¿C
|
ómo
se podría definir la ignorancia? Ignoro cuál sería la correcta definición de un
vocablo que presenta en la actualidad tantos matices. Posiblemente una forma de aproximarse al concepto
de ignorancia pudiera ser ejemplificándola desde algunas de sus posibles
dimensiones y conectándola con aquello que le da razón de ser, la realidad.
Porque no podemos seguir como borregos sin pensar |
Por realidad podemos aceptar la esencia única que trae
a la existencia a todos los seres dentro de una misma “Oleada de vida”, aquello que no admite discusión y que, como
arquetipo, es consciente o inconscientemente aceptado por todos y cada uno de
los seres que expresan la vida en todas sus manifestaciones. Desde un comienzo
se deja entrever la dificultad que tenemos, como seres limitados y finitos,
para acercarnos a lo infinito e incognoscible mediante el uso de los cinco
sentidos con los cuales contamos en la actualidad y, sobre todo cuando nosotros
mismos somos parte de esa realidad que queremos conocer. Para una gota de agua
que hace parte de un lago le es muy difícil, seguramente imposible, conocer y
reconocer la realidad del lago mismo.
Reconocer que ignoramos la realidad, la esencia y la actuación de la
misma puede servirnos para conocer la ignorancia y actuar en consecuencia.
Partamos de un ejemplo bien sencillo: “el
mago prestidigitador que hace desaparecer ante nuestros ojos una hermosa dama y
luego la hace aparecer en el lado opuesto del escenario”. Los ejemplos de
este tipo abundan, especialmente en las grandes ciudades del mundo. ¿Qué ha
sucedido? Sencillamente que nuestros sentidos se han dejado engañar. La vista
transmitió al cerebro una información y este la aceptó como verdadera sin darse
cuenta que no correspondía a la realidad. Aquí tenemos un primer momento de ignorancia
con su respectiva culpabilidad.
Desconocer la realidad es quizás el acto de mayor ignorancia al que
podemos llegar, pero también existen otros tipos de ignorancia, o mejor
diríamos, estados de ignorancia
latente cuando, por ejemplo, no sabemos matemáticas, sistemas informáticos,
física o biología. La corrección de estos tipos de estados es realmente
sencilla, aunque requiere un poco de esfuerzo por nuestra parte.
La situación es diferente cuando se trata de un engaño o situación
engañosa que durante mucho tiempo (años o siglos) hemos aceptado como realidad
única y verdadera. Cuando hemos estado “encadenados
de pies y manos dentro de la caverna de Platón”, y cuando somos parte de
esa aparente realidad con la que hemos convivido por tanto tiempo, la
liberación se vuelve un proceso doloroso, largo y violento que solo puede
empezar desde lo más profundo de nuestro propio ser. Ningún estado, gobierno o entidad gubernamental
va a hacer algo al respecto pues el primer impulso, el primigenio esfuerzo debe
partir de uno mismo. Solo cuando el alma empuja violentamente a la personalidad
y la mueve hacia el punto en donde la libertad total es posible, el hombre
comienza a entender la realidad, aunque aún siga preso de las cadenas. La
diferencia radica en que ahora él es consciente de las mismas. No es lo mismo
tomar cicuta por error o ignorancia que beberla consciente del motivo y las
razones que llevaron a esa decisión, particularmente cuando se ha aceptado que
el error consistió en adelantarse a su tiempo.
Entonces, en un primer momento se trata de aceptar que “aquello que reconocemos como realidad”
no es la verdad. Una duda metódica y una actitud ecléctica frente a las
diferentes manifestaciones de la realidad nos ayudará a movilizarnos de esa
cómoda posición que hemos mantenido y donde nos sentimos más o menos
satisfechos. ¿Qué tal si…? ¿Qué
sucedería si…? Encabezados como estos nos proporcionan un buen punto de
partida hacia esa necesaria ruptura de los velos de ignorancia que nos separan
de la verdad, es decir, de la realidad.
En el acto inquisidor
que propone este tipo de preguntas, así como en el ejemplo anterior respecto
del mago prestidigitador se halla la clave de la generación, transmisión y
mantenimiento del error y, por ende, de la ignorancia. Hacemos referencia, como
no, a “la herramienta” de acceso a la
realidad.
Mientras sigamos
dispersos y nos consideremos como entes únicos y distintos de los demás seres,
necesitaremos utilizar alguna herramienta para acceder al conocimiento, es
decir a la verdad o la realidad. Esta situación se puede ejemplificar académica
y sencillamente desde la religión católica. Los sacerdotes y toda la jerarquía
eclesiástica se hace necesaria porque el hombre común y corriente no tiene, no
conoce o no desea un “acceso directo a
Dios”. Tanto la jerarquía como los textos sagrados, mantras, oraciones,
ritos, etc., no son más que herramientas que facilitan una comprensión de una
realidad suprahumana. Ahora bien, cuando
la herramienta se encuentra deteriorada, en mal estado; cuando es obsoleta,
inadecuada; cuando está sucia o contaminada, la realidad a la cual accedemos no corresponde a la
verdad. Un excelente obrero con mala herramienta sigue siendo un mediocre.
Consideremos esto no solo en relación a herramientas mecánicas o físicas.
Avanzando en esta
línea de pensamiento podemos decir que las herramientas están directamente
relacionadas con los cinco sentidos activos en el común de la gente. Esto es
claro, pero, acto seguido, encontramos otra dificultad: no basta con poseer la
herramienta adecuada y en perfecto estado, se hace necesario utilizarla en la
forma correcta y el momento preciso. No es suficiente con ayudar, la ayuda debe
ser eficaz dentro de los términos de la
economía del universo. Con un brillante y costoso bisturí no podemos sembrar un
frondoso árbol, por más que el mérito de sembrar, compartir y ayudar a los
demás sea nuestro sino.
El uso de
herramientas para acceder a la realidad a través de los cinco sentidos no se
corresponde con la realidad misma, pues la necesidad de una “herramienta” es la prueba fehaciente que
no disponemos (aun) de una forma o estado de consciencia suficientemente
desarrollado como para comprender la realidad sin el uso de un sentido y sus
respectivas herramientas. Tanto en el uso de las mismas como en el absurdo
engreimiento de creernos poseedores de una verdad radica una de nuestras más
grandes falencias como seres humanos en constante evolución.
Somos el resultado de
una cadena interminable cuyo origen se pierde en la noche de los tiempos.
Milenios han pasado desde aquel inicio y, no obstante, somos mayoritariamente
torpes cuando de mostrar la realidad, aceptarla y transformarla se trata. Y es
que muchas veces aceptamos y creemos que “simples
juguetes” o “sonajeros para adultos modernos” son verdaderas
herramientas, cuando no se trata más que de elementos de distracción que nos
impiden conocer la realidad. Es más, nos negamos a creer que existe esa
realidad.
Entonces… un buen
comienzo pasa por aceptar que desconocemos, que somos ignorantes en algún
sentido. Solo cuando estamos seguros de estar enfermos, nos decidimos a ir al médico.
Sobre todo somos ignorantes de nosotros mismos. Nuestro propio ser interno es
el más desconocido ser, lo cual hace del “conócete
a ti mismo” la más ardua de las batallas.
Acto seguido, podemos
determinar la cantidad y calidad de herramientas con las cuales contamos para
acercarnos tanto a nosotros mismos, como a los demás y al universo en general.
Limpiar las herramientas, ponerlas a punto para empezar el trabajo, y, para
ello, aceptar que los cinco sentidos son limitados, que son falibles y que
podemos cometer errores, son elementos claves para hacer de nuestra existencia
algo digno y edificante.
Posteriormente,
debemos utilizar dichas herramientas (incluida la intuición) y acercarnos con
infinita curiosidad al objeto de estudio. Sin temor, sin miedo a fracasar o a
ser tildado de loco, de “rarito” o de
anacrónico. Un gran avance, importante y profundo, nunca se da en conjunto, es
algo propio, íntimo y sublime que llega a cada cual en la medida en que lo
pueda manifestar.
Finalmente, podemos
discernir el conocimiento hallado, limpiarlo y prepararlo para ser entregado a
todos los seres. La cualidad primordial del sol es su generosidad: sale todos
los días y para todos. La tierra no discrimina acerca del merecimiento de quien
la siembra, por tanto, nuestro florecimiento en favor de la humanidad es un
deber.
Cuando hemos llegado
al conocimiento, es decir, a la realidad, encontramos que somos parte
fundamental de ella. Que no somos “entes”
separados sino que somos una manifestación de la misma. En ese preciso
instante, hemos derrotado a la ignorancia a la cual nadie tiene derecho y por
usurparlo pagará un alto precio.
La ignorancia, ese
estado caracterizado por la desigualdad, la inequidad, el desprecio a la vida;
la carencia o el abuso de recursos físicos, emocionales y mentales y la
infelicidad es la oscuridad que debemos
iluminar con nuestras acciones cotidianas. Cada persona y cada ser en el
universo tienen la posibilidad y el deber fundamental de servir de faro a
quienes les rodean. No se trata de iluminar mucho o poco, sino de hacerlo
constantemente y desde las propias posibilidades. El cumplimiento del propio
deber, aunque sea sencillo y humilde, es mil veces preferible a la realización
del deber ajeno, pues esto último trae consecuencias graves tanto para quien lo
ejecuta como para quien permite que sea realizado.
La ignorancia,
entonces, es como un velo que nos impide ver la realidad, analizarla,
entenderla y comprenderla, con lo cual perdemos también la posibilidad de realizarnos
como seres humanos al impedirnos, a su vez, servir de faro, de luz en el
camino, de guía y ayuda en el trasegar de los demás seres humanos. Tanto al
aceptar la ignorancia como al dejarnos engañar estamos cometiendo un grave
error que no solo nos afecta a nosotros mismos sino que también complica y
dificulta la vida de los demás. Este es el precio de la ignorancia y por eso
nadie tiene derecho a ella. Afortunadamente, las herramientas para vencer este
lamentable estado están dadas, han sido desarrolladas por otros antes que
nosotros y hacen parte de nuestro propio sino. Solamente necesitamos animarnos
a emplearlas, a optimizarlas y sobre todo, comprender que “cultivarse”, es decir, propender por ser más culto, más sabio,
mejor ser humano cada día, es un deber para con los demás, porque entonces… ¿Cuál es la vida promedio aceptable de la
ignorancia? ¡El momento es ahora y el tiempo es ya!
Escríbale al autor: Joss2014
Email: 2262287343@qq.com
Hangzhou, Provincia de Zhejiang, RepúblicaPopula de China.
No hay comentarios:
Publicar un comentario