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domingo, 22 de marzo de 2015

PINCELADAS SOBRE EL LIENZO DE LA VIDA: ¡NUNCA CAMBIES!





¡Amiga, nunca cambies!... ¡Espero que nunca cambies!
En algún momento de nuestras vidas habremos utilizado estas frases y otras más que invitan a esa persona que amamos a que permanezca en un estado que, aparentemente, es agradable para nosotros. Y esto es curioso por dos motivos: en primera instancia, porque esa persona tan querida tuvo que hacer algún cambio en su vida antes de parecernos tan cercana y agradable y, en segundo lugar, porque de la cuna a la tumba tenemos una certeza: la del cambio.
Continuando con las pinceladas que dibujan nuestra existencia en este planeta, hoy haremos referencia al “cambio” desde dos dimensiones: como una condición inherente al ser humano y como la posibilidad de explotar todo nuestro mejor potencial.
Todas las direcciones son potencialidades del ser humano

Desde la certeza según la cual “todo rio que se estanca, se transforma en lago y todo lago que deja de fluir, se malogra y muere” nos acercaremos al ser humano como una entidad que tiene por condición y compromiso esencial el de mantenerse en movimiento so pena de perecer en el olvido. Entre las muchas similitudes, complementariedades y nexos generales que se pueden hallar entre las diferentes escuelas de pensamiento, teosóficas, nueva era y demás, quedémonos hoy con la del movimiento como causa y mantenimiento de la vida. Ya el filósofo Platón proponía que las almas antes de nacer en la tierra se encontraban en un estado latente arriba de la vida manifestada en el planeta y con ello, dejaba claro que aunque hubiese en los “cielos” (o como se lo desee llamar), una aparente quietud, la verdad era que el movimiento era continuo y tenía una dirección y un sentido perfectamente definidos.

Y si miramos a la tierra vemos igualmente un desplazamiento constante en todo cuanto observamos, incluso las plantas y los minerales, dirán algunas escuelas esotéricas, están en constante movimiento. Los límites del barrio cambian, lo hacen también los países y continentes, y este movimiento se verifica a nivel del planeta y del sistema solar; el universo mismo está en constante fluir, y sin embargo, queremos que nuestro mejor amigo permanezca quieto y estancado. 

Somos seres gregarios por naturaleza, por eso la salida del redil se suele pagar muy caro. Nadie desde dentro perdona a quien se atreve a pensar, hablar y obrar libremente, sin las ataduras que directa o sigilosamente impone un sistema social como el actual. De esto también habló Platón en su “Mito de la Caverna”, y hoy en día, más de dos mil años después, solo unos pocos lo comprenden y aplican. En fin, como seres gregarios necesitamos seguir a un líder que dicte las pautas de acción (y las normas) pues consideramos que así es más fácil vivir “hemos creado límites para todo, incluso para la libertad y para la vida”, también para el miedo y la vergüenza. Nos sentimos bien en esa pequeña zona donde nos aislamos.

Quedarnos quietos en nuestra “zona de confort”, allí donde nos pide nuestra amiga o amigo que permanezcamos, es bueno, agradable, sencillo. Hemos alcanzado ese estado hace poco o mucho tiempo, y como sea, aquí nos sentimos bien porque es una zona que conocemos al dedillo. Allí percibimos seguridad porque sabemos que pocas o nulas sorpresas se nos deparan. Allí somos sociales y nos rodean comodidades y personas similares. La zona de confort es segura, claro que los milagros suceden fuera de esa zona, y es por ello que la Astrología propone que nos movamos de ese Nodo Sur, como lo denomina, porque corresponde a todo lo logrado en el pasado, las habilidades y destrezas que alcanzamos en algún momento de nuestro paso por esta y otras muchas vidas, y con ello deja claro que el trabajo realmente importante, -el único importante-, es irse al Nodo Norte, es decir, moverse, salir de la zona de confort. Y es que las cosas están perfectamente diseñadas para que usted se mueva, cambie y evolucione. De hecho, si usted no lo hace por su cuenta, la vida lo obligará a hacerlo en el momento preciso:

…eliminan tu puesto de trabajo, tu novia te deja por otro, tu esposo se va de casa con otra; tu mascota más querida fallece; el banco expropia tu casa, acontece un terremoto que devasta la zona donde vives; te ascienden en tu empresa a un cargo mejor, te aumentan el salario, abres tu propia empresa; conoces a la mujer o al hombre de tu vida, te vas a vivir a otro país, te ganas la lotería…

…en fin, tantos y tantos sucesos que sueles calificar de buenos o malos van aconteciendo en tu vida para moverte a los cambios.

Y es que si miras detenidamente, ¿Qué es lo único que NO ha cambiado en tu vida desde que tenías cinco años? Tu cuerpo físico ha cambiado, tus pensamientos han cambiado, tu actitud hacia los demás ha cambiado, tus gustos y deseos han cambiado… Quizás respondas: “¡El nombre!”, si, es posible, y eso que en algunos ha cambiado y en casi todos ha habido un pequeño ajuste relacionado con el apodo y el apelativo que usábamos entonces o que hemos asumido ahora. Tienes el mismo corazón, pero ahora es mayor en tamaño y capacidad; el mismo cerebro, pero ahora es más grande y más activo; los mismos pulmones pero ahora tienen una capacidad superior y quizás están más contaminados…

Cambiar no solo es un imperativo y una condición imparable en el ser humano, es también la forma de verificar la evolución, porque…   ¿en qué aspectos eres mejor ahora que antes? El cambio te permite compararte con ese “ser” que eras a los siete, catorce o más años y definir cuánto de bueno, de bello, de eterno has logrado. ¡El mundo es mejor que hace cincuenta años!, decía airosamente alguien, pero… ¿mejor en qué sentido? Y si tú has cambiado, también lo ha hecho el mundo, otro tanto habrá sucedido con el universo en su totalidad. Pero los cambios no siempre son sencillos, fáciles o positivos; hay transformaciones que terminan por remover toda la estructura de pensamiento, de palabra o de acción que nos sostenía, por ejemplo como cuando emigras a otro país y te tienes que enfrentar a una cultura diferente, una posición social inferior y unos alimentos que jamás habías considerado incluir en tu dieta.  

Si la vida nos conmina o si por nuestra propia cuenta nos atrevemos a “movernos”, debemos ser conscientes que existe un precio que debemos pagar por esa osadía. Nada es gratis en esta existencia dual y una causa genera una o varias consecuencias que se manifiestan a lo largo de nuestra vida. Entonces, ¿Por qué moverse? La única respuesta plausible a esta pregunta se relaciona con la evolución del ser en todas sus posibles manifestaciones, con esa expresa necesidad que tiene la vida de manifestarse para avanzar desde un punto hacia otro ubicado más allá del tiempo y la distancia.

Siendo la evolución la condición esencial de la vida, la negación o renuncia a la misma corresponde a una violación del destino que tarde o temprano deberá ser corregida. El libre albedrio parece estar direccionado hacia un mismo origen y si por temor o indiferencia nos rehusamos ir al Nodo Norte hoy, solo estaremos retardando un proceso que deberemos iniciar y culminar algún día. Entonces… ¡empecemos ya!

Acaso me dirás: “¿Empezar por dónde?” Te responderé: “Pues por el principio, por la base que es desde donde todo debe empezar”. Nunca comenzamos de cero, pues siempre tenemos algunas bases que podemos utilizar. Una forma de reencauzar el destino es enfrentando y derrotando los miedos, principalmente el miedo a cambiar, a dejar aquella zona donde nos sentimos cómodos. Y es que tantos años en la misma posición, con los mismos amigos, comiendo las mismas comidas, yendo a los mismos lugares; albergando los mismos pensamientos, acariciando los mismos rencores y pesares, terminan por hacernos creer que lo que nos rodea es todo cuanto existe en este vasto universo. A esto le podemos sumar la presión de la sociedad para que eternicemos las mismas estructuras o instituciones que ella nos ha impuesto con el exclusivo objetivo de impedirnos ver un posible futuro fuera de ellas. La familia, la policía, el barrio, el colegio, la empresa, la iglesia, el hospital, el gobierno, etc., comienzan como el núcleo donde podemos ser nosotros mismos pero terminan esclavizándonos e impidiendo nuestro verdadero avance en campos como el espiritual o el  humano. Estas instituciones tienen una importancia medida por la incapacidad que tengamos de asumir nuestro propio desarrollo en nuestras manos. Una vez iniciado este proceso, sentimos la imperiosa necesidad de tomar cierta distancia de ellas. Un individuo que expresa lo mejor de la condición humana no necesita policías, religiones, hospitales, escuelas, gobiernos, etc. Es como cuando el pez crece más allá de los límites fijos de su pecera y precisa ser reubicado en un lugar más amplio. ¿Cómo se sentirá un pez cuando lo cambias de pecera?
Ahora bien, no se trata de “salirse” de estos grupos e irse a la montaña a meditar como un asceta medieval, pues tal como lo propone un gran amigo filósofo y antropólogo, “terminaríamos enamorados, apegados y dependiendo de la caverna donde meditamos”. Debemos continuar con nuestras cotidianidades, el deber debe ser hecho aunque sea solo una actividad sencilla que a primera vista no cambie el curso de la existencia, pero que juntas terminaran por encauzar este mundo y hacer que se cumpla el destino tanto del ser humano como del universo mismo.
Por ser el cambio parte del destino humano, pedir que no se lleve a cabo, es pretender quebrantar el destino mismo. ¿Quién tendría la osadía de hacerlo? Ahora, ¿Te has preguntado alguna vez cual es la razón por la cual le pedimos a nuestro amigo o amiga que nunca cambie? Los motivos, aunque aparentemente únicos y personales, se pueden resumir en pocas palabras. En primera instancia, se trata de un tipo de egoísmo por nuestra parte, pues el estado actual de la relación es cómodo para nosotros mismos, y un cambio traería modificaciones también en nosotros. Esto nos lleva a la segunda razón: tenemos miedo de nuestro propio cambio y para evitarlo, impedimos el del otro. Finalmente, en tercera instancia se puede apreciar una especie de envidia hacia quien ha cambiado, un cierto recelo por aquella persona que se ha movido de su zona de confort y, en consecuencia, ha logrado ascender un escalón más en su proceso de perfeccionamiento. Y es que si te veo subir, mejorar, avanzar, crecer y enriquecerte en todos los sentidos, me sentiré seguramente frustrado, incapaz, desmejorado y empequeñecido por ti. Esto me recuerda una situación en una película en la que la protagonista decide, después de mucha dilación, dejar su actual vida e irse a vivir seis meses a Italia, otros seis más en India, para culminar otro tanto en Bali. Cuando está a punto de partir de su ciudad natal, su mejor amiga la conmina a que se quede y lo hace mostrándole todos los problemas e inconvenientes que seguramente hallará en su nueva vida, así como señalándole las razones por las cuales debe quedarse y resignarse. Finalmente, al verla con sus maletas en la calle y a la espera de un taxi para ir al aeropuerto, le confiesa que su insistencia es solo porque siente envidia ya que ella misma no puede hacer un viaje pues está atada al trabajo, la casa, la familia y a las cosas materiales y comodidades que le rodean. 

Cambiar no es fácil, nunca lo es, el primer paso siempre será el más difícil. ¿Has notado como el bebé tarda y se le complica mucho ese “primer paso”? Pero luego, todo se hace más fácil. Una forma de comenzar es no hacerle caso a nuestro amigo o amiga cuando nos desee quietud y estabilidad y, de parte nuestra, desear muchos cambios positivos y constantes a esa persona que amamos. Enviarle con el pensamiento mucha energía positiva, amor y luz para que en su camino evolutivo continúe hallando las respuestas a las preguntas de la vida. Para que su corazón y su mente se abran y expandan hasta abarcar las otras manifestaciones de la vida real que la obcecación, la comodidad y la pasividad impiden vislumbrar.

Aunque no podamos ver la fuerza y el impacto de esta actitud mental de ayuda y sanación, ella es una realidad tan cierta como la evolución misma. La presencia física no es requisito indispensable para la efectividad de esta ayuda que estamos llamados a prestar, basta con pensar clara y firmemente en esa persona que deseamos ayudar, con imaginarla sana, feliz y creciendo en todos los sentidos posibles. La luz le llegará, no tenga duda de esto y lo hará porque nadie está aislado en este mundo, porque todos estamos conectados y sincronizados con el universo. Sabiamente lo expresó el personaje de Sonmi 451 en la película Cloud Atlas:

 Nuestra vida no nos pertenece. Del vientre a la tumba estamos unidos a otros, en el pasado y en el presente, y por cada crimen y cada bondad, concebimos nuestro futuro. Las consecuencias de la vida de un individuo hacen eco para toda la eternidad”.

Con estas palabras cerramos este post dedicado al cambio, es decir, al destino humano, a la evolución y a la vida misma. Entonces, la próxima vez que veamos a nuestro mejor amigo o amiga, deseémosle muchos, positivos y constantes cambios, y además, enviémosle toda la energía, el amor y la luz que podamos concebir para ayudarle en ese proceso. Te deseo todo esto y mucho más, querido amigo, querida amiga.  
JossP F&E
2015



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