal.
-Pero… ¿Qué he hecho para merecer esto?, ¿Por qué a mí?. Increpó desesperado Karl, al borde de las lagrimas.
-Veo que has estado muy ocupado en tratar de  huir. No deberías insistir en lo que no se puede hacer. Tú estás exactamente  donde debes estar y, tienes justo lo que debes tener, así como  lo que en rigor te mereces. No pierdas tiempo en tratar de huir de tu realidad ni de  tu mundo, tú me creaste para esto y para esto, estoy aquí. Aprovecha el poco tiempo que resta y respóndeme la pregunta, antes que pierda la paciencia.
-Trataba de llegar a mi casa, mi mujer y mis hijas me estarán esperando…-, argumentó Karl, un tanto apesadumbrado. Dejando escapar gruesas lágrimas, le suplicó al Pensador  que le dejara marchar, pero éste se mostró indolente ante las suplicas. La vida es indolente ante los sufrimientos de los mortales y con ella no se puede tranzar, pues no hay nada que le interese, ella lo es todo.
-¡Te irás solo cuando estés listo para partir, no antes ni después!-, gritó la voz. Tienes que resolver las tres preguntas y luego serás una persona libre. Cuanto antes acabes, será mejor para ti, pues el tiempo no es tu aliado.
-Ya te he dicho que trataba de llegar a mi casa, con mi mujer y…
-No estás escuchando, tu cerebro sigue perturbado-, interrumpió la voz. Nadie se va sin terminar su labor; el campesino no asiste a cenar sino hasta que acaba su trabajo; el caminante no come hasta que ha alcanzado su meta; el estudiante no se gradúa hasta tanto no termina sus estudios…tú no te irás hasta que hayas respondido mis tres preguntas de forma satisfactoria. Recuerda que la rata Grenouille solo fue apresada al terminar su ardua labor.
De cara al piso, Karl se asombró de recordar al pie de la letra los pasajes de El Perfume relacionados con lo que la voz comentaba. Así: “Cuando él creía que tenía todo en su poder y había por fin arrebatado de la última chica la fragancia más exquisita y la cual era la culminación de su labor, fue arrestado por los asesinatos de las jóvenes y, cuando le hicieron declarar, no dijo nada en concreto, sólo que las necesitaba.
Por ello fue condenado a ser puesto boca arriba y atado a una cruz de madera para después recibir doce golpes con una vara de hierro que le descoyuntarían las articulaciones tras lo cual lo levantarían y esperarían su muerte la cual podría durar horas incluso días”.
Cada uno obtiene el final aquello que ha merecido. Nadie gana más ni menos que lo que en justo rigor se ha hecho merecedor. Si esto era cierto, ¿cómo es que se encontraba al borde de un abismo y a punto de caer?, ¿Su vida había sido tan miserable para merecer morir de esta manera?...
Con la mano izquierda colgando en el abismo, y la mano derecha asida a una rama que amenazaba con desgarrarse, producto de un resbalón inusitado  causado por su debilidad,  Karl se esforzó en mantenerse lucido, en entender la pregunta y tratar de dar una respuesta satisfactoria, pues cuando se está a punto de perder la vida, es precisamente cuando más se la valora. ¿A dónde vas?, una pregunta tan sencilla pero cuya respuesta parecía desvanecerse en la noche de los tiempos. -¿A dónde vas?, si alguien va, es porque viene de algún lado-, pensó. Si vengo de algún lado, debo ir a otro, eso es lógico y correcto. En estas divagaciones estaba, sin atreverse a soltarse ni a incorporarse, por temor a que el mínimo resbalón lo lanzara al vacio.
Por su cabeza pasó el diario de su vida, desde que tenía recuerdos, hasta la fecha en que tomó la decisión de incorporarse a la empresa; cuando nacieron sus hijas y cuando  se cambió de casa. Su infancia y su juventud; sus cambios de pensamientos y de mirada; sus primeras canas y las tristezas y desconciertos que la vida le había deparado. -Todo llega justo cuando debe llegar, no antes, no después-, pensó.
-¿Y si me soltara y acabara con esto ya?, dijo en voz callada. Si me dejo llevar podría salirme del mundo que me aprisiona, seria por fin libre. Caer libremente por este abismo hasta encontrar el final. Se dio cuenta que aunque vivía en la misma casa desde hace quince años, nunca se había preguntado que habría al final del abismo, cuantos metros habría hasta el fondo…en fin, no sabía nada del abismo que tenia al lado de su casa.
-Tanto las cosas que se nos aprestan buenas como aquellas no tan buenas, nos son completamente desconocidas, -pensó-. –Si salgo de esta situación, trataré de conocer todo lo que me rodea, seguramente eso haría…si saliera de esta situación.
-¿A dónde voy?...no lo sé. Pero si voy es porque vengo de algún lado y, si vengo es porque un día inicie algo y, si inicie algo es porque también lo terminaré. – ¡Esto es un juego de palabras sin sentido!, todo es un gran sinsentido, hasta esta rama que me sostiene sobre el abismo carece de sentido. Cerró los ojos y se dejó llevar por sus pensamientos; sin darse cuenta, exclamó la respuesta que la vida estaba esperando:
-No sé a dónde voy porque no sé quién soy y, no sé quien soy porque no sé  de dónde vengo, por tanto, no se a donde voy… ¡creo que estoy perdido!, de hecho, ¡llevo perdido en el mundo más de cuarenta años¡.
En este instante, la rama de la cual estaba asido Karl, empezó a crecer. De su tallo brotaron otras ramas más gruesas y fuertes, algunas le tomaron por los pies, otras por la mano izquierda hasta colocarlo completamente sobre tierra firme. El árbol continuó creciendo hasta tornarse en un esplendoroso ejemplar con diez frutos olorosos y de distintos colores; el fruto más alto era de un limpio color blanco brillante, en tanto que el fruto más bajo presentaba el color amarillo del oro. Tirado en el piso, Karl observó con detalle que los frutos restantes eran, en su orden, azul, rojo, morado, naranja, rosado, magenta, purpura, añil, hasta llegar al  amarillo. Esta visión suponía un panorama completamente nuevo para él, quien no acababa de comprender cómo podía haberse salvado de morir en el precipicio. Algunas cosas parecen no tener sentido alguno, -pensaba sin salir del asombro. – ¡Un árbol con frutos de distintos colores!, eso no es posible; además todos sus frutos eran perfectamente redondos y de igual tamaño…eso si que no me lo creo, pensaba y se repetía.
Nuevamente El Pensador lo sacó de sus elucubraciones para decirle algo que terminó por colmar la paciencia de Karl.
-Te asombras de cosas tan simples, cuando has pasado toda tu vida haciendo cosas más simples que no notabas… ¡Ay, así son los seres humanos, hacen y hacen y no tienen tiempo de ser!, musitó la voz socarronamente. ¡Algún día tendrán que aprender a ser seres humanos¡

En estos momentos Süskind había dejado de existir, la consola y el trabajo carecían de valor y el tiempo era solo una metáfora de la existencia para Karl, quien, sentado al borde del precipicio, trataba de alcanzar uno de los frutos del árbol de la vida, pues su estómago así lo exigía. Ante su mirada estaba dispuesto el fruto rosado, sin dudarlo un instante estiró su mano y lo alcanzó; lo llevó a su boca y al morderlo se escuchó un fuerte estruendo en el fondo del abismo.
-Has hecho una buena elección, amigo mío-,  exclamó la voz, congraciándose con él.
En tanto Karl apuraba hasta la última gota de néctar que emanaba del fruto, la voz continuaba  hablando acerca de la belleza, el sacrificio y la causalidad, situación que apenas comprendía Karl. El fruto se terminó, dejándolo completamente adormecido y tendido sobre el piso en posición fetal. Por fin el héroe tenía un descanso en medio de una tormenta que parecía no tener fin. A veces la vida se transforma en  un fuerte vendaval que arrasa con todo lo que hemos construido durante años de duro sacrificio y la vida se torna en un día que parece no tener fin.
Ahora la belleza inundaba todo el paisaje, Karl parecía un niño recién nacido, vuelto a la vida por el deseo y la voluntad. Soñaba que sus hijas crecían y se casaban en medio de sendas bodas a las que acudía todo el pueblo; que su esposa sonreía y era feliz, que había dejado de reprocharle tantas horas de ausencia y de silencios conyugales. En el sueño todo estaba bien, todos sonreían, sin embargo por más que trataba no lograba verse a el mismo  en tales  escenas. Simplemente él no era parte de ese futuro, si es que era un futuro.
 En medio de estos sueños estaba cuando de repente, y haciendo uso de su poca voluntad, súbitamente se despertó con una pregunta que empezó a rondar peligrosamente su cabeza. Se incorporó furiosamente e increpó a la vida:
-¿Por qué estoy aquí?, grito estruendosamente. A pesar de varios intentos, cada vez más sórdidos y más tenaces, nadie parecía escucharle. Se frotó los ojos con ambas manos y se percató que el árbol de frutos de colores ya no estaba. Todo había desaparecido, la rata Grenouille, el café, las mariposas y sus preocupaciones…todo se había ido. Acudía a su cabeza solamente la penetrante inquietud acerca del motivo para estar allí. Ahora era libre de irse, pero no deseaba hacerlo hasta tanto la vida no le respondiera su pregunta.
-¿Acaso la voz no había dicho que tenía tres preguntas?... pues bien, apenas llevaba dos resueltas. -¿Cuál sería la tercera? Mientras miraba fijamente el abismo, como queriendo descubrir su fin, se preguntaba una y otra vez acerca del motivo para estar allí.
-¿Y si me lanzo al vacio?, pensaba Karl. ¿Qué sucedería con la vida si me lanzo al vacio?
Retrocedió unos pasos, dispuesto a lanzarse al fondo del abismo, tomó impulso y cuando estaba listo a empezar su final carrera, se escuchó nuevamente la voz que le decía:
-Espera, espera, no lo hagas, ¡no debes hacerlo!.
-¿Por qué?, acaso morirías conmigo? gritó irónicamente Karl. -¿Tienes miedo de perderte en las paredes de este abismo? O,  ¿es porque falta una pregunta por resolver? Pues la pregunta te la hare yo:
-¿Por qué estoy aquí?, ¡Vamos, responde de una buena vez! ¿Era esa la pregunta que tenias que hacerme?, ¡ pues ahora te la hago yo a ti!.
El silencio pareció eterno, ni Karl, ni El Pensador se atrevían a pronunciar vocablo alguno. Minutos más tarde, mientras Karl rodaba por el precipicio en una caída que parecía no tener fin, en las paredes de roca resonaba el mismo eco:
-¡No, no, no!… ¿Por qué nos has matado?, al suicidarte has acabado también conmigo, ¡cobarde, cobarde!
Cuando los equipos de rescate llegaron hasta el fondo del abismo, solo encontraron el cuerpo sin vida  de Karl, casi destrozado por los golpes pero con una extraña sonrisa desdibujada en su rostro. En su mano izquierda sostenía con sus dedos ensangrentados, una hoja de papel casi ininteligible que decía:
 “Todo el mundo pensaba que de esa forma terminaría la vida de Grenouille, pero  lo aún más inesperado estaba a punto de pasar.
El día en el que iba a ser ejecutado y cuyo día toda la población esperaba, utilizó la grandiosa obra construida con las fragancias de las chicas, lo cual provocó una reacción inesperada por la población y ansiada por él.
De repente, todos mostraron una cierta compasión y a la vez se desencadenó una serie de sentimientos desenfrenados que llevó a una orgía y una veneración, incluso, el padre de la chica, a partir de la cual se creó todo, le tomó en los brazos como si de su hija se tratase. Lo deseado por Grenouille se hizo pero provocó en él una repugnancia absoluta.
Tan pronto como pudo huyó de ese lugar y se fue al sitio más alejado posible en un primer lugar, evitando a la gente hasta que llegada la noche se hospedó en un sitio rodeado de vagabundos, borrachos... los cuales no notaron su presencia, pero poco a poco fue suscitando expectación hasta que todos desearon estar cerca de él y poseer algo suyo, aún se notaba en él el olor la perfume creado, hasta que ese deseo de hizo mayor y sin saber cómo acabaron comiéndoselo”.

Al levantar los restos de Karl, y en medio del llanto desesperado de sus hijas, la esposa creyó escuchar una voz que le decía:
-¿Ya sabes porque estás aquí?
FIN 

3 comentarios:

  1. Hola profe...tengo una inquietud: -por que el orden de los colores?

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  2. Vaya... Que fin el de Karl... inesperado para mi. Se ha liberado por fin? Acaso creó un mundo tan complejo que solo de ésta forma pudo librarse de él?
    Excelente e inquietante relato, Eliper (sabes por qué es inquietante, jeje). Felicitaciones.
    P.D. Interesante la inquietud de nanna...

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  3. No me esperaba ese final tan tragico! aunque me da alegria por el por que murio aclrando algunas inquietudes de su vida.

    Ojala mi muerte no sea asi...je je je

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