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domingo, 14 de diciembre de 2014

HABLANDO DE VIBRACIÓN Y RESPONSABILIDAD


Por diferentes medios y con diverso vocabulario se ha venido pregonando desde hace algunos años la inminencia de un cambio (o mejor dicho, de un GRAN CAMBIO) que obligará a la persona a asumir responsablemente y con decisión, su condición de ser humano (y esto implica una transformación de fondo, tal como veremos). Mucho se comenta desde la Filosofía vanguardista, la Religión modernista, la Física cuántica, la Teosofía, la Metafísica y los sistemas de meditación en todas sus vertientes acerca de cambios en la frecuencia vibratoria del ser humano, incluso se dice que el planeta tierra elevará su propia frecuencia una octava más allá de la actual.  ¿Qué tanto de cierto hay en todo ello y cual sería nuestro papel en la transformación y la asimilación de ese posible  nuevo paradigma de vibración y de vida? En las siguientes líneas haremos una aproximación a esta realidad, pero eso sí, sin la pretensión de convencer a nadie de algo y tampoco queriendo negar nada, pues dos de las más grandes condiciones de ignorancia se expresan al tratar de convencer al otro de algo y al negar rotundamente eso de lo cual no tenemos ni pizca de idea.
El Arbol de la Vida: Vibracion
Una forma efectiva de aproximarse a los llamados “futuribles” (futuros posibles en cualquier campo) es partir del punto más elevado de certeza disponible, esto nos ahorra recursos que de otra manera serian desperdiciados. El primer punto cierto que podemos aceptar es el de la innegable condición evolutiva de la especie humana, proceso que se remonta más allá de lo que Darwin pudo concebir pero que, ciertamente, no es ilimitado. Tuvo un comienzo y, por ende, tendrá un fin (como especie o raza humana). Un segundo punto de partida lo podemos establecer en relación con las limitaciones (y por lo tanto, potencialidades) actuales: el ser humano en todas sus manifestaciones se encuentra  limitado por barreras de tipo físico o supra físico que le impiden considerar en toda su magnitud su propia esencia y sus potencialidades. Solo por citar un ejemplo diríamos que el ojo humano percibe únicamente la luz que vibra en cierto rango del espectro (entre el rojo y el violeta), pero no es consciente por sí mismo del espectro infrarrojo y del ultravioleta. Otro tanto sucede con muchas de las manifestaciones humanas o dimensiones en donde pervive, bastaría solamente con detenernos a examinar cuidadosamente y veríamos este hecho manifestado en casi cada actuación del ser humano. 
Aceptando estos dos elementos como puntos de partida, nos podemos internar en este análisis que, tentativamente, debería llevarnos a dos conclusiones: por un lado, nuestro planeta se está renovando cada día y este proceso se está acelerando, pero por otra parte, si somos un elemento esencial de este planeta, existe una responsabilidad directa sobre dicha renovación; podemos ser parte de ella y actuar de modo congruente y asertivo para que este proceso sea lo menos doloroso y lesivo, o podemos sentarnos y esperar que el universo, por su propia cuenta, realice los ajustes que considere necesarios.
La única manera posible y concebible de que el planeta (y también cada individuo) se renueve es desde dentro del planeta mismo. Esperar que una entidad superior como un Dios, un Maestro Ascendido, una Civilización Mayor, etc., actúe para reparar el planeta e impulsar la humanidad hacia ese escalón superior de evolución, no es más que una locura y un desacierto concebible solo en una mente errática y poco desarrollada. Únicamente el mismo organismo es capaz de curarse a sí mismo, pues aunque la medicina apropiada sea ingerida, es el organismo quien la transforma, descompone, apropia y hace las correcciones necesarias. Las fuerzas externas que están llegando no son más que impulsos, sugerencias, propuestas y luz que se puede aprovechar para realizar este impulso. De la humanidad depende que así sea. Esto no es nada nuevo, no es algo que ya no sepamos o algo de lo que no estemos convencidos, lo que sucede es que nos hemos negado (y seguimos negándonos) a aceptar que solo desde dentro de nosotros mismos podemos mejorar las condiciones actuales del planeta. Un colectivo (llámese país, nación, región, ciudad, etc.,) no puede evolucionar a menos que todos y cada uno de sus miembros realicen ese avance por separado, de manera personal, congruente y efectiva. Esta es la única forma concebible de lograr un cambio sustentable en el tiempo.
Las limitaciones que tenemos ahora mismo como civilización no son diferentes de las que cada persona encara en su día a día. Escasez de visión, visión errada, sesgada; objetivos individuales que van en contra del bien común; ideales expresados solo en posesión material; falta de interés en causas humanas; arraigo de la tradición y la cultura que impiden aceptar la obligatoriedad y la importancia del cambio, entre otros, son solo elementos que debemos combatir desde nuestras realidades personales. En otras palabras, luchar decididamente contra nuestras propias miserias (no solo las materiales, sino también las espirituales, teniendo presente que la “espiritualidad” no tiene nada que ver con la religión). Cuando una miseria personal (como la obstinación, los celos o la ignorancia, por ejemplo) es derrotada, toda la humanidad aprovecha el resultado de esta batalla ganada, y estos cambios son visibles para quien tiene la capacidad de verlos, sentirlos y vivirlos. Estas batallas y estas apropiaciones se están dando continuamente en todo el planeta y van mucho más allá de nuestra escasa comprensión de la realidad única.
Aquí se abren dos elementos más: por un lado la necesidad de creer y valorar (aunque no los veamos) esos cambios, y por otra parte, y gracias a ello, podemos atestiguar la veracidad de ese Gran Cambio del que hablamos a comienzo de esta charla. Recogiendo un poco lo dicho, se puede afirmar que los cambios vibratorios que muchas personas estamos percibiendo en el mundo entero (esta percepción se está haciendo visible tanto en el cuerpo físico como en el plano emocional, sentimental y energético) están siendo producidos por nuestro propio modo de concebir ahora mismo la existencia y de reafirmar nuestra condición humana, pero también, y como consecuencia de ello, está entrando renovada corriente energética proveniente del mismo sol y de sistemas superiores que hace que las estructuras arcaicas (sean de cultura, de poder, de pensamiento, de intercambio de bienes, social, etc.,) se estremezcan, se preocupen, reaccionen violentamente, se transformen, sean aniquiladas o escapen hacia otros mundos, dependiendo de su fuerza y de su papel en el desarrollo de la raza humana. También el mal desempeña un papel creativo e importante en un mundo concebido para el bien y por tanto, basado en la dualidad. Y esto debe ser claro: ante un impulso decidido del bien, tenemos que esperar una arremetida del mal, pues uno no puede vivir sin el otro en un mundo –insisto- dual como el nuestro.
Mal humor inesperado, reacción violenta ante hechos triviales, endurecimiento de las políticas migratorias, despidos colectivos en las empresas y desafíos a las estructuras jerarquizadas como la iglesia, la policía, el gobierno son solo algunas de las manifestaciones de la proximidad de ese cambio vibratorio del planeta y de la elevación de la condición significativa del ser humano. Pero no hay que caer en alarmismos y reacción panfletista, pues del lado del bien también hay reacciones igualmente fuertes y efectivas. No en vano la aparición constante de nuevos grupos o colectivos entregados a causas profundamente humanitarias, la ampliación del campo de acción de la consciencia expresado en la valoración de los aportes a la humanidad realizados por otras especies coexistentes (plantas, animales, etc.,), la aceptación abierta o callada de la existencia de seres más avanzados, las canalizaciones de mensajes provenientes de esferas superiores; la exquisitez a la hora de seleccionar lecturas, comidas o amistades, la aceptación de la Astrología, la Cábala o el Tarot como parte importante de nuestra existencia y la exploración de nuestro destino individual y colectivo son solo algunos de los hechos más destacados que nos llevan a establecer un tercer punto de certeza del cual debemos partir para un futuro posible análisis de la condición humana y sus potencialidades. 
Mientras tanto, tenemos mucho por hacer. En primera instancia, apagar el “Automático” de nuestras vidas y vivir en manual, siendo conscientes en cada instante del “qué”, el “cómo” y el “para que” de todas nuestras actuaciones. Posteriormente, proponernos a explorar “otras posibilidades” aun cuando esta actitud nos lleve a confrontar “creencias”, “organizaciones estatales”, “valores sociales o morales”, “tradiciones” o “paradigmas de vida”. Para este segundo movimiento requerimos valentía, coraje y arrojo, que solo se consiguen con la actuación.  Al cabo de unos días de práctica, notará algunas cosas curiosas tales como:
-          Sus amigos y conocidos se irán alejando de usted, se irá quedando cada vez más solo(a).
-          Su capacidad de apreciación (del mundo, de las circunstancias, etc.,) se verá tremendamente ampliada.
-          Empezará a notar que usted es parte de todo y que todo es parte de usted mismo(a).
-          Con cada miseria que elimine de su vida, una virtud ocupará ese lugar, con lo cual será un(a) virtuoso(a), y eso hará que brille entre la multitud.
-          Percibirá que ahora tiene una misión clara en esta existencia y que no debe desviarse de su logro.
-          Comprenderá que todas las misiones personales no son más que expresiones de una Gran Misión para la humanidad.
-          Ya no aceptará en su intimidad nada que no se identifique con ese ideal elevado que ha fijado.
¿Todo esto vale la pena?... No lo sé. Inténtelo y me cuenta.
Escríbale al autor (o mejor no le escriba)
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